Adam Zagajewski, Asimetría. Por Arturo Tendero

ADAM ZAGAJEWSKI

ADAM ZAGAJEWSKI

Asimetría
Traducción de Xavier Farré
Acantilado, Barcelona, 2017

Mi primo Hannes «se reía de mí, decía que era un necrófilo, / un cementeriófilo literario». Este fugaz retrato de Adam Zagajewski encaja con el contenido de su último poemario publicado en España hasta la fecha, Asimetría.

Reúne poemas que hablan de su infancia, de sus rebuscas de niño en los campos de la guerra mundial y rinde homenaje a muchos de sus amigos o conocidos que han ido desapareciendo. Es el material característico de este poeta, nacido en 1945 en Lvov, una ciudad que ahora pertenece a Ucrania. A los 37 años se exilió en París y luego en Estados Unidos, para afincarse finalmente en Cracovia. Esta itinerancia de los viajes es otro de sus temas recurrentes, menos necrofílico de lo que le recriminaba su primo Hannes. También la música, sobre todo la clásica. Pero cuando el flamante premio Princesa de Asturias habla del pasado, de lo perdido, lo hace para salvarlo: «Ahora seguro que sabría / cómo ser niño, sabría / cómo mirar la escarcha en los árboles, / cómo vivir inmóvil». Nos muestra que la vida enseña, aunque a veces no tenga ya remedio: «Sólo ahora, así me lo parece, / estoy muy cerca de encontrar el tono adecuado, / sólo ahora sabría hablar con mis padres, / pero no puedo escuchar sus respuestas». Al fin y al cabo, «tal vez nuestro conocimiento sea amargo, demasiado amargo, / como la ola gris del Mar del Norte / que ya se ha tragado muchos barcos / pero que sigue estando hambrienta». Esto, cuando se refiere al pasado que vivió. Hay otro pasado presentido, en el que «unos hablaban en polaco; otros, en alemán, / sólo el llanto era cosmopolita». Un pasado que rastreó en el desguace de la autopista, «pero nunca encontré ni una bayoneta, / ni oro, por doquier sólo había herrumbre, / el odio marrón de la herrumbre; tenía miedo / de que entrara en mi corazón». En los poemas más intensos de Asimetría, Zagajewski salva a sus padres («Acerca de mi madre» o «Nocturno»), salva, a veces con ayuda del fuego, un pasado  que empieza a disolverse: «resulta que las llamas también pueden ser / refugio, una casa donde arden / los pensamientos pero no son destruidos…».

 

Arturo Tendero

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