Suceso «Craterístico» Número Uno: «Ave, Caesar, morituri te salutant… ad aeternum». Por Mar Solana.

El señor Lunar, el que me vendió aquella peculiar máquina de escribir y la lupa mágica, me pidió que fuera una especie de corresponsal entre su planeta y el nuestro. Al principio no supe qué decir, salvo que ya no me llegaban los dedos para teclear todo lo que tengo pendiente. Se empeñó. Me lo pidió encarecidamente:

—Necesitamos comprender, curiosa terrícola, esa esferita verdiazul que se complica a medida que te acercas a ella, —me dijo con su boca de piano de cola y sus destellos de plata. «Pues menuda responsabilidad…», pensé yo.

— Solo tendrás que dejarnos tu opinión, una historia o lo que más te guste sobre los temas que te vayamos preguntando. Será suficiente para nosotros. No debes esforzarte para que comprendamos, nada más escribir lo primero que se te ocurra—me contestó, como si hubiera bajado un poco el hervor de mis pensamientos.

—Los llamaremos «sucesos craterísticos» de la Tierra y tendrán un sitio reservado en nuestro «Diario Lunario».

A regañadientes accedí. Mi intuición me siseaba que sería un trabajo valioso y significativo para ambas partes. También las almas de los Lunares necesitaban nutrirse con algo más allá de sus fronteras, tan perfectas y ordenadas.

A los pocos días me llegó por correo electrónico el primer «suceso craterístico» y unas líneas que decían lo siguiente:

«Señora terrícola Mar Solana: hemos captado, con nuestra maxi antena parabólica multi satélite, un programa muy extraño de su televisión terrestre. Un grupo de personas dejan sus hogares para vivir otras vidas en sitios muy apartados. En todo momento son grabados por cámaras que ellos conocen. No son felices mientras duran esos días,  pero luego van a otro sitio «cerrado», con muchos focos y más cámaras, y los vemos más guapos y lo más curioso: felices de haberlo pasado tan mal…

Por favor, para comenzar su primer “suceso craterístico” abra el archivo adjunto. Gracias».

Tras un doble click aparecieron varias hojas en blanco y un título:

DIARIO LUNARIO: «Sucesos «craterísticos» de la Tierra narrados por la «curiosa-terrícola-curiosa» Mar Solana».

Imagen

Suceso «craterístico» número uno: comprender los «reality show»…

Después de varios centrifugados sobre el tema, sin más dilación, me puse dedos al teclado. Y esto fue lo que envié al «Diario Lunario»…

«Reconozco que los romanos sí sabían morir. Máquinas entrenadas para arrear leches a tutiplén y encima, respetuosos con las patibularias decisiones del travieso pulgar de sus soberanos. Mientras el populacho disfrutaba con toda clase de perrerías sobre el coso ensangrentado, el emperador, con deleite y afectación, atento al momento clave del pobre desgraciado que acataría su última sentencia, preparaba su juicioso dedo. Enhiesto hacia el cielo dictaría la muerte del derrotado; tieso hacia la tierra, en un gesto magnánimo y generoso del laureado jefe de Roma, perdonaría su vida. Un certero asestamiento en el corazón con la longinos de turno o un desmembramiento de la testa a golpe de hachazo, concluían la disposición dactilar que acataba sin rechistar el vencedor, entre los vítores y salves de una plebe enardecida hasta el paroxismo.

