Nº1- Amor incondicional. Por Valerie

         Siempre tuve la certeza de que lo nuestro no sería eterno. Ella era bella, elegante y ambiciosa; tan solo había algo que apreciaba casi más que a su propia persona: su colección de trajes de ejecutiva, y los zapatos caros.

         Aun así, cada mañana antes del amanecer, esperaba junto a ella a que abriera los ojos y me dedicara una bella sonrisa matutina. A veces ni me miraba a los ojos, tampoco me acariciaba tras la nuca –como a mí me gustaba–; pero yo la amaba igual y tenía claro que nunca le fallaría. Después del desayuno, la observaba en silencio desde mi rincón del sofá –ella era muy escrupulosa con sus cosas– y nimbado por su belleza me deleitaba viendo como se enfundaba en su traje de firma y se mesaba los cabellos frente al espejo ovalado que presidía el pasillo.  Alguna vez torcía el gesto y me dedicaba una tierna mirada, sabía hacerlo muy bien, y entendía que con ello me hacía feliz; entonces yo me escabullía hacia la habitación y le traía unos zapatos. He de reconocer que tengo buen gusto con el calzado femenino, y ella a menudo lo decía en público…  Pero ella nunca entendió mi pasión por los zapatos; al principio no lo hacía bien,   se lamentaba de que no era cuidadoso, ¡llegó a amenazarme con uno de ellos! y a decir que, si no sabía cuidar de ellos, me dejaría. Yo no quería volver a verme en la calle, por tirana que ella fuera a veces. Por eso aprendí la lección: los zapatos de tacón son sagrados, las alpargatas de estar por casa siempre deben estar en su lado de la cama y las deportivas fuera, en la terraza, donde les dé el aire. Los de tacón eran los más abundantes, ocupaban tres estantes infinitos, con sus colores tan llamativos que alegraban sus sosos trajes de ejecutiva. Admitiré que alguna vez deseé haber sido mujer, contonear las caderas encaramado sobre unos tacones que hicieran “clac-clac” a mi paso, y agitar la melena guiñando un ojo. Y es que no se puede tener todo; soy cariñoso, obediente, limpio y además tengo el pelo bonito y brillante, como dirían las amigas de Catalina. Aparte de eso, era un mantenido,  y no me quedaba más remedio que portarme bien con ella  aunque recibiera algún azote cuando perdía los nervios; luego se sentía mal y me tomaba entre sus brazos y me acariciaba la espalda y la nuca, con esto yo lo olvidaba todo.

         La tarde de un sábado lluvioso, ella se engalanaba para una cena especial. Ya me explicó repetidas veces que yo no podía acudir,  era un acto social de destacada  importancia, asistirían señores de gran influencia y probablemente cerraría un trato para abrir una nueva empresa de cosméticos y productos de alta calidad; estaba tan hermosa con aquel vestido de seda color ocre y el pelo recogido, que me sentí especialmente cariñoso con ella, le traje unos zapatos dorados con hebilla de pedrería, y para mi sorpresa los rechazó,  abrió el armario y sacó de él una caja en la que se acurrucaban un par de tacones nuevos. Le recriminé repetidas veces  que no me los hubiera mostrado antes, seguro que se trataba de un regalo de alguno de esos amigos especiales de los que me hablaba de vez en cuando, y me emperré en que se pusiera los dorados. Ella, ya irritada, se mostró soberanamente molesta con conmigo, y en un tira y afloja la hebilla se desgarró y desató una fuerte histeria femenina. Me gritó en un tono exageradamente ofensivo y de sus ojos saltaban chispas de fuego; pero me dio igual, al fin y al cabo, harto de desprecios, ya estaba acostumbrado a sus cambios de humor, y esa noche la pasaría solo en casa con un miserable plato de arroz, del que ya  me sentía harto.  Para mi sorpresa, el enfado no se le pasó, y sin siquiera mirarme se maquilló frente al espejo, resoplando y maldiciéndome una y otra vez: que lo de sus zapatos no volvería a ocurrir, que ya estaba harta de mí, que  no me quería más en su casa y que no me quería volver a ver. Agaché la cabeza y puse ojitos de corderito,no quise creer que hablara en serio e intenté arreglarlo con arrumacos. Ella  me apartó de un manotazo y me despidió de su lado, de nada sirvieron las súplicas ni los lloriqueos. Me sacó a la calle por la puerta que daba al jardín y me dijo que al volver esperaba no encontrarme allí, luego dio un portazo seco y subió el volumen del equipo de música para no oír mis sollozos. Fue una noche muy intensa, en la que mi cabeza rumió durante horas. Supe que, aunque me marchara a otro lugar, la amaría incondicionalmente; aun así me dolió su desfachatez y, aunque parezca mentira, también me ofendió su falta de confianza en mi buen gusto por los zapatos.

