
Bandadas de estorninos
 Desde hace unos dÃas, al atardecer, veo pasar por delante de mi balcón cientos de estorninos que van a posarse sobre unos árboles frondosos que se levantan a los lados de la calle. Son castaños de indias de casi 30 metros de altura. Pasan en oleadas y se camuflan entre las hojas y las ramas, como notas de un pentagrama. Forman una gran algarabÃa, mezclando gritos y gorjeos en un intrincado torbellino acústico.
 No todos farfullan o parlotean lo mismo. Distingo entrelazados cantos de gorriones, mirlos y urracas. Son pájaros polÃglotas, con un gran oÃdo, capaces de imitar sonidos muy variados, algo que ya sorprendió a Mozart. El alboroto dura casi una hora, y cesa repentinamente al oscurecer. No sé cómo se ponen de acuerdo para hacerlo tan al “unÃsono”. Sin duda, son aves muy disciplinadas, porque durante toda la noche no se oye ni pÃo. Ni un “piullido” se escapa de sus picos. (He recuperado esta entrañable palabra onomatopéyica de mi infancia, releyendo “Los sueños” de Quevedo).
 Son los estorninos aves gregarias, se juntan para protegerse del ataque de halcones y gavilanes y dibujan con su vuelo hermosas nubes de formas sorprendentes, tan sincronizadas que parecen transformarse en un ser fantasmagórico. El secreto está, al parecer, en que cada pájaro sigue el aleteo de los siete compañeros de viaje que vuelan su lado. El conjunto es el resultado de la agregación de esas sincronÃas individuales, asà que no hace falta una mente global que dirija el espectáculo. Nunca chocan entre sÃ, y no necesitan a ningún lÃder que dirija la bandada y organice el vuelo.
 Estos estorninos (también conocidos como tordos o zorzales) cuando caen sobre viñedos y frutales causan enormes estragos, por lo que muchos agricultores tienen que acudir a ahuyentadores sónicos para evitar la plaga. Sus excrementos son muy corrosivos y contienen bacterias y hongos que pueden causarnos muchas enfermedades, incluida la meningitis y la encefalitis.
 No todos los estorninos son iguales, los hay negros y los hay pintos. Los pintos son migrantes y sus plumas están moteadas de hermosos colores verdes, azules, marrones y blancos. Confieso que pájaros y árboles son los seres que desde niño han atraÃdo más mi atención. Tengo mucha más afinidad con ellos que con muchos de mis semejantes.
 Son éstas, divagaciones de finales de verano, en el que las oleadas de noticias no han pasado delante de mi balcón, alejado como he estado del alboroto polÃtico-mediático diario, leyendo a PÃo Baroja, a Quevedo y a Baltasar Gracián mientras recopilaba y seleccionaba, entre los cientos de artÃculos que he ido publicando en el último lustro, un ramillete con el que editar un libro al que daré el tÃtulo de “La verdad sea dicha”. Hablo de la verdad que no debe callarse y que, además, ha de ser fuente de dicha.
 Y ya, empujado por la metáfora pajarera o pajaril, y puesto a interpretar las señales del cielo, pienso en cómo funciona o se configura una masa, cómo los individuos acaban perdiendo su individualidad en medio de una ola que los arrastra sin posibilidad de escapar a su empuje. No es necesario poner a todos los individuos previamente de acuerdo, dispuestos a obedecer y a seguir a un lÃder; basta con sentir la necesidad de acomodarse al pequeño grupo con el que uno vive y se mueve cada dÃa, los más cercanos e influyentes, para acabar formando parte de esa bandada de estorninos alborotadores. (AplÃquese la alegorÃa, por ejemplo, al vuelo del “prusés”).
 Y mientras tanto seguimos a la espera de que ocurra un milagro y las nuevas elecciones nos saquen del atolladero en que cada dÃa nos hundimos un poquito más. El abyecto espectáculo que nos están ofreciendo Iglesias y Sánchez está degradando tanto la polÃtica que es sorprendente que la mayorÃa siga yendo a votar. Pero nos esperan dÃas gloriosos, un otoño lleno de sorpresas. La polÃtica basura ya está alcanzado el nivel sublime de la televisión basura, la de los programas y las tertulias, no del corazón, sino de la entrepierna.
 Asà que sigamos observando el vuelo de los estorninos y oyendo sus trinos vocingleros. Mientras los árboles ofrezcan sus ramas y hojas para dormitorio de los pájaros, elevando sus copas al cielo del atardecer, nada estará del todo perdido.
 Santiago Trancón
Bandadas de estorninos. Por Santiago Trancón,
1 comentario
mvelasco56
Llueve esta mañana. Veo deslizarse las gotas sobre el cristal de mi ventana mientras imagino esa algarabÃa de estorninos que describe Santiago Tarancón. Y rememoro al unÃsono de sus divagaciones, a Baroja y a Gracián. Y a Delibes, sobre todo. Y me digo que es bello escribir estas postales, y que sin duda, ese libro que anuncia “La verdad sea dicha” será uno de los textos que tendré que leer.
14/09/2019