Ícaro de Luna. Por Catalina Ortega Díaz

Ícaro de Luna. Por Catalina Ortega Díaz

 

   Se despeñó en un sueño. Era sonámbulo y soñaba con volar como un Ícaro de Luna. El hielo selénico, en noche de plenilunio, puso plomo a sus alas. Le imagino náufrago del aire trazando la geometría vertical del albatros en su vuelo desde el Farallón del Alma. Le imagino un Neil Armstrong inverso amerizando sobre el reflejo de una luna hipnótica en perigeo; espejismo inalcanzable en noche de gala, donde olas ondulantes, vestidas de satén negro, bailaban sobre un mar nocturno hechizado por nefilims. Temblaban las estrellas. Lloraban lágrimas de fuego las errantes Perseidas. Le imagino observado, desde la ventana de la noche, por infinitas estrellas curiosas. Le imagino… ¡Ay!
Al amanecer, cristalizando el alba, cuando la bajamar aromaba de salitre la brisa y las dunas, aún, bostezaban aliento de relente, encontré su cuerpo desnudo -arrecife de nácar, cometa sin hilo-, tendido sobre el manto de terciopelo verdinegro que tejen los líquenes sobre las rocas. Olas rumorosas, en marea baja, le besaban con labios de espuma. Sus ojos, zafiros minerales, miraban fijos a la Nada o al Todo con el alma huida. Por fin, su espíritu era libre. Mi hermano gemelo fue el último Ícaro: el penúltimo Schreber.
¿Cuál fue la causa de que un ser tan extraordinario se adelántese al común destino de todo humano, pagando su existencia al contado sin respetar este préstamo, con interés variable, de pago a plazos, al que llamamos Vida? Mis labios estaban sellados. Nunca revelaría el motivo de tan épico salto.
Si Neil Angstrom fue el primer hombre que puso un pie en la Luna, tras el histórico alunizaje, mi hermano fue el primer hombre que puso su iluminada cabeza en el espejo lunar por amerizaje e inmersión en un mismo acto; algo que sólo está al alcance de un genio, como lo fueron todos los Schreber-hecho histórico conocido desde hace siglos- pertenecientes a la más alta nobleza del Cielo tal como escribió mi maravilloso bisabuelo; Ilustrísimo Juez, Presidente de Sala, Daniel Paul Schreber en “Memorias de un Enfermo Nervioso»

Daniel Paul Schreber

   Nuestro padre- “Dios para los hijos, siguiendo las imposiciones de su abuelo el Dr. Moritz Schreber”- se sintió traicionado. ¿Quién perpetuaría el ilustre apellido y la estirpe de los auténticos arios, hijos de Odín, portadores del Espíritu Schreberiano nacidos para regenerar a la Humanidad acorde con el Nuevo Orden Cósmico? En silencio guardaba la inconfesable respuesta a su pregunta: yo le empujé.

En mis entrañas latía, con fuerza, el corazón del último Schreber

   Memorizaba las palabras de mi bisabuelo Daniel Paul, que denunció ser víctima de Almicidio y mártir de la Psiquiatría, tras vivir una infancia y juventud sometido a la perversa autoridad de su ilustre padre que cometió, con sus hijos, abusos y torturas aterradoras.
“No me restaba sino resignarme a la transformación en mujer para una ulterior fecundación por medio de los rayos divinos (semillas de su Padre-Dios) con el fin de crear nuevos hombres” (Daniel P. Schreber “Memorias de un Enfermo Nervioso” Cap. XIII.
Con evidente enojo, mi padre ordenó incinerar el cuerpo de mi hermano al pie del acantilado, y hubiese lanzado sus cenizas al océano, con desprecio, como si de un excremento humano se tratase, de no haberme apresurado a recogerlas ayudada por Nur y Juanita; los caseros filipinos. Tras un ritual inventado, depositamos sus restos en las aguas del Río del Olvido donde, según la leyenda, todo el que se sumerge en las aguas del Lete (Guadalete) olvida su pasado.
Traspasada por el dolor, juré vengar a mi hermano y padre de mi futuro hijo, que ya presentaba síntomas de almicida; tradición paterna Schreberiana, al igual que el incesto. Nuestro bisabuelo Daniel Paul sufrió abusos de su padre el eminente Dr. Moritz Schreber e indujo a sus hijos a mantener relaciones incestuosas a fin de generar una nueva humanidad de raza aria. Tras el tropiezo de una bala con la cabeza de su hermano mayor Gustav Schreber- ¿suicidio?-, sólo quedó mi Bisabuelo con la pesada carga de perpetuar el ilustre apellido, lo que le llevó (desconociendo la existencia de un hijo habido de su hermana Sidonie -mi Abuelo, dado en adopción- y engendrar hasta seis hijos de su esposa Sabine Bher – abortados, oportunamente, por “la buena” de Sabinita-) a delirar, bajo efectos de potentes drogas alucinógenas, con convertirse en la mujer de Dios (su padre) para perpetuar su linaje.
El Dr. Moritz Schreber fue-según su Historia Clínica- un padre sádico, megalómano; ortopedista de cuerpos y almas arias; precursor del nazismo. Con sus libros de Educación como razón de Estado, fueron adoctrinados, Sigmund Freud, Adolf Hitler…

Moritz Schreber

   Daniel Paul fue secuestrado en hospitales para enfermos furiosos y asilos para mendigos y delincuentes, durante once años. Apeló su inhabilitación, negando el diagnóstico de Demencia Paranoica. Con su lúcido alegato, argumentó haber padecido estado nervioso a causa del exceso de trabajo, pero negó ser un demente. Sus delirios fueron producidos por ingestas masivas de drogas alucinógenas administradas por neuro-psiquiatras, bajo el influjo de las cuales revivió las secuelas de su tortuosa infancia narrada en el III capítulo de “Memorias de un Enfermo Nervioso” censurado por el editor por considerarlo escandaloso. Ganó la apelación y la libertad.
Sin embargo, Sigmund Freud (nunca llegó a conocerle) le condenó a pasar a la Historia como “El Loco más Famoso de la Psiquiatría” reflejando, en él, sus propias neurosis. Así se lo confesó a su amante y discípulo, Ferenczi, en una carta fechada el 3 de diciembre de 1910:

«Por otra parte, soy Schreber, nada más que Schreber»

  Cumpliré mi juramento. Vengaré a mi Bisabuelo. Libraré a mi hijo de padecer el tradicional almicidio Schreberiano, transmitido de padres a hijos varones. Mi padre tiene los días contados. Aviso, soy una mujer fatal y punto.

Artilugios inventados por Moritz para la perfección del cuerpo ario.

(Fragmento del libro Copyright © Catalina Ortega Díaz 08/2011/608)

Catalina Ortega Diaz

Fracasadora de gran Éxito

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