Alabanza de la noche
La luz los separaba. No podían
acomodar sus ojos al dolor que la mañana
derramaba en su mundo, en el tierno desorden de sus cosas.
El día le dictaba a la indolencia normas de claridad,
difíciles caminos bajo el sol.
Malgastaban su tiempo en trabajos extraños,
en tareas que les eran ajenas y que las horas
dejaban en sus manos de repente.
Y transcurrían siglos de silencio, inacabables
épocas de sed, grandes espacios de flores muertas,
Pero al fin la triste respiración de la ciudad cansada
les decía que comenzaba a regresar el atardecer.
Posaban la mirada en las lejanas cumbres. Presentían
que en el rumor oscuro de sus árboles
ya estarían las aves buscando su cobijo,
su humilde refugio de verdor apagado.
Entonces olvidaban la larga separación,
rompían las ataduras de la luz
y se encontraban de nuevo en el límite exacto de la sombra.
Porque la noche los unía, los empujaba suavemente
al lecho en que los cuerpos celebran los ritos de la inmediatez,
al reino de la inocencia y de lo verdadero.
Eloy Sánchez Rosillo
11 de junio de 1976
Qué poema más hermoso. Es como una pincelada que esquiva la luz para sumergirse en la intimidad furtiva de la noche donde acomodarse a los «ritos de la inmediatez».
Desde luego, en la poesía, las palabras se visten con sus mejores galas para tejer con sus hilos dorados un retazo de vida al que acercarnos con los ojos del alma.
Muy hermoso.
Tienes toda la razón Mercedes, que manera de contar unos instantes.Esa fluidez de las palabras sencillas que a todos llegan y que nos describen los caminos de los sentimientos más íntimos. Precioso.