         Pasaron horas y horas, y yo no me retiré de la puerta, esperando a que volviera y entre disculpas me dejara entrar otra vez en casa; pero ocurrió algo que yo no esperaba. Siempre tuve el sentido del oído muy refinado, y adiviné como las llaves procuraban abrir la cerradura entre risas escandalosas. Ella hizo “shhhh” con los labios y la vi entre la oscuridad y un halo de luz que apuntaba desde la luna. Catalina entró en casa dominada por los abrazos de un hombre; un tipo joven, de altura considerable y cuerpo fornido. Se me cayó el alma a los pies cuando vi que ella le enlazaba la nuca y suavemente apretaba los labios con los de él, luego ella se acercó a la nevera y descorchó una botella  de cava, que compartiría con el joven mozo. Yo, aturdido, golpeteé la puerta intentando abrirla; fue inútil entrar en la casa, tampoco ella oyó mis  lamentos bajo la fría noche de lluvia. Entendí que no albergaba sentimiento alguno por mí. Merodeé avasallado por el jardín, no pensaba marcharme de esa suerte, y empapado por la llovizna me tragué mi pena y mi orgullo. Al instante, la luz de la habitación hizo un chasquido y pronto dos sombras danzarinas se proyectaban desde el interior, la persiana se encontraba entreabierta y curioso asomé la mirada. ¡Por todos los santos!, empezaron a volar prendas de ropa, ¡incluso unos mocasines horrorosos! No entiendo cómo una mujer como Catalina se pudo fijar en un hombre con ese mal gusto, menos mal que al menos tuvo la delicadeza de tumbarla en la cama y despojar de sus pies los tacones con suma consideración.

         Catalina tuvo el detalle de volver a hacer “shhhhh” con los labios, por si de algún modo alguien les pudiera oír en ese jolgorio al que yo no le veía la gracia. Continuaron con caricias mucho más profundas de lo que yo hubiera llegado a imaginar, y en un ataque de celos compulsivos interrumpí mi silencio manifestando mi enfado a voces. Ella soltó un bufido, a la vez que apartaba a ese hombre que le acariciaba la piel, y sin siquiera pensarlo volvió a repetir que no me quería allí, que me largase a la puñetera calle. ¡Y él ni se inmuto!, como si tuviera más derecho que yo a invadir la casa; y lo que es más, la cama de Catalina; porque mío ahí no tenía nada más que el collar que ella me regaló. Catalina quiso volver a darme con la puerta en las narices, pero fui más perspicaz y me escurrí hacia el interior y en un acto salvaje me abalancé  a por ese sinvergüenza sin escrúpulos, le planté las zarpas en el pecho y, antes de darme tiempo a más, Catalina me tomó por la espalda y me tiró de la cama hecha una furia, tras cubrirse el pecho con una camisa. Luego, ya algo apabullado vi como se izaba uno de los mocasines marrones; sí, ese horroroso zapato masculino, y ¡zas! el tipo me dio en toda la cabeza. Y eso me dolió en el alma, porque ni los arrumacos de Catalina ni las galletas en forma de hueso podrían jamás calmar la impotencia que sentí en ese momento. Me costó lo suyo admitir la realidad, y con los ojos anegados abandoné aquel lugar muerto de pena, pues sé que nunca la voy a olvidar. Ella a mí, sí.

