Recuerdos. Por Dorotea Fulde Benke

Recuerdos

No, no, no hace mucho frío, solo lo estoy imaginando y mis recuerdos dibujan arabescos de hielo en la ventana. Poco a poco el vaho de mi aliento abre redondeles transparentes por los que me asomo a un paisaje nevado de cegadora blancura.

En la chimenea cruje la leña. Sé que hay lenguas azuladas que entre gemidos y chisporoteos van consumiendo la madera. En mi infancia yo no conocía hogueras alegres y reconfortantes. Solíamos tener un brasero con trocitos de carbón en cuyo interior parpadeaban rescoldos y que colocábamos debajo de la mesa camilla. Arrimados a su raído mantel aguantábamos hasta que nos empezara a doler la cabeza mientras nos ardían las rodillas y la espalda se quedaba tan fría como las piedras de la chimenea.

En un invierno muy malo, mi padre enfermó. Temblaba de frío y no había manera de que entrase en calor. Los vecinos escucharon nuestro llanto y trajeron sopa de puchero y cisco para el brasero. Le arropamos con las mantas que había y nos acostamos muy cerca de él. Al cabo de unos días se lo llevaron al hospital y no lo volví a ver.

Nunca podrá hacer tanto frío como el que yo sentía en la cama vacía de mi padre.

Me está agobiando el fuego de la chimenea que no está encendida. Solo son recuerdos… solo lo estoy imaginando.

recuerdos

Dorotea Fulde Benke

Blog de la autora

2 comentarios:

  1. Ufff. Fulminante. A este relato no le sobra ni le falta nada. Llega como una daga en mitad del corazón. Y sí, el frío de los recuerdos cala hasta la médula.

    Muy bueno, Dorotea, muy bueno.

  2. Creo que ese frío sí se recuerda siempre. Igual que un texto como este que expresa tan bien y tan intensamente como se siente.
    Abrazos

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