La contraseña consta de tres partes.
La primera es tocar 3 veces con los nudillos del puño, con un segundo de diferencia entre cada golpe.
La segunda, retroceder 3 pasos. Alguien siempre está observando desde arriba, a través de una ventana invisible, rifle en mano, esperando por un desconocido.
La tercera, sólo cuando la mirilla cuadrada se abre y se asoman los ojos verdes separados por una cicatriz más que por la nariz, con las manos se hace a un lado la chaqueta para mostrar que no hay revólveres ni puñales.
Un error es sinónimo de un balazo en la cabeza.
No te acerques al callejón si no has memorizado esto.
No te acerques al callejón si no estás seguro de querer entrar.
¿Qué hay dentro? ¿qué puede ser tan valioso como para tomar semejante riesgo? No puedo decir que todos los que quieren entrar saben con certeza lo que buscan, sólo saben que hay poder, corrupto, mezquino, vacío, pero poder al fin, y para muchos no hay nada más importante y no hay precio demasiado alto que pagar.
Suenan estruendosamente los seguros de la puerta al ser desarmados, rechina la puerta, el hombre musculoso y lleno de tatuajes, el dueño de los ojos verdes y la cicatriz, te abre paso.
Hay que atravesar un pasillo oscuro, lleno de humo, sólo pueden verse al fondo dos pares de luces rojas, unas cerca del techo y otras cerca del piso.
Es imposible verlas, pero a lo largo del pasillo hay más puertas que llevan a cuartos individuales. Se escuchan golpes y discusiones acaloradas llenas de insultos en diferentes idiomas. Gritos de dolor, gritos de victoria. Muebles que se rompen, paredes que reciben cuerpos pesados y cansados.
En cada cuarto una batalla sin cuartel tiene lugar. Todo por el poder, todo por el reconocimiento de todos a los que no conoces, todo por ser alguien a quien admirar y temer en partes iguales.
Las luces rojas te guiarán a la puerta abierta del cuarto en el que alguien más te espera.
Ya no puedes arrepentirte, la decisión la tomaste al entrar al callejón.
Norelliale
