Gracias, individuo Trueba. Por Ana M.ª Tomás

Sé que mis lectores, tanto los que estén de acuerdo conmigo como los que no, entenderán que, en lugar de llamar «señor» a Trueba, lo llame «individuo». Lo hago porque, según nuestro diccionario, «señor», entre otras acepciones, además de hombre respetable, es el tratamiento de cortesía que se aplica a un hombre. Y, sinceramente, considero que un hombre «respetable» no da el deplorable espectáculo que dio él mientras recogía —eso sí— el Premio Nacional de Cinematografía. Y, desde luego, quien no tiene el mínimo respeto y cortesía con quienes lo agasajan no puede pedir que lo tengan con él, mucho menos todos aquellos que, de una u otra manera, nos hemos sentimos interpelados por sus palabras. En «individuo», por el contrario, entra perfectamente en la definición: «Ser vivo, animal o vegetal, perteneciente a una especie, considerado independiente de los demás».

En cuanto a expresarle mi gratitud… está más que claro: que él no se haya «sentido español ni cinco minutos» me proporciona un alivio inmenso. Para nada disfruto compartiendo con semejante sujeto una patria tan llena de grandes personajes como Cervantes,  Martín Cortés de Albacar (descubridor de la declinación magnética de la brújula); Blas de Lezo (el valiente y olvidado héroe que, defendiendo Cartagena de Indias, con sólo 2.830 hombres y 6 buques, logró que Inglaterra sufriera la mayor y más vergonzosa de sus derrotas llevando más de 30.000 hombres y 195 buques); Ramón y Cajal, Ortega y Gasset, Isaac Peral, Juan de la Cierva, Mariano Barbacid… O mujeres  como Isabel la Católica, Teresa de Jesús, Agustina de Aragón, Clara Campoamor, Concepción Arenal, María Cegarra, Margarita Salas o Carmen Iglesias… por citar algunos de los miles de ejemplos. Lo que Trueba ha hecho al desvincularse de nuestro país ha sido devolvernos a muchos el orgullo de no tener que compartir patria con semejante espécimen. Bastante tenemos con los que, sintiéndose españoles, son traidores a sus familias, a la sociedad o a su país. Conformémonos pensando que en todos sitios cuecen  habas.  Trueba  está en total libertad de considerarse de donde le dé la cinematográfica gana pero… yo me pregunto, vamos, yo y medio país, si no es español, ¿qué cojones (palabra española donde las haya) hace recogiendo un premio español tan importante? Y cuando digo recogiendo me refiero a los agasajos pertinentes y a los treinta mil euros —¡ojo!— «es-pa-ño-les».

¿Saben el chiste ese que cuentan algunos políticos de un niño que prefiere decir que su padre trabaja en la noche de Fernando Truebastripper antes de reconocer que milita en el partido político contrario al del que cuenta el chiste…? Pues igual le ha pasado eso a Trueba, que se avergüenza menos de decir que no siente español que decir que su país de origen es Impresentalandia. De todos modos, no pudo negar su origen: impresentable. Además de cínico y ruin.  Un hombre que ha recibido en los últimos veinticuatro años más de cuatro millones de euros españoles en subvenciones, ¡manda huevos!

Dentro de los cánones de la cortesía de todas las culturas, su actitud, más que inaceptable, es inconcebible. Hay que tener cuajo, con la que está cayendo, para decir: «Siempre he pensado que, en caso de guerra, yo iría con el enemigo. Qué pena, qué pena que España ganara la guerra de la Independencia. A mí me hubiera gustado que ganara Francia».  ¿Que siempre iría con el enemigo? A mí también me gustaría  saber si tendría narices para ponerse ante un refugiado sirio (ahora que los tenemos como un triste ejemplo cercano sabiendo de guerras y enemigos) y decirle que estaría encantado de que sus enemigos ganaran la guerra en su país.

Recibí en mi correo una solicitud de firma para apoyar que le sea retirado el premio que tan ingratamente recogió. Por un momento pensé que igual él tendría un momento de claridad y sería él mismo quien lo devolviera avergonzado. Pero a estas alturas… está más que claro el autorretrato que nos ha mostrado el payo.

Mientras escuchaba sus insensatas palabras, me vino a la mente la canción de aquella lejana cantautora Cecilia: «España, camisa blanca de mi esperanza/ aquí me tienes, nadie me manda,/ quererte tanto me cuesta nada…» Y la canté una y otra vez… Por si sirviera de algo.Ana María Tomás 2011

Ana M.ª Tomás

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2 comentarios:

  1. Evidentemente, todos podemos a veces sentirnos avergonzados de nuestro país, o del comportamiento de ciertos individuos; pero también tenemos muchos motivos para quererlo. Y,por supuesto, la actuación de este señor no es de recibo.
    Un abrazo.

  2. Me ha gustado leerla. Ha puesto la voz precisa para la indignación de muchos.

    Gracias Ana María. Saludos afectuosos.

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