Un lector como Dios manda. Por José Belmonte


Umberto Eco apenas otorga un respiro en esta novela densa, compleja y bien construida

Autor: Umberto Eco. Estilo: Narrativa. Editorial: Lumen. Barcelona, 2010. 587 páginas. Precio: 23,9 euros.

Umberto Eco no se fía del criterio de sus lectores. Como buen teórico de la literatura y excelente semiólogo de fama internacional, parece haber llegado a la firme conclusión, tras la publicación de media docena de novelas y un extenso número de libros ensayísticos, de que al lector no conviene ponerlo a prueba, y que hay que darle facilidades para que pueda entender el texto.

Dicho de otra manera: en ‘El cementerio de Praga’, Umberto Eco, para que no le suceda lo acaecido con el ya lejano ‘El péndulo de Foucault’ o con su ‘Baudolino’, incorpora al final de su última entrega, unas «inútiles aclaraciones eruditas», en las que afirma que «al narrador […] a menudo le ha costado orientarse, pero considera que un lector como Dios manda podría pasar por alto estas sutilezas y disfrutar igualmente de la historia».

Vano consejo porque, al margen de que siempre pueda tener razón por aquello de que ‘quien paga manda’, el lector es soberano en su terreno y para nada tiene la obligación de seguir los consejos del autor quien, en el fondo, no deja de ser otro lector, aunque con ciertos privilegios que le vienen de antiguo.

‘El cementerio de Praga’ no es ‘El nombre de la rosa’, pero en ciertos aspectos es la novela que le ha servido de referencia a su autor. Una historia densa -acaso en exceso-, con una trama repleta de trampas y en la que el lector se ve en la necesidad de hacer un raro ejercicio de contorsionista improvisado para no perderse en las muchas y constantes veredas de las que está poblado este largo y, en ocasiones, fatigoso camino.

Lo mejor de todo puede que sea la ambientación. Esas pinceladas con las que, como una limpia acuarela, Eco pone sobre el tapete la ciudad de París de finales del XIX.

Pero, al margen de esa circunstancia, que no pasa inadvertida al lector, no conviene dejar a un lado las disquisiciones que aquí se nos ofrecen sobre aspectos relacionados con determinados libros y ciertos escritores, al margen de la lectura, personal e intransferible del mundo y sus pompas, que el autor de la novela nos ofrece en estas páginas.

Umberto Eco se vale de su propia experiencia para asegurar, no sin razón, que «los artistas, aun de lejos, son insoportables, y no hacen más que mirar a su alrededor para ver si los estamos reconociendo».

Ay, el ensimismamiento y la autocomplacencia que ha llevado a la tumba del más clamoroso de los olvidos a más de un mentecato, a más de un impostor.

Asociación Canal Literatura
José Belmonte
Fuente: Ababol

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