Playa de las Catedrales, culto a la mar. Por Julio Cob Tortajada

Nos habían hablado de la “Playa de las Catedrales”, perteneciente al Concejo de Ribadeo y de visita obligada en las horas de marea baja. Dicen los lugareños que después de la Catedral de Santiago, es el sitio más visitado de Galicia y su aspecto único e inconfundible invita a dedicarle unas horas: las necesarias para disfrutar de una de las playas más singulares, dicen algunos del mundo.

Nos informaron que fue Lepoldo Calvo Sotelo quien rebautizó a la playa de Augasantas como la de las Catedrales y contemplando el paraje, su sabia aportación no deja resquicio a la duda. Cuando el hombre culto se une con el hombre político, surge un extraño maridaje cuya fecundación más sorprendente se expresa en el bautismo osado, nada pagano, de nominar como Catedral a lo que es una simple playa sometida al influjo lunar enriquecida con unos soportales dejados caer por la gracia natural de su Creador.

Costa de altos acantilados tiene en su mejor mirador un punto de encuentro desde el que se accede a la playa cuando baja la marea, a través de una escalera de piedra y barandilla de recias cadenas que llegan a estar cubiertas en parte por las aguas en las horas de su pleamar.

Nada más pisar la arena firme tal mullida alfombra, junto a la escalera que ya has abandonado, brota de una roca un hilo de agua que se remansa como si de una pila de agua bendita se tratase: es el punto de entrada a la gran Catedral que abierta al mar y rodeada de altos acantilados ofrecen el aspecto de continuas capillas que contemplándolas en caminar lento una tras otras se llega al espacio de los pórticos, el de los grandes arcos y largos pasadizos donde sus bóvedas hasta entonces escondidas aparecen a cielo abierto gracias a los rayos de luz que recorren su girola tras el retablo frontal a la inmensa planta circular de un mar en calma del que sus rítmicos murmullos semeja a un coro cuyo eco de música sacra recorre toda la playa catedralicia.

Escuchándolo, entra en tu espíritu, te relaja y te llega al alma. Playa con el fondo de sus capillas mojadas de salitre, es la Capilla Sixtina frente al mar, mientras que las gaviotas en su caminar por la arena dejan la huella de la cruz como señal de su presencia y tributo al sosiego celestial que envuelve la mítica playa de Ribadeo. Llegada la hora del plenamar, la playa desaparece a los ojos del visitante y las aguas cantábricas sacuden sus rocas y las cubren con un manto morado que horas más tarde, en su recogimiento hacia el mar, volverán a mostrar toda la belleza que sólo la naturaleza sabe cincelar.

Comimos en Rinlo, un pequeño puerto cercano donde los productos de la mar cubrieron la mesa como horas antes lo hicieran las aguas sobre la “playa de las catedrales.”

Aprovechamos el día contemplando parte de los varios miradores sobre la ría de Ribadeo, como el de la Isla Pancha frente al mar abierto: la del Faro; el del Cargadeiro: antiguo cargadero del mineral de hierro rumbo a los Altos Hornos vizcaínos y hoy moderno mirador frente al Puente do Santos que comunica Galicia con Asturias, justo al lado del Fuerte de San Damián de carácter defensivo. Aún quedaban algunos miradores más por visitar, pero los dejamos para el día siguiente. El descanso era nuestro próximo objetivo, no sin antes aprovechar lo que quedaba de tarde tomando un café en la amplia plaza donde la chiquillería revoltosa la llenaba con bríos de fiesta.

Julio Cob Tortajada

http://elblocdejota.blogspot.com
Valencia en Blanco y Negro- Blog

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