El Decoro
A la luz de algunos acontecimientos, el término «decorum» no es nuevo. Ya en los albores del 1541, el artista Miguel Angel provocó con su pintura El Juicio Final el escándalo y las críticas más violentas, pues se consideraba vergonzoso que en un lugar tan sagrado como La Capilla Sixtina se hubiesen representado tantas figuras desnudas. El artista fue acusado de hereje.
Todo tiene su propia versión del decoro menos una pequeña nimiedad que pueda parecernos, por lo nimia, igual de natural y obvia; me estoy refiriendo a la mezcla estrepitosa que causan dos elementos intrínsecamente relacionados : el calor y el verano. El estrépito causado podría decirse que es para el «decorum» una bomba de relojería. El menos impúdico es el género masculino en cuanto a surgentes estómagos al aire se refiere. Está bien que quieran lucir «palmito» al aire libre pero resulta de lo más inapropiado si el vecino de turno entra a tu mismo ascensor a pecho descubierto. Admitamos, por lo menos, que es una falta total de consideración al prójimo y es que algunos se creen que habitan una verdadera tabla de chocolate o un perfil digno de ser enseñado cuando ni lo uno ni lo otro.
Eso sí, frente a nosotros pervive la sabiduría popular con dos de sus refranes al respecto del tema :»el que no mira, no suspira y lo que se ve se luce, lo que no, se canuce». Y el pueblo es siempre soberano… o no pero eso aquí… ya es otro cantar.
USUE MENDAZA