Al final. Por Anita Noire

He comprendido que hay dos verdades, una de las cuales jamás debe ser dicha.
Albert Camus

No hay día que no nos tropecemos con gente que va y viene que no nos interesan para nada, que no nos despiertan la más mínima atención ni lo que hagan ni lo que dejen de hacer. Las redes sociales se han convertido en aquel patio de vecinas de antaño en que cualquiera podía asomarse y vociferar lo que de buena gana le viniera. En poco ha cambiado la cosa, solo que el patio ahora es mayor, más vidrioso, y las cuestiones sobre las que se pronuncia cualquiera parecen tener un mayor calado porque son unos cuantos, a veces muy numerosos, los que contestan a cualquier barbaridad que por ahí aparezca. Por suerte, en lo presencial, por llamarlo de alguna manera, la cosa es distinta, o cuanto menos la existencia de cierto pudor y prudencia que acarrea el cara a cara cierra la boca a muchos necios y atolondrados.

Corren tiempos en los que buscar la cercanía y el contacto de los conocidos es más que necesario. No hay nada que supere una charla frente a una taza de café, un apretón de manos sincero e incluso un paseo sin pretensiones. Evolucionamos como podemos pero aún nos sorprendemos cuando descubrimos que la verdad siempre se encuentra a un palmo de nuestras manos y poco más. Vivir con la explosión de la grandilocuencia de los monstruos que se crean bajo el paraguas del acceso fácil a cualquier cosa, de la necesidad de encontrar héroes, príncipes y princesas que salven del tedio y vanaglorien los egos personales, no es más que un espejismo que mata en lugar de engrandecer nada.

Es hora de replegarse, de volver a casa, a lo que se toca, a reencontrarse con uno mismo para compartir los espacios y los tiempos con la carne, con el aliento y con la poca o mucha mala leche que la vida reparte. Conviene, para sobrevivir, alejarse de las lucecitas engañosas de los letreros de neón que anuncian recodos que, al final, sólo están huecos. Hay que confirmarse en la certeza de que los únicos pasos que valen son los que van hacia delante haciendo sonar la suelas de los zapatos sobre el pavimento aun cuando esté mojado.

Anita Noire

Blog de la autora

7 comentarios:

  1. Un regalo tu reflexión, que concluye con esta frase que me apunto: «Hay que confirmarse en la certeza de que los únicos pasos que valen son los que van hacia delante haciendo sonar la suelas de los zapatos sobre el pavimento aun cuando esté mojado».
    Muchas gracias, Anita.

  2. Me sumo a tu cruzada, Anita. El me gusta o no me gusta es un espejismo de lo que debería ser la auténtica forma de comunicarnos, compartir o debatir sobre las ideas, o sobre si los burros vuelan. Más vale un buen cara a cara que mil me gustas.
    Saludos

  3. A veces, muchas veces, alguien escribe lo que estoy pensando con mucha más lucidez y estilo que yo. Y si alguien lo cuenta así de bien, no tengo más que decir.
    José, lo cierto es que esta cruzada por la conversación personal va siendo cada vez más difícil. Ya lo es hablar por teléfono. Estamos cerrando en conchas lo mejor de nostros mismos.No hay tiempo para nada, según cuentan.
    Pena.

  4. Cierto. Vivimos en realidades virtuales, en ilusiones vanas. En lugar de buscar realidades sólidas y humanas. Saludos.

  5. Qué importante es ese café, ese paseo del brazo; de no poder ser así siempre nos queda la oportunidad de escuchar esa voz cálida de amig@ al teléfono.

    Magnífica, Anita. Como siempre,

    Saludos afectuosos.

  6. Me uno a Luisa en su pensar y sentir: me ha encantado como detallas, con palabras precisas y certeras, una situación sobre la que cada día reflexiono y que, nos guste o no, va «in crescendo». La calidez del encuentro humano, los gestos, las sonrisas, los abrazos, las lágrimas…, no tiene parangón con lo ciber-social. Cuando pienso en las Redes Sociales me viene una imagen muy clara a la cabeza: una especie de mapa inmenso donde un numero cada vez más numeroso de puntitos titilan y titilan sin cesar. Emitiendo todo el tiempo contenidos; sin embargo, esos puntitos en raras ocasiones interactúan entre sí, no llegan a titilar juntos. Incluso, se ha llegado a hablar de la «ciber-empatía», que suena casi a palabrota, porque, francamente, me resulta muy difícil imaginar este sentimiento en un ambiente tan «vidrioso» (como bien dices) y tan egocéntrico como es el ciber-espacio.
    A mí me parece que la utilidad de internet reside en nuestra propia responsabilidad de usar las Redes para «conectar» con personas que nos puedan aportar, o a las que les podamos aportar. Nunca deberían sustituir, jamás, el cuerpo a cuerpo de las relaciones humanas.
    Gracias, Anita, reflexiones como la tuya hacen mucha falta para tomar consciencia de la «vocinglería» en la que ya estamos inmersos hasta las trancas.

  7. Me gusta mucho el texto. Estoy segura de que un café frente a frente siempre es la mejor manera de relacionarse. Las redes sociales son un patio de vecinos poco conveniente, y también me agrada la reflexión final.

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