Mi niño interior
Inconscientes cobijamos un niño travieso, inquieto,
jugueteando clandestino en nuestro corazón,
a veces llorando por siempre nuestros dolores,
a veces riendo libremente en nuestro interior.
De manera tan profunda y pura,
como los adultos no nos atrevemos,
por las apariencias y «el qué dirán»…
magnífica conveniencia de pétrea crisálida.
A veces, escapa por unos instantes a la superficie
y se lanza con bromas desacostumbradas,
algo densas, solo aceptadas por quienes nos aprecian,
y aquellos que no se nos quedan observando.
Como si fuéramos parte del inframundo…
Bueno… quién sabe… en cierto modo…
entender o no entender… sería la cuestión,
¿acaso tiene algo de malo?…
Prefiero pensar que el niño que fui
nunca me abandonará, ni yo a él…
ni cuando llora, pues lo consolaré,
ni cuando ríe…
pues compartiré su risa franca, sincera,
sin maldad, ni traiciones,
de las que germinan en la huella del adulto,
a pesar de no desearlo, ni premeditarlo.
Y, si mi niño interior algún día se marcha,
o si se duerme tan profundo
que ya no despertara,
entonces habré comprendido,
sumido en la tristeza que añora al cometa,
que he envejecido tanto
que me resulta imposible el reconocerme.
Gustavo M. Galliano