Poemas sueltos. Por David Martínez Garrido

 

¡A la carga!

 

Así avanzamos,

cruzando altísimos puentes

de poliespan.

Aniquilando plagas con las manos,

golpeándonos la ropa

contra muros dentados.

Atravesando intrépidos laberintos

encerados sin piedad.

Abriendo y cerrando puertas,

pillándonos los dedos.

Y, cada vez que nos detenemos,

caemos.

 

El acuario

 

Los peces lloran angustiados

dentro del agua enjaulada.

Han descubierto que sus plantas

en realidad son de plástico.

 

La ducha

 

Abro con sigilo la puerta del lavabo

lo justo para poder espiarla

entre bambalinas.

Después de desvestirse

se introduce en la bañera

y examina el bote de gel íntimo

(le gusta siempre leer los ingredientes,

es tan rara y caprichosa).

Comienza a limpiarse, segura

en su destreza suave

de movimientos contenidos.

El jabón no termina nunca,

en cuanto se disuelve un poco

lo repone con diligencia

en la esponja.

No escatima en sus sobacos,

los refriega con violencia

durante no sé cuánto rato largo.

Luego se emplea a fondo

en la zona de la entrepierna,

cubriéndola totalmente

con una mano de espuma

burbujeante

como un enjambre de abejas.

Pero qué duda cabe

que lo mejor del proceso

es la fase final o de aclarado.

Los chorros hirviendo

la atrapan y la envuelven

en una cortina de vapor,

inflamando la piel de su cara

de un rojo infantil.

Qué delicia

cómo se manosea el pelo,

cómo empuja el agua

con los ojos,

con las comisuras de los labios,

con el pecho,

con la frente,

con los dedos.

Al terminar, salta levemente

para sacudirse el agua del oído

sobre la palma de la mano,

después la otra oreja.

 

La telaraña

 

Me dijo ¿sabías

que las telas de araña

sólo son pegajosas en sus círculos

y no en sus radios?

Así que, David, no te andes con rodeos

y ve siempre directo al problema.

Y yo no supe qué coño

responder a eso.

 

El rosal

 

El párpado confuso,

despellejado

por una espina férrea.

El ojo desorientado,

empañado y opaco,

qué mal lo pasa.

La sangre que escupe la herida

no se sujeta con las manos,

resbala mansamente

por el envés de las hojas,

cayendo agonizante hasta el suelo

para seguir avanzando,

ya sin fuerza, zigzagueando

por las grietas del jardín.

 

Ella

 

Es toda alas, como la flecha

en su vuelo más correcto.

Es misteriosa, como una lengua de esponja

enterrada en una nube

o una voz colgada en la ventana.

Insegura, como un hierro

del número ocho.

Lánguida, como un cactus subiendo

por las escaleras.

Inoportuna, como una avispa.

Obsesiva, como una máquina

de hacer zumo de naranja.

Distante, como Canadá.

Audaz, como el murciélago que cruza

el aire lleno de trampas.

tmouth

©David Martínez Garrido

Todos los derechos reservados

 

David Martínez Garrido

Farmacéutico de profesión. Ha publicado relatos y poemas en Letralia, Entropía, El coloquio de los perros, Excodra y Margen Cero. También ha sido articulista de carreras de caballos en TodoTurf. Actualmente escribe reseñas de libros en Culturamas.

6 comentarios:

  1. Son las 12:30 de la noche exactamente. Mi hora mágica para leer poesía. Para leer poesía mágica.

    David, a partir de ahora voy a encontrar maravilloso, más si cabe, darme una ducha.

    Son un tesoro estos poemas. Ni te imaginas lo que los he disfrutado

    Un abrazo.

  2. Poemas sueltos, escritos con soltura, repletos de imágenes acertadas «como la flecha / en su vuelo más correcto».
    Me encantan.

  3. Muchas gracias y muchos besos, Elena 😉

  4. Poemas diversos como los momentos a lo largo del día. A cada uno el suyo.

    Ya sabes que me gustan y me ha gustado mucho oír tu voz, tu nombre desnudo. Sacar fuera lo de dentro sin disfraces. Muchos besos.

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