         Adiós, Catalina, hasta nunca a los cortos paseos por el parque y adiós a los zapatos de alta calidad, seré un chucho mantenido pero tengo orgullo, y buen gusto con los zapatos. Siempre tuve la certeza de que lo nuestro no sería eterno, pero hasta aquí hemos llegado, Catalina. La vecina del jardincito de rosas me ha prometido que se va a quedar conmigo, la única condición es que no mordisquee las flores; por lo demás, solo usa alpargatas de estar por casa y no le importa que juegue con ellas. Algún día la acompañaré a ver escaparates, igual la convenzo para que use tacones…

32 comentarios

  1. Me cuentas por favor cómo te fue en el Concurso. El relato me gustó un 50%. Está bien escrito. Tiene ritmo. La historia fluye. No me gustan los perros domiciliarios. Me gustan en el campo y al aire libre, gozando de ser descendientes del lobo y que entre otras habilidades, son capaces de cazar. A veces humanizamos tanto a los animales que nos olvidamos de los niños. !Que error!

  2. Interesante la pequeña historia,yo creo tiene algo de realidad en estos tiempos,siempre encontraremos gente dominante,y también personas que les gusta ser mantenidas y sea de la manera descrita aquí en este ralato me parece un buen aporte para esta sociedad y para este tiempo que se mueve mas por los afanes del mundo y se pierden los valores,es bueno apreciar de una manera agraciada como esta nuestro tiempo

  3. Los cuentos con sorpresa final son arriesgados. Éste, al menos en cuanto a la identidad del narrador, no lo es tanto, ya que para cualquier lector medianamente espabilado el asunto está bastante claro desde el segundo párrafo.
    Una historia con buen ritmo narrativo y sin errores de ortografía, que yo vea. El único pero llamativo proviene del hecho de mantener el pronombre «ella» cuando el verbo indica a las claras el sujeto, o no alternarlo con el nombre de pila de la mujer. Hubieras evitado una profusión de «ellas». Cuestión de estética.
    Como elemento perturbador en un cuento, los zapatos femeninos de tacón nunca fallan.

  4. Alfred Hitchcock decía nunca hagas una película con niños, ni con perros (y después de Proceso Paradine añadió: ni con Charles Laughton).
    Supongo que The Artist ya dejó muy tocada su sentencia.
    Y ahora tu relato. Es muy bueno. Enhorabuena.

  5. Muchas gracias! aún no me creo que todos los comentarios sean buenos (yo que entro con los oídos tapados por si detona la bomba) bromas aparte, estoy muy contenta de recibir vuestras opiniones. ¡Suerte a todos!

  6. Se terminó el carnaval y vengo a agradecerte el sentido del humor con el que has aguantado el que me meta con tu relato. Es cierto que comparto, en parte, la fobia de Don Ricardo por los perros vestidos de personas, pero es cierto también que he llorado y disfrutado con muchas escenas de Walt Disney. No obstante he de ser justa, tu relato va mucho más allá que el llamamiento a la ternura que, muchos de nosotros, tenemos por los perros. Al margen de ello, has sabido crear un personaje fuerte y real en la figura de su frívola ama y has hecho que pensemos en las personas que, llevadas por un capricho, tutelan a un perro sin atenderlo como esos entrañables seres merecen. A todo esto, no sé si te he dicho que me ha gustado mucho tu relato y tu paciencia con la impertinencia de ese amago de monarca y mi amor por el Carnaval.

