-Son tantas las cosas que podría decirte ahora que las palabras se me escapan y comprendo que este sueño ha llegado a su fin. – El aire estaba impregnado de una quietud pasmosa cuando Ebun comenzó su largo monólogo- Pero que un sueño termine no es más que la recompensa del trabajo y el esfuerzo realizados durante mucho tiempo. ¿No es así como debe ser?- Ebun miró fijamente a Ilysin a los ojos, como esperando una respuesta para proseguir, pero sus energías eran tantas que siguió hablando sin siquiera obtenerla.- ¿Sabes? Ayer quizá jamás me hubiera imaginado que podría haber sucedido esto que hemos hecho, o mejor dicho, que he hecho, pues la mayoría del trabajo ha sido mío ¿eh pequeña?; pero no por ello me siento superior a ti, ni siquiera intento compararnos, en realidad, cada uno de nosotros formamos parte de un mundo totalmente distinto al del otro.- Ebun descansó unos segundos y sacó del bolsillo de su traje una cajetilla de tabaco, se hizo con un cigarro y lo encendió con el mechero que depositó sobre la mesa acto seguido.- Jamás creí que sentiría esta felicidad, sí, es felicidad, Ily; y me asombra verme en este estado cuando hace tan poco tiempo me encontraba sumido en la más terrible de las depresiones; es irónico e imprevisible el sentimiento de nuestra gente, y creo que aunque jamás llegue a comprender a nuestra raza, seguiré sintiendo la dicha de este momento que me embarga. El placer que ahora corre por mis venas es indefinible y totalmente distinto al que pudiera haber rezumado en un pasado.- Ebun exhaló unas volutas de humo que fueron a perderse en el vacío de la habitación, y el cigarro cada vez se hacía más pequeño. Pasó una mano por el rostro de Ilysin con un cariño entrañable, y le colocó los pelos que sobresalían de los demás por detrás de la oreja antes de proseguir su cada vez más larga conversación.- ¿Tú y yo? ¡Ja! ¿Quién lo hubiera pensado, eh pequeña? Lo cierto es que yo tampoco me había visto nunca en esta situación tan comprometida, ¡pero y qué más da!, supongo que todo esto tenía que ocurrir. Si ya lo decía mi padre, cuando dos personas tan viscerales se juntan, es lógico que prenda el fuego y la llama se convierta en incendio. Es una metáfora épica y emotiva, ¿no crees, Ily?- Pero Ilysin permanecía en silencio.- ¡Ah…!- Suspiró Ebun.- ¡Si pudiera ahora adentrarme en tu pensamiento!… princesa… Pero en fin, supongo que las cosas son como son, y a menos que tuviese poderes mágicos no podría sumergirme en la complicada estela a la que siguen tus pensamientos. Igualmente, creo que ahora te comprendo mejor que nunca, ya ves, yo creo que todo este ambiente tan romántico y tranquilo nos hace pensar mejor, o al menos a mí, que estoy gastando más saliva que en toda mi vida, me parece.- Ebun pensó que comenzaba a hablar demasiado sobre pensamientos vagos y renunció un momento a la charla dedicándose a contemplar su alrededor. La lámpara carmesí refulgía una tenue luz sobre la estancia ofreciéndole un ambiente repleto de romanticismo. Sobre la mesa se apoyaba la rosa que había arrancado de la exposición de objetos de galaxias lejanas justo antes de entrar en la nave de Ilysin, le pareció un objeto lleno de fragancia y de una belleza inalterable. Miró a su princesa, le dio un par de caladas al cigarro y se volvió a sentir libre para hablar cuanto quisiese, aquella mujer le inspiraba ahora una confianza plena.- Bien, como te decía, son tantas las cosas que siempre quise decirte, y por miedo, vergüenza, pena, pudor, y una interminable lista de sentimientos, jamás te dije; pero ahora soy yo al completo, soy yo, Ebun feliz, y puedo hablar cuanto me plazca y dedicarte todas las palabras que tú me reprochabas cuando mi silencio hacía aparición. Sí, lo sé, pensarás que soy un idiota, que estoy loco, y que no deberíamos de haber hecho esto, pero ¿qué importa?, es decir, un día me dijiste que siguiese siempre los dictados de mi corazón, ¿verdad? ¡Pues eso es lo que he hecho! Sí, y gracias a ti, a tu consejo, hoy soy alguien nuevo; creo, en cierto modo, que he vuelto a nacer.- Se frenó en seco para admirar la belleza de su princesa otra vez. Lucía una sonrisa fuera de lo común, quizá demasiado hermosa para ser real. Sus ojos no le decían nada, y su pelo negro realzaba la belleza de una de las mujeres más deseadas del imperio, su larga melena caía indiferente sobre sus hombros menudos. Aquella sonrisa le invitó a seguir.- Ayer estuve llorando el día entero. No comprendía como aquella muerte inesperada de mi padre me pudo doler tanto, ¿sabes Ily? Pero luego reflexionando llegué a la conclusión de que todo final tiene un nuevo principio, y de que la naturaleza y el destino juegan su ciclo caprichoso cada instante y nadie le puede poner fin porque entonces todo lo que conocemos dejaría de existir. Ni el tiempo ni el espacio serían entonces un lugar real. Y a mí siempre me han inculcado, desde muy pequeñín, las parcas y terrenales ideas de nuestra estirpe. Los Hellades son parte de una inmensa lista de gente que han ido abarcando miles de galaxias desde la gran guerra interestelar, y somos gente común y corriente, nunca hemos buscado el sentido de la vida, el por qué de las grandes cuestiones que hacen que estemos aquí y no en otro lugar que no podemos conocer. Digamos que, desde nuestro nacimiento, somos gente que no buscamos ningún resquicio de fantasía en nuestras vidas porque, a través de toda nuestra cruel experiencia, hemos comprendido que lo tangible y lo visible es lo que hace que comprendamos nuestro mundo y podamos, aunque sea en una pequeña parte, cambiarlo y mejorarlo. Somos pragmáticos y no creemos en la belleza de lo desconocido, preferimos atenernos a las ideas que siempre han sido comprendidas y admiradas, la guerra y el sacrificio, el poder y el vino. Pueden llamarnos simples, que nos sentiremos identificados, porque al final siempre son estos valores los que han hecho que las galaxias avancen, formen vínculos y los clanes se fortalezcan.