Sexto sentido. Por Ana Mª Tomás

Sexto sentido

«En ocasiones veo muertos» es la famosa frase lapidaria que ha quedado para la posteridad en nuestra memoria cinematográfica para asociarla al sexto sentido. ¿Recuerdan la película? Malcolm Crowe, un psicólogo infantil, vive obsesionado con el recuerdo de un joven al que no fue capaz de ayudar. Cuando conoce a Cole, un aterrorizado y confuso niño de ocho años que recibe visitas de espíritus atormentados que lo asustan, se le presenta la oportunidad de redimirse haciendo todo lo posible por ayudarlo. Al final de la peli, aunque sin querer ser presumida yo lo supe desde el primer momento, se descubre que el psicólogo no es más que otro espíritu de los que vienen a verle, y que está fiambre total sin haberse enterado todavía.

Sin embardo, el llamado sexto sentido es mucho más que una fluida y extrasensorial comunicación con el más allá, es decir, el más allá de las cosas que tenemos en el más acá de nuestras narices. El sexto sentido es un pálpito, una intuición, ‘un no sé qué pero lo sé’ que nos asegura nuestro interior lo que poco tiempo después nos confirman las pruebas fehacientes. Es un intercambio de sensaciones y sentimientos con nuestro yo más profundo y desconocido. Es un ‘lo sabía’ que resuena en cada uno de los poros de nuestra alma. Y que “no forma parte del proceso intelectual racional, se presenta de repente e inesperadamente proporcionando información anticipada”. Es una ayuda extra que permite intuir cosas que están pasando y no sabemos o que van a pasar, y que no todos poseen, que no todos podrían, aunque quisieran, experimentar.

sexto sentidoDicen que las mujeres poseemos esa especie de sexto sentido para detectar las intenciones de otras mujeres cuando se acercan a nuestros hombres, una especie de radar detector de zorronas (no se rasguen las vestiduras, muchas mujeres en algún momento de nuestra vida nos hemos referido a otras con semejante y poco honroso título). Y aquí no vale eso de ojos que no ven… porque para ello traemos incorporado de fábrica un ‘sexto sentido que lo detecta’. Y no, les aseguro que los hombres no lo tienen, no al menos con la intensidad y en el número que lo poseemos nosotras. Una vez leí –no recuerdo dónde– que «la intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre». Creo recordar que era de R. Kipling.

Algunos confunden el sexto sentido con el sentido común –el menos común de los sentidos–, pero yo creo que no es lo mismo, vamos. Para mí es justo lo contrario. El sentido común consiste en la capacidad natural de juzgar un acontecimiento de forma razonable. Lo que ocurre con este sentido es lo mismo que con el desodorante: quien más lo necesita es quien menos lo usa.

Pero volviendo al tema que nos ocupa hoy, y centrándonos en ese sexto sentido. Seguro que todos hemos vivido experiencias relativas a ese pálpito o conocemos a alguien que lo haya experimentado. ¿Recuerdan ustedes el accidente de avión ocurrido en La Habana el pasado mayo? Ciento ocho muertos. Sin embargo, pocas horas antes del trágico suceso, una pasajera decidió no acudir al aeropuerto, no tomar ese avión y perder el dinero del viaje por un estúpido pálpito. Estúpido hasta que las noticias escupieron las imágenes de la tragedia. «No había llegado tu hora», le espetó su pareja con la que había mantenido una bien calentita discusión por hacer algo tan sinsentido como perder ese viaje. Pero resulta que lo que en ocasiones nos inmoviliza, nos hace aplazar un viaje o rechazarlo puede que sea algo más que una tontería, puede salvarnos la vida. Probablemente no sea nuestro momento para abandonar este hermoso planeta, pero… qué o quién nos explica esa cosa extraña que nos nace en las tripas y nos impele a actuar como unos locos. Quién o qué nos avisa de cuidarnos de la persona más encantadora del mundo, de la que nuestra razón nos dice que es un compañero de trabajo maravilloso y que, a todas luces, lo es de manera palpable, y, mira tú, nosotros no terminamos de confiar en él… y finalmente da la cara y nos sale rana

El sexto sentido, el pálpito, la corazonada, la intuición…, llámenlo como gusten, es la lucidez que el corazón conoce y la mente desoye. Y quizás nos iría muchos mejor si en más de una ocasión le permitiéramos llevar las riendas de nuestra vida y silenciáramos el pepito grillo de la mente. Y para ello, no es necesario ver muertos en ningún momento.

Ana Mª Tomás

Ana Mª Tomás

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