Stefan Zweig, ¿FUE ÉL?: Empatía, celos y un perro. Por Ángel Silvelo

 

El arrebato como forma de ser y estar en el mundo tiene sus complicaciones, pues, a pesar de que en la sociedad en la que vivimos quizá nada sea tan inútil como lo es la poesía (si tomamos a ésta como una de las expresiones de la pasión —en este caso literaria— llevada al infinito), no es menos cierto que todo aquello que sobrepasa ciertos límites acaba volviéndose en contra de uno mismo. En este sentido, y sólo por poner tres ejemplos: el amor se convierte en egoísmo, la egolatría en tiranía y la amistad en tormento. Así, el gran Stefan Zweig, en esta nouvelle o relato corto titulado ¿Fue él?, nos despliega (en apenas setenta y cuatro páginas) todas las armas que un buen escritor debe poseer acerca de su conocimiento sobre el comportamiento de los seres humanos y las consecuencias que sus actos, en apariencia inofensivos, pueden tener sobre sus vidas. En esta especie de tesis que el escritor austriaco nos propone sobre las pasiones desaforadas que no conocen límite, asistimos, bajo su prodigiosa batuta literaria, a una sonata que mezcla la belleza del paisaje con la bondad tamizada por la edad madura, y a la cordura que el silencio lleva asociado en ocasiones con el pernicioso comportamiento (por excesivo) del cariño y sus múltiples manifestaciones. Con todo ello, Zweig nos propone un tource de force sobre las consecuencias de ese cariño desmedido antes mencionado, y lo hace apoyándose en las reglas básicas de la dosificación de la información que nos va llevando, poco a poco, a lo largo del relato, a imaginar ese lugar cercano a Bath y a su canal de Kenneth-Avon, e, incluso, a aceptar los profundos pensamientos de Ponto: un perro. Un perro, sí, que a medida que va avanzando la historia, se convierte en el verdadero protagonista de esta amalgama de empatía y celos.

Stefan Zweig, ¿FUE ÉL?: Empatía, celos y un perro.

Si bien esta pequeña pieza literaria no es lo mejor de Stefan Zweig, sí posee todas las características armoniosas de su estilo, pues desde el magnífico inicio en el que apenas en unas hojas ya nos pone en situación acerca de aquello que nos quiere contar hasta el manejo magistral de la tensión narrativa —cuyo punto álgido llega en la parte final del mismo— con la que consigue que no dejes de leer a pesar de que desde el principio ya intuyes el final, el escritor austriaco nos sumerge en la sinrazón de los celos para tratar de paso la soledad y el desamparo del amor y las trágicas consecuencias que éste puede conllevar. Esta reflexión sobre el ser humano le coloca, una vez más, en ese podio en el que muy pocos escritores no sólo están, sino en el que permanecen con el paso del tiempo, porque quizá el alma humana y sus más profundas grietas no cambian con el transcurso de los días, ya que la esencia del hombre siempre es la misma y Zweig lo sabe y nos lo transmite perfectamente con sus palabras, aunque sea a través de un relato tan sencillo como éste.
Ángel Silvelo Gabriel 

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