Danzando hasta que la luna se canse. Por Dorotea Fulde Benke

Danzando hasta que la luna se canse

Danzando hasta que la luna se canse

Anochece en una fábrica abandonada. Una luna gigante se desprende del contorno del tejado. Hay charcos en el patio de la fábrica. Cada charco refleja una luna y en cada charco hay una persona inmóvil. No se ven detalles, solo sombras. Comienza a sonar un violín tocando un baile húngaro.

Las figuras inician su danza al son de la pieza, se mecen y giran, levantan los brazos, pisotean el agua. Los reflejos de la luna se rompen. La melodía incrementa en rapidez y así los movimientos de los bailarines. Se suceden temas cada vez más salvajes y ya es imposible distinguir entre las figuras, sus ropas oscuras y ligeras y las sombras que bailan en el suelo.

De pronto oscurece la faz de la luna. Hilos de nubes negras envuelven y tapan parte de su cara luminosa y brillante.

Con un tono agudo se calla la música, los bailarines saltan fuera de sus charcos. Al rato, cuando despejadas las nubes la luna vuelve a mostrarse entera, se la ve muy pequeña y perdida allá en lo alto del cielo.

Aparecen los títulos:

DANZANDO HASTA QUE LA LUNA SE CANSE

La película según la imaginación de cada uno…

 

Dorotea Fulde Benke

Blog de la autora

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