Maestra, dame un folio. Por Mati Morata

“Maestra, dame un folio” o “maestra, repite lo último” es la manera más frecuente con la que un alumno se dirige a su profesor cuando tiene una necesidad.
Puede que, a pesar de los esfuerzos de sus maestros y profesores de lengua, desconozcan la conjugación y la forma del imperativo, pero utilizan a la perfección su intención de dar órdenes o mandatos, al tiempo que tienen un detector que hace que se desconecten del mundo cuando las reciben. Curioso, ¿no?
Sus oídos no estallan en mil pedazos ante la falta de sensibilidad y respeto que supone el que un alumno imponga y exija a quien detenta la autoridad sobre él, en ese contexto, su profesor. Y no les chirría el alma al oír o decir esto, porque quizás los padres, maestros y profesores de hoy nos desocupamos de enseñar las formas de cortesía.
No está de moda el pedir las cosas “por favor”, ni agradecerlas de modo explícito dando las gracias. No cuidamos el tono adecuado de voz (el suficiente para hacernos oír), no estamos atentos para ceder el asiento a los mayores o mujeres embarazadas, ¡y ni que se le ocurra a alguien pedirnos nuestro turno en una cola…! La cortesía está relegada al pasado y condenada al olvido.
Y yo me planteo: ¿será este uno de esos avances o esas conquistas que traen consigo la modernidad y la era tecnológica? ¿Viviremos mejor despojados de esas formas, en algunos casos, arcaicas y casi siempre hipócritas? ¿Somos más auténticos y más libres sin esos corsetes del comportamiento? ¿O realmente nos estaremos olvidando de enseñarles a conducirse como personas educadas?
La educación y el respeto son exigibles, pero ¿y la cortesía? La cortesía es un grado más y vive un escalón más arriba del respeto. Pero me niego a creer que sea un adorno superfluo; es el aderezo que convierte nuestras relaciones en experiencias gratas y deseables, y es, además, eso que hace que te reconozcas como persona en ellas. Es necesario reivindicar las buenas formas, los saludos, las gracias, los tonos adecuados de voz para eliminar las violencias en el trato, las indiferencias y la despersonalización en nuestras relaciones.
Regalar un gesto amable es muy barato y gratificante. ¡Qué escaso está el mundo de sonrisas amables, de gente cortés y de personas agradecidas!
Alumnos, tengo algo que deciros. Por favor, ¿seríais tan amables de leer esto? Gracias.

Mati Morata
Colaboradora de esta Web en la sección
«Miradas con MatiZ»

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