Y en nuestro tiempo, el que nos ha tocado vivir, no han cambiado mucho las cosas; un poco de maquillaje, algunos disfraces… ¡ah, sí!, y que la gente no se muere, no al menos de verdad, como los romanos. Ahora los supremos que levantan el «pulgarcillo» son los señores creativos y realizadores del circo más inmenso de este siglo. A golpe de claqueta —o sin ella— se «ajustician» cabezas y corazones en originales y populares cosos: los reality show. Programas televisivos donde se realizan espectáculos a partir de la cotidianidad o «realidad» del día a día de una persona o de un grupo de ellas. «Tele-realidad», juicios y condenas mediáticos, también se dice así. Y claro, los participantes siempre salen mal parados porque la peña, que es masoquista por definición, pide sufrimiento ajeno, se alimenta de él, como vampiro de yugular. Cuando el «soberano mediático» levanta el pulgar —o la claqueta—, un grupo de personas comienza a vivir situaciones límite, sometidos a grandes fuentes de estrés. Una audiencia sedienta de morbo se encarga de asestar los golpes de gracia para que las víctimas más débiles abandonen el coso. En el fondo ignoran que es algo beneficioso para la salud anímica del que sale por patas, bueno, más bien por los pulgares del público. Después de vivir en el ruedo de la realidad, de ser golpeados por las exigencias de un sibilino guión, acudirán a la arena televisiva, sin ojeras, más guapos y relajados. Y allí les someterán a un sumarísimo de explicaciones de por qué actuaron como lo hicieron y a un largo etcétera de monsergas a las que el «expulsado» se subyuga como un corderito, rechistando lo menos posible, que para eso le untan pasta gansa. ¿Cómo?, ¿qué ustedes creían que la víctima, la del culo pateado, la que se larga por patas o lo echan por pulgares, desconocía su último calvario, el televisivo? No se preocupen, es algo normal en morales que no se mojan en charcas estancadas. Pero en el circo de este siglo, por desgracia, todo, absolutamente todo, está previamente pactado y pensado hasta el extremo. O sea, el fulano expulsado o que motu proprio abandona la plaza, recibe su adoctrinamiento a cambio de un fajo nada desdeñable. Sí, eso mismo: «Fulanito-a, saldrán a la luz tu peores momentos, tú solo debes dejarnos hacer. Si te resistes y formas bulla, mucho mejor. Te atacarán por todos los flancos. Serás la persona más despreciable y patética por unas horas. Y si nos permites hablar de aquella denuncia que te pusieron, siempre podemos negociar la suma pactada en tu contrato…».

¿Se imaginan al brazo derecho del César hablando con los condenados al coso, diciéndoles algo así como: «Tú tranquilo, que cuánto más aprietes las quijadas y más te retuerzas, más pundonor para la estirpe, mejor situados los dejas…»?

Y los hay muy desesperados, con esta lacerante crisis que nos golpea igual que un badajo sin control. Necesitan el dinero de forma urgente y se apuntan a las listas de este «circo». Total, otros comercian con su cuerpo, ¿por qué no iban ellos a mercadear con las miserias de su pasado, aunque sean afamados escritores, representantes de algo tan importante como la Cultura —con mayúsculas—  en el mundo terrícola?».

 

Mar SolanaMar Solana
Blog de la autora
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Palabras desde mi luna”

Ilustración: Ilustración realizada por © Estefanía López Gay
Sitio web:https://www.cuadrosartista.com

marsolana@canal-literatura.com

 

3 comentarios:

  1. Elena Marqués

    Magnífico, Mar, con un uso inteligente de la ironía y los juegos de palabras que nos hacen no solo sonreír, sino reír de verdad. Solo que, si nos paramos a pensar (para esto lo has hecho), nos presentas una realidad tan patética que dan ganas de pedirse un sitio en cualquier cráter deshabitado de la Luna.
    Y ahora una pregunta: ¿Crees que tenemos remedio?
    Un abrazo.

    • Hola, Elena:
      Tus comentarios son como un cafelito recién hecho 😉 Me siento muy halagada cuando me dicen que se han divertido con mis historias, es una de las cosas que más nos gustan a los que escribimos, y tú también lo sabes bien.
      Bueno, lo de vivir en un cráter deshabitado es una tentación pero debería ser algo provisional; nos necesitamos unos a otros más de lo que creemos o estamos dispuestos a admitir.
      Yo también me pregunto si tenemos remedio y mira, quiero ser optimista y creer que sí, que de hecho venimos por aquí para intentar encontrarlo.

      Muchas gracias por leerme, Elena, y por tu opinión. ¿Sabes? Además de «Dama Literatura» tendrían que nombrarte Comentarista de Lujo de esta casa. Parece una tontería, pero cuando se moja tan poca gente con los comentarios, los tuyos le dan este Café mucha vidilla. GRACIAS, compañera.

      Un abrazo.

  2. Elena Marqués

    Gracias a ti. Creo que el Canal está no solo para dejar nuestros textos y que nos lean. Es una magnífica oportunidad para poder intercambiar ideas y enriquecernos. Deberíamos aprovecharla al máximo, aunque yo soy la primera que no siempre tengo tiempo de leer todo lo que aparece y hay etapas en las que desaparezco. Sobre todo cuando, como decimos de broma en la oficina, «se me acumula el trabajo».
    Me encanta tu forma de contar, así que nos seguiremos viendo por aquí.
    Otro abrazo.

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