Anciano. Por Salvador Pliego

Tendrás las pupilas de la tierra
y el clamor dulce y blanquecino de tu historia.
Yo nada tengo sino tus ojos tristes.

Por sobre la orilla, el camino,
la taberna en que se beben los luceros
en el descanso de tus viajes
y la mochila de años recorridos.

Vendrán desde tus ojos
los panes y las ollas de un caldo de recuerdos.
Pero, yo nada tengo sino tus ojos tristes.

Y en el silencio de los cántaros
un río a su orilla le humedecerá sus hortalizas,
así como tus ojos al barro le llenarán de vida.

Pero, nada tengo y nada encubro.
Viviré y limpiaré mi vida con la vida.
Y en el recorrer del siglo,
plantaré tus ojos en los míos
y tus manos en mis huellas.
La isla de los años socavará la sed de mi garganta.

Me dirás: camina…
Y otra vez mi boca sembrará su primavera
recorriendo lo que seré y lo que he sido.
Pero, en los ojos de mi alma nada tengo…
sino tus ojos tristes.

Salvador Pliego
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