¡Al Rico Cambio de Hora, Oiga! Por Mar Solana

Ilustración de © Estefanía López.

A ver. Veamos. Hoy me he levantado intentando calibrar mi estado de ánimo, no dejarme llevar por la emoción, esa que (a veces) te recorre la columna como un latigazo y te despierta, presto, el mal rollo que todos, nos guste o no, llevamos dentro: human being.

Y he decidido darle al manubrio de la testa o, como decía mi padre, menear la materia gris, que luego nos dicen que si las neuronas se mueren, esto y lo de más allá. Creo que lo llaman pensar, algo que nos aleja (momentáneamente) de erigirnos en jueces cabreados con el mundo, de fruncir el ceño o de levantar el índice acusatorio.

Y me he puesto a pensar en el cambio de hora.

El cambio de hora se inició durante la Primera Guerra Mundial para ahorrar carbón. Aunque no fue hasta 1974 cuando empezó a generalizarse, a raíz de la primera crisis del petróleo, que mermó los recursos energéticos de los países desarrollados y los obligó a buscar soluciones de ahorro. Desde 1981 el cambio de hora se aplica como directiva europea y es de obligado cumplimiento en los veintisiete estados miembro.

Y sigo dándole a la circunvolución y a la sinapsis.

Por lo visto, el mundo se divide en veinticuatro zonas o husos horarios. La línea imaginaria que divide la Tierra de Norte a Sur, llamada meridiano de Greenwich y situada en Inglaterra, se toma como punto de referencia. Cuando avanzamos hacia el este desde Greenwich, supone una hora más, y, si se avanza en dirección oeste, una hora menos. A nosotros, por nuestra situación geográfica, nos correspondería guiarnos por la hora de Inglaterra, ya que el meridiano de Greenwich atraviesa la Península Ibérica.

Pero…, ¡oh, pero!, aquí, que somos más «salaos» que las pesetas, el señor bajito que se apellidaba con nombre de virtud (¡qué cosas!) decidió por «meridianos» motivos políticos vincular la hora española a la alemana, destartalando así nuestros biorritmos, y, además, como era más chulo que un ocho, separándose de la juiciosa hora inglesa, que era una menos.

Desde entonces, hemos escuchado argumentar al gobierno de turno que estos ajustes horarios son los establecidos por la UE para ahorrar energía, ¡ja! Sin embargo, lo que no nos dice esta gente, la letra pequeña que se guardan en el bolsillón de su atuendo de fantoche, es que esta medida supone un trastorno más grande en nuestro país que en el resto de Europa.

Y sigo pensando. Si a un niño le cambiamos una piruleta por un pastelillo porque creemos que es más sano y nutritivo, el pequeño se lo va a comer sin rechistar, pero nosotros sabemos que ambos llevan mogollón de azúcar y que existen otros alimentos mucho más indicados para él. Con doña Política es muy parecido, siempre votamos a los que consideramos más «saludables» (¡pobre pueblo!). Aunque no nos engañemos: ¿acaso importa el color de quien esté en el púlpito?, ¿rojos, fachas, amarillos o blancos? Bueno, vamos intuyendo que no, todos están  adulterados, de forma alarmante y peligrosa. En este caso, incluso, es mucho peor: con el paso de los años y un mayor índice de consciencia y claridad, descubrimos que en el vasto universo de la política no existen apenas «pitanzas beneficiosas» para nuestra salud.

Ninguno se ha ocupado de revisar esta absurda medida del molesto movimiento horario. Todos aluden a lo mismo: es lo que está instituido de cara a aprovechar los cambios de luz para ahorrar energía y conseguir (por arte de birlibirloque) que el máximo de horas diurnas coincidan con la honrosa jornada laboral. Y punto redondo, «se sienten, ¡coño!», no hay más que hablar. Ajo y agua.

Por tanto, y pasándonos por el forro español (que es muy amplio) el equilibrado meridiano de Greenwich, con la llegada de la primavera nos despojan de esa horita que en otoño te regalan. Esa pobre hora que va dando tumbos por los equinoccios para igualar los solsticios y economizar energía. ¡Oh!, energía, palabra preñada de sortilegios y descargas. Es muy importante ahorrar, aunque tú te encuentres como un culo almorranado (con perdón) y el lunes, ¡magia!, tengas que sacar el cuerpo de tu celestial cama ¡una hora antes! Vamos, que, si madrugas, estás más perdido que Hansel y Gretel sin sus miguitas.

Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDEA), este cambio de hora solo permite un ahorro aproximado del cinco por cien de la energía, lo que equivale a unos trescientos millones de euros. De estos trescientos, noventa millones corresponderían al potencial de los hogares, lo que supone un ahorro de seis euros por hogar y otros doscientos diez millones de euros restantes se ahorrarían en los edificios del sector terciario y en la industria.

