DE ESPALDAS AL GUIÓN. Por Julio Cob Tortajada

Iñaqui Arteta, director de cine, con su película “El infierno vasco”, ha llevado a la pantalla el testimonio de unos personajes representativos de la sociedad en que viven; o en la que vivían: ese trozo entrañable de una parte de España y que hoy es considerado como el de un infierno para los que en él pasan sus días. Por razones de todos conocidas, muchos vascos han tenido que refugiarse fuera de su tierra, renunciado a un pasado del que se han visto obligados alejarse, acomodándolo en sus mochilas rumbo a otra parte.

Otros, aún peor; con la pena compungida de haber perdido seres queridos, unas vidas segadas por una pandilla de miserables que, a la postre, son vitoreados por el sector más detestable de un pueblo que tiene de vascos lo mismo que de españoles: nada. Por sus obras los conoceréis, dice la cita bíblica. Y de sobra son conocidas sus tropelías por todos aquellos que tienen algo de decoro.

Iñaqui Arteta, nos deja pues, el testimonio de unas vidas mutiladas que claman por su desamparo, como el de aquellos que denuncian las vejaciones a que son sometidos por sus vecinos, alentadas por un lendakari que, a lo suyo, mira hacia otra parte. Sólo los que alientan el tiro a la nuca y la extorsión campan por sus anchas, dueños de las calles de las que se creen amos y señores.

Mientras tanto, Iñaki Arteta se lamenta de la respuesta negativa que le han dado la treintena de actores de primera fila a la oferta de prestar su voz a la película; lo que retrata a este clan, no sólo como personas, sino que elimina también en ellos todo rasgo de buena voluntad, por decirlo suavemente.

Son los mismos que no dudan en lanzar soflamas incendiarias cuando se trata de denunciar hechos no probados, cuando ejercen su despreciable sectarismo, cuya interpretación alcanza el mayor grado de perfección, cuando con sus sonrisas y vítores perfumados de glamor, tratan de ocultar su mezquina actitud, la de ser portadores de sus estómagos agradecidos prestos a la subvención, y siempre al pie del cañón para las veces se les requiera en aras del enfrentamiento.

¿Dar ellos su voz en un largometraje que denuncia el terrorismo y muestra el dolor de los que sufren sus consecuencias? ¿Será porque no lo exige el “guión”?

Sin embargo, son los mismos que en los años del destape, los del despendolo, sí que lo hacían de forma generosa, y que por lo visto, aún siguen dispuestos a las exigencias del mismo. Pero en este caso, de la procedencia del guión, todos conocemos.

Julio Cob Tortajada

http://elblocdejota.blogspot.com
Valencia en Blanco y Negro- Blog

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