LA SOLIDARIDAD: ESA MODA. Por Josep Alías (dimehola)

Vivimos en esta época que nos ha tocado vivir en la que, a falta de referentes morales o culturales, vamos dando bandazos al compás que marcan las distintas modas lanzadas por las muy cucas firmas comerciales y puestas en escena por los muy cucos también iconos de nuestro tiempo.

Unos y otros se embolsan un dinero fácil de ganar porque, como borregos llevados al matadero, gran parte de nuestra juventud prefieren ir todos igualitos, mostrando enseñas que los identifiquen como pertenecientes a un grupo, (aunque vayan todos de cabeza al matadero como digo) antes que ser diferentes y por ello ser señalados por el dedo inquisidor como bichos raros. Si ya de por si, esta forma de conducirse es peligrosa, sobre todo porque uno no es más libre sino más esclavo ya que no es capaz de tomar sus propias decisiones, más grave aún me parece cuando en nombre de la solidaridad se nos impone una moda tonta y absurda que no hace más que recoger beneficios para unos (Nike en este caso), migajas para otros (las ONG’s) y confundir a quienes la siguen.

Las pulseritas de silicona y de colores que tanto vemos ahora en las muñecas de adolescentes y jóvenes, fueron una iniciativa de la Fundación Lance Armstrong que puso en marcha hará un par de años para recaudar fondos. Con un brazalete con la inscripción LIVESTRONG de color amarillo, quería infundir ese espíritu que el seis veces campeón del Tour de Francia tuvo para su carrera más importante: el cáncer. Hoy día han vendido más de cuarenta millones de pulseras a 10 $ unidad, pero cuando llevaban vendidas dos millones a Nike se le despertó la conciencia solidaria.

Aquel era un buen “producto”: sencillo, barato de fabricar, de distribuir, y sobre todo llevaba implícito el concepto de solidaridad, lo que haría que, con la intención de ayudar a los demás se venderían como churros; quiero decir, se apuntarían a ser solidarios. Solo era necesario encontrar un color (que hay muchos) que se identificara con una causa solidaria (que hay muchas), venderlas a 1 € cada una, ceder 75 céntimos de cada una a una ONG, y por si esto no fuera suficiente que personajes tales como Ronaldinho, Roberto Carlos o Beckan salgan por televisión luciendo en sus muñecas las susodichas pulseritas.

Si a esto le añadimos además, que se provee a las tiendas con cantidades insuficientes, resulta que las ganas por ser solidario se rigen por las leyes de la oferta y la demanda: menos oferta, sube el precio. Es entonces cuando aparecen pulseritas de todos los colores, para todas las causas, y no son de Nike, sino de la marca Nitefijes que ya no ceden un solo céntimo a nadie. Para tener a nuestro alcance todo un mercado es tan sencillo como teclear en el Google “pulseras silicona” y comprobaremos el número de entradas que aparecen y como en cada una de ellas se ofrecen de todos los colores, y a todos los precios, incluso con descuentos por cantidad: están en oferta!

Lo que me cabrea del tema no es que la gente lleve la pulserita en la muñeca, es que cuando preguntas te digan que es por el racismo, por el tsunami, o por el síndrome de down. Si uno quiere ser solidario, lo tiene muy fácil: se dirige a cualquier banco y allí le dirán más de una docena de organizaciones en las que puede ingresar de forma anónima un euro. También Nike, tras ese ataque de solidaridad, podía haber entregado de forma anónima un cheque a cualquier ONG. Pero no, había que hacer publicidad y vaya follón ha montado! Lo que ha conseguido es mejorar su imagen pública, tan deteriorada los últimos años por las acusaciones de utilizar niños del tercer mundo en la confección de los balones de fútbol que ruedan por este planeta, y quedar como abanderados de la solidaridad ante millones de adolescentes y jóvenes, a la postre sus más fieles clientes (por cierto, si de 1 € precio de venta, 75 céntimos son par una ONG y 25 céntimos para pagar la producción y la distribución ¿cuál es la aportación de Nike a la causa solidaria?). Y ¿cuánto le ha costado semejante campaña de imagen? Nada, ni un céntimo.

Tampoco me parece mal que una empresa gane dinero, que es un objetivo lógico y lícito. Me cabrea que se manipule de esta manera, no solo ya las mentalidades de los más jóvenes, sino sus conciencias. Porque desde luego, de esta manera, no van a saber realmente que significa solidaridad que es sinónimo de generosidad. De esta manera, la solidaridad, quedará a merced de una moda o de una campaña de márketing.

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