Y sigo pensando. Dos y dos, cuatro. Un cinco por ciento, seis euros por barba o melena, no compensan los trastornos que sufre nuestro organismo, como la alteración del ciclo del sueño. Y las principales funciones de nuestro cuerpo dependen de la fabricación y secreción de hormonas vinculadas directamente con los periodos de vigilia y sueño. Y vaya, resulta que estas secreciones se ven alteradas por el cambio de horario, sobre todo el de la primavera. En este proceso se produce una desincronización de los ritmos internos con los  ambientales.

Los expertos dicen que afecta más a las personas sensibles o altamente sensibles y que se pueden acentuar muchas molestias psicosomáticas:

* Somnolencia e irritabilidad.

* Dificultades en la atención, concentración y memoria

* Fatiga y bajada del rendimiento.

* Malestar general.

* Cambios en el estado de ánimo, depresión.

* Trastornos digestivos.

Y buceando por la Red de redes, he descubierto que existe una campaña liderada por la «Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios» que pretende volver al horario de Londres y Portugal. ¡El 68,4 % de los españoles estamos a favor de cambiar nuestro huso horario!, según una encuesta realizada por el Instituto de Estudios Opinea. Según esta comisión, volver al horario de Greenwich favorece la salud, aumenta el rendimiento y disminuye gastos a todos los niveles. La misma comisión elevó una propuesta de «cambio de horarios» al Gobierno y el ministro de Economía, Luis de Guindos, prometió que estudiarían el informe completo, en especial lo relativo al cambio de huso horario.

Está claro, ¿no? Meridiano, como el de Greenwich.

Entonces, señores, a ver cuándo se ponen en marcha y dejan de manipular nuestra salud con esta absurda medida, más desfasada que la Ramona en las fiestas de mi pueblo.

Ilustración de © Estefanía López
Palabras desde mi luna
Mar SolanaMar Solana

Blog de la autora
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Palabras desde mi luna”
marsolana@canal-literatura.com

7 comentarios:

  1. Elena Marqués

    ¿Así que toda esa somnolencia e irritabilidad; mis conocidas dificultades en la atención, concentración y memoria; la fatiga; el malestar general; mis continuos cambios de ánimo; los trastornos digestivos, todo eso es por culpa de «esa pobre hora que va dando tumbos por los equinoccios para igualar los solsticios y economizar energía»? Bueno, en mi caso será por más motivos, pero me sumo a la hora inglesa y a tomar las uvas con los canarios. ¿Dónde hay que firmar?
    Lo he pasado muy bien, Mar, aunque me temo que nos vamos a quedar como estamos. Los motivos no los sé muy bien. Quizás porque pocas veces nos planteamos qué nos va a sentar mejor, si la piruleta o el pastelillo.
    Un abrazo.

    • Bueno, Elena, jeje, los trastornos duran hasta que el cuerpo hace sus ajustes, más o menos; pero podemos pasarnos una semana o un par de ellas un poco turulatos :O Seguir la hora del meridiano sería lo ideal; además, podríamos apreciar mejor, sin parches, como aumenta o disminuye la luz a lo largo de las estaciones.
      Me alegro de que te hayas divertido, guapa, a mí al menos me ha servido como una suerte de exorcismo para intentar (solo intentar) llevarlo algo mejor. Yo tampoco creo que nada vaya a moverse de momento, este país es de «piedra pómez» ;). Pero te voy a recomendar un libro (lo mismo ya lo has leído): «Ensayo sobre la lucidez» del lúcido, sabio y ya fallecido José Saramago. Es una historia que está basada en la premisa: «¿Qué pasaría si un pueblo entero votara en blanco?» El verdadero problema está en saber reconocer que, lo mires por donde lo mires, el «azúcar» no es nada beneficiosa para la salud, sin embargo crea mucha adicción.
      Un abrazo.

      • Elena Marqués

        Si me gustó «Ensayo sobre la lucidez», más me impactó aún «Ensayo sobre la ceguera», aunque ¿por otros motivos? En cualquier caso, es momento de reflexionar sobre los escasos beneficios del azúcar y cómo superar las adormecedoras adicciones.
        Besos.

  2. Mar a mí se me han quitado las ganas de escribir. ¡Qué rabia!

  3. Rafael Borrás

    Tal y como yo lo veo, la mejor solución para seguir con el meridiano de Greenwich y el horario de su Graciosa Majestad es olvidarse de adelantar los relojes en primavera. ¿Resultado? Llegaríamos una hora tarde a cualquier cita, algo que es, ni más ni menos, lo que entiende por elegante cualquier europeo moderno.
    Estupenda reflexión, Mar. No hay duda de que con estos temas te mueves en tu territorio natural.
    Un abrazo.

    • Hola, vecino:

      Yo creo que aquí en España, aunque dejáramos esa hora quietecita y descansando de tanto tumbo, de todas formas, seguiríamos con nuestra costumbre de hacer esperar al prójimo, lo llevamos ensamblado en el carácter 😉
      Gracias por arrimarte a este rellano «crateriano» y dejar tus letras.
      «Besazo» (ya sabe)

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