IV Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

23 marzo - 2007

65- Contra la pared. Rosas negras.
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Vivo y me siento sola, aunque, durante el día, en el trabajo, manos desconocidas se paseen por mi cuerpo hasta el punto de encender mis deseos más ocultos. Noto su calor rozando cada pliegue de mi cuerpo, buscando lugares desconocidos por mí. Algunas son suaves caricias como la brisa susurrando en la ventana; otras, violentas sacudidas del rostro más cruel.
Y yo les dejo hacer en insensata búsqueda de su permanencia, sabiendo que huirán y me quedaré de nuevo sola al final de la jornada.
Sé que no soy una gran belleza y tampoco me considero “asertiva”; más bien pertenezco a ese tipo conductual al que los psicólogos denominan “pasivo”; es decir, individuos incapaces de negarