ESTÁ DORMIDO EL DORMILÓN. Por Carlos Roberto Lopez Parra

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En esta ocasión, quisiera presentar en el Blog Canal Literatura, el poema "Está dormido el dormilón" de mi joven amigo escritor Celso Rainiero Lizarazu . Este poema hace parte del libro "Conducta de perro y otros inofensivos tripulantes", una obra llena de ricos y frescos matices, evocadora, tranquila y al mismo tiempo vehemente. En este libro se encuentran reunidos los miembros más humildes de la psicología de un perro humanizado;paradójicamente hallamos lo más salvaje del hombre y al más humano animal, a la presa más valiente y al más huidizo cazador, a un aliado de la calle y al amigo del hogar, al fiel compañero de la civilización y al sólido eslabón de la naturaleza en el concreto.

En "Conducta de perro y otros inofensivos tripulantes" es constante la metáfora del perro vagabundo como habitante presente e invisible de la ciudad, y en efecto, el poema que he escogido para presentar acá, es el testimonio de otro ser invisible y olvidado, repudiado y proscrito en nuestras grandes capitales Latinoamericanas: el vagabundo, el indigente, el loco, el desechable, el gamín. Pues bien, "Está dormido el dormilón" se convierte en la triste canción, en un modesto aliento para los casi un millón de individuos que viven en la indigencia en la ciudad de Bogotá.
Carlos Roberto Lopez Parra .

ESTÁ DORMIDO EL DORMILÓN

Está dormido el dormilón,

está muy triste su historia,

está difícil contarla

y no sé de qué manera.

Todo comienza con tardes

en su humilde enredadera.

Tuvo sueños también largos

y el horror a las cadenas.

Fue tan joven como todos

para salvar lo que queda.

Se acomodaba en los parques

para contar las estrellas,

reservándole unas cuantas

a su bella compañera.

Está dormido el dormilón

y su homenaje espera;

una carta, una canción,

un intento de poema.

Por lo menos que alguien vea,

quien lo ayude, quien lo muerda.

Está dormido el dormilón,

de la noche se alimenta,

a las monedas persigue

por un soplo en una hoguera.

Que ya no quiere robar,

que a la ciudad detesta.

Un andén, un boulevard,

un jardín, una alameda,

cualquier rincón de cemento

para dormir una siesta.

Está dormido el dormilón.

¿Por qué dijeron afuera?

Desplazó a la soledad

por el polvo y la miseria.

Hoy dormido el dormilón

ronda en sus cicatrices,

por la ribera de nadie,

por cartones invisibles.

Duerme mientras trabaja

revolviendo las canecas,

comiendo pan a mendrugos

en la casa de un poeta.

Yo lo he visto fusilar

con su dolor a las reglas,

cobijarse con papel,

con las noticias impresas.

Todos lo han visto antes

pero nadie se le acerca.

Hoy dudo que sea su olor,

él, como nadie, piensa.

Quizá porque es militante

de la libertad perpetua,

huyen los hombres del triste

y esconden sus billeteras.

Está dormido el dormilón

y a Bogotá desespera,

con su hambre y ansiedad,

con la muerte que no llega.

A veces desarreglado,

recuerda o de pronto sueña,

su niñez hace unos siglos,

su madre que aún lo espera.

Y él, que puede llorar,

prefiere contar violetas,

envidiar a las palomas

con sus alas de cometas.

Visita los campanarios

con la mirada apenas,

porque dios no ha permitido

pisar al loco la iglesia.

Está dormido el dormilón.

¿Cuántos sueños tiene en su costal?

¿Cuánto habrá olvidado para convertirse en cosa?

Y por la calle camina, muy dormido y mutilado

a su luna en la indigencia.

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