  7. Valerie,personalmente me contengo en opiniones sobre el desarollo o perspectiva que un narrador decide tomar en su relato. Tengo un gran respeto por cada mente creadora,porque pienso que en su horizonte está la posibilidad de abrirnos otros nuevos a los lectores. El éxito de un relato puede estar en muchos ingredientes, o en uno ,o simplemente en la propuesta imaginativa. Además de la iniciativa ,la valentía posee usted la capacidad de sorprender con originalidad,suscitando debate, cosa.. que no está nada nada mal. Felicidades.

  8. Pienso leer todos los relatos de este certamen en el que también participo. He creído que lo más acertado era comenzar con el número uno y me he encontrado con una tierna historia.
    Mucha suerte!

  9. A mí me ha parecido un relato muy fresco y original. Hasta he sentido envidia por esa colección de zapatos, lástima que su dueña no apreciara el buen gusto de su compañero. Sí es verdad que al principio me ha confundido, pero a lo largo de sus líneas me ha ido arrancando una sonrisa. Muy buen relato, diferente y agradable, lejos de algunos dramatismos innecesarios (suficientes y reales ya adornan la vida actual) ¡enhorabuena!

  10. Ricardo C. de León.

    Sé que me van a apedrear por lo que estoy a punto de decir. No puedo con la tendencia actual de adjudicar sentimientos humanos a los animales, ni con los perros vestidos con trajes, ni con los amos que les dicen:»ven con mamá o con papá».
    Creo que soy el único que siente simpatía por la dueña de esta historia. La descripción de su personalidad me ha quitado la intención de quemar este relato.
    ¡Cuanto daño ha hecho Walt Disney!

    • Si a vuestras cansadas piernas, Majestad, plugieran esta yegua por montura, os demostraría… cuánta razón tenéis. Que achacar nuestros defectos a los animales está aún más feo que los suyos a nosotros, digo yo…

      Es broma, Valerie: en literatura de ficción todo vale. Otra cosa son los gustos del lector.

      Saludo a ambos.

      • Ricardo C. de León.

        Por muy cansadas que estuvieran mis piernas,señora, jamás pluGUieran montar jaca tan bravía.Prefiero cabalgar en mi propio caballo y luego descansar, junto a un buen fuego, leyendo con reposo y repaso algún relato o comentario que nos brinde este Certamen.
        Valerie sabrá disculpar mi sonrojo ante sus puntos suspensivos pues sabe que estoy enamorado, como un perro, de su criatura: la bella Catalina.

      • Agradezco la corrección. Pequé de pedantería con un verbo complicado. Dice Andrés Bello en su Gramática…: 560 (a). Plugo se encuentra pocas veces en obras modernas; plega o plegue, plugiere, plugiera, y plugiere, apenas se usan sino como optativas o hipotéticas; plega al cielo, plugiere a Dios, si a Dios plugiere. Pero cierto es que la RAE, en su diccionario usual, lo conjuga como ‘pluguiera’. Procuraré no olvidarlo… o no usarlo cuando dude.

    • Tranquilo Ricardo, en el fondo es una opinión personal que no atenta contra mi relato. Saludos!

  11. A mí me parece que fuiste muy valiente rompiendo el hielo, el nº 1 del certamen… Luego leí la historia y comprendí tu valentía.

  12. Pues a mí me gustan los perros perros. Con sus valores domesticados o salvajes, pero perros. O… ¿será que el medio desvelado engaño es al revés, y quien se queda con la vecina del jardincito de rosas no es el perro?

  13. En la primera frase del relato, el lector queda intrigado del porqué el narrador plantea un amor imposible; poco a poco, se desvela su personalidad y todos reconocemos la ternura de esos pequeños seres que en alguna ocasión nos ha acompañado. Felicidades y suerte en el certamen.

  14. Una historia muy agradable, muy tierna y bien escrita. ¡Suerte!

  15. Y dicen que los humanos somos nosotros, cuando estos pequeños seres albergan un corazón infinito. Gracias por vuestros comentarios, m alegra mucho contar con vuestra opinión. Saludos!