- Ebun pareció haber contado toda la historia de su vida cuando acabó y tuvo que parar a respirar unos segundos, coger aire, y apagar el cigarro que había llegado a su cenit sobre el cenicero que reposaba en la mesa. El silencio parecía imperturbable y nada podría alterar la paz que los circundaba, pensó. Creyó estar aburriendo con su cháchara histórica a la princesa, pero esta sensación fue desechada de inmediato cuando la miró y vio que no mostraba ningún signo de rechazo a su discurso intergaláctico, entonces comprendió que Ilysin era toda oídos.- Ay… somos tan frágiles, tanto tu especie como la mía, si algo he descubierto en toda mi existencia es que todos mostramos la debilidad como algo natural y siempre necesitamos la ayuda de alguien para levantarnos. ¿De qué tan frágil material estamos hechos? Princesa… yo no quiero ser débil, nosotros debemos de ser fuertes para poder cumplir nuestro deber en la batalla. Y este condenado amor me estaba matando por dentro, me silbaba al oído con una malicia sin igual, me susurraba palabras oscuras que me atormentaban día y noche; así llegué a tal extremo de debilidad que lo quise dar todo por perdido, ¡sí!, ayer mismo me hubiera lanzado desde la hellanave al vacío oscuro del espacio infinito y hubiera desaparecido sin dejar apenas un rastro de mi existencia, nada más que en el recuerdo de unas pocas personas; y hubiese visto a mi padre, seguro –de eso estoy seguro, se reafirmaba en su conciencia-, pero al verme rodeado de tanta debilidad comprendí que era el desaliento lo que me estaba conduciendo a tal locura, y de inmediato rechacé aquella desquiciada idea.- Unas lágrimas asomaron al rostro de Ebun que miraba al vacío, perdido en los recuerdos.- Fueron muchas las circunstancias que hicieron de mí ese ser frágil y endeble pero las más importantes fueron la muerte de mi padre y tú, princesa. Sí, y ahora creo que hemos hecho lo correcto ¿sabes?, creo que mi mente ya puede descansar en paz al igual que la tuya, y que realmente hemos triunfado en esta atormentada relación. Los dos perdemos algo, pero también ganamos algo a la vez. A veces hemos de mirar hacia el futuro de manera fría para poder equilibrar la balanza de nuestros logros, y así hemos obrado con sabiduría, preciosa…- Las lágrimas caían con desesperación y Ebun se hizo con una mano de ella para luego besarla detenidamente, dejando caer en ella unos recuerdos transformados en gotas acuosas.- ¿Vuelvo a ser frágil? Qué desdichado soy… jamás creo que llegue a comprender la causa del dolor que nos invade en este tipo de situaciones. Realmente soy feliz por lo que hemos hecho, sí, pero ahora estoy triste. ¿Por qué, amada mía? ¡¿Por qué?!- Ebun tenia la cabeza agachada e Ilysin permanecía en la misma posición, inamovible, fría y distante.- Supongo que tu compartimiento es lógico después de lo que he hecho, y que es imposible que ahora me besaras y todo volviese a ser tan mágico y especial; yo he marcado el camino que ahora no puede redimirse, y yo he marcado también el futuro que ahora está haciendo presencia. ¡Oh, mi tristeza es ahora más grande que el espacio y cuántas galaxias conozcamos!- Curiosamente, cuando Ebun alzó la cabeza y miró a la princesa, ésta seguía con aquella sonrisa plácida y hermosa. ¿Se estará riendo de mi delicada situación?, pensó Ebun.- Sé que es imposible que después de mi decisión las cosas vuelvan a ser como eran, y también sé que mi padre ya no puede volver a este mundo, y que no existe Orfeo que pueda cautivar al poderoso Hades para conseguir la renuncia de mi tristeza. ¿Pero cómo puede cambiar alguien de un estado a otro en tan poco tiempo?, hace unos momentos me mostraba pletórico y no era hipocresía, era completamente la sensación que me embargaba; y sin embargo ahora, las lágrimas no cesan y el llanto que oculto me come las entrañas por dentro. ¿Cuál es la fuerza que escondes tan adentro, Ily? Esa fuerza capaz de debilitar al Hellade que se creía el más fuerte del universo entero. ¡Ah, maldita seas…!- Se levantó con una determinación incluso más precisa que la de unos momentos antes, y cuando torpemente avanzó hacia su destino, el frasco de aquel veneno que había vertido sobre el vaso de su amada se derramó por la mesa inundándolo todo, hasta mojar aquella bella flor traída de un lugar desconocido. La volvió a mirar y su llanto explotó con resignación. Conoció una tristeza más honda que cualquiera que hubiese experimentado en toda su vida, observó su cara pálida, sus ojos cerrados, aquella sonrisa maldita, sus manos muertas sobre aquel asiento, y su larga y oscura melena que caía con naturalidad hasta sus senos descubiertos. Se acercó hacia las compuertas de la nave y pulsó el botón de apertura. A lo lejos no se veía más que el inmenso espacio y la infinitud de las estrellas y las galaxias. Ebun saltó.- ¡Papá, espérame! ¡Voy contigo!