  16. Precioso relato, se me empañan los ojos a medida que avanzan las palabras. Yo he tenido la suerte de compartir parte de mi vida con estos fieles amigos y me empeñaba en enseñarles cosas banales como «siéntate» o «túmbate» mientras ellos me estaban enseñando algo mucho más importante, fidelidad, lealtad, amor desinteresado… Cuanto tenemos que aprender de ellos…

  17. El Tercer Gato de D. Melitón

    El perro tiene una guasa y una cazurrería de no te menees. Relato muy simpático. Únicamente no sé en qué sentido entender la frase «se mesaba los cabellos frente al espejo». Suerte.

  18. Bonito cuento, en ningún momento me pareció que el autor/autora quisiera mantener oculto que el narrador era un perro, lo cual da mucha amplitud a la narrativa, se podría decir que es una manera de hacernos ver a los seres humanos desde la perspectiva de un perro. A veces más humanos que nosotros.

    La mejor suerte de mundo!

  19. Un relato muy bien narrado, me ha encantado. En tan poco espacio la autora es capaz de mantener el interés y eso no es nada fácil de conseguir.

    Enhorabuena.

  20. muy bueno , espero que el final de este relato sea espectacular.

  21. Preciosa historia. Muy dulce y profunda. Enhorabuena al autor.

  22. Bueno, me ha encantado! Lo cierto es que nunca me había colocado en el punto de vista «de él», pero esta vez me ha resultado muy sencillo. Es una pena que, con lo bien que se tenía aprendidas las cosas, para ella nunca fuera suficiente! Bueno, ella se lo perdió. Ahora a disfrutar del jardincito de rosas!
    En cuanto al texto, me ha gustado cómo está escrito. He sentido el frío de la noche, en el jardín, la sensación de abandono y hasta el zapatazo en la cabeza. Me ha parecido muy bueno el relato! Suerte!

  23. El estilo es rico en detalles, pero a la vez claro y limpio, detallando perfectamente la situación con elegancia. La información se detalla poco a poco
    a través de situaciones que hacen llamar la atención al lector y le mantienen dentro del relato en un ritmo de acontecimientos creciente que al final acaba en la sorpresa final. Buen relato, interesante y de final.con sorpresa, que se lee con gusto de un tirón.

  24. Muchas gracias por vuestros comentarios. He de decir que después de publicarlo me pareció arriesgado concursar con este relato,pero disfruté tanto escribiéndolo que no pude resistir la tentación. Saludos!

  25. Si, si que está bien sí. Y no importa que se descubra pronto la naturaleza del protagonista. Es mejor ir dosificando la información que una sorpresa final demasiado brusca.

  26. Tengo la impresión que el autor de este relato fue consciente, mientras lo escribía , que a su protagonista se le estaba viendo el plumero.Puede que no le importara ir descubriéndolo porque estaba seguro que el lector no lo abandonaria , como esa ejecudiva a su perro, hasta llegar al punto y final.Ya le has echado valor a estrenar el certamen y además, con un relato que te deja un sabor bastante dulce.Muchas suerte

  27. Impresionante, de verdad. Adoro los sentimientos desarrollados con total empatía. Tenemos mucho que aprender de ellos, sobre todo su lealtad. Me alegra que en el jardincito de rosas haya alguien que le corresponda. Empezamos con «nivelazo» 🙂 En cuanto pueda daré forma al mío, pero una cosa ya es segura; volarás alto. Un saludo.

  28. El Pérfido Samaritano

    Excelente caramelo para abrir boca en este certamen. Aunque creo que Valerie no hace demasiados esfuerzos por ocultar la naturaleza del protagonista, los detalles están tan hábilmente dosificados en la narración que hasta nos agrada confirmar nuestras sospechas al final del relato. Muy bien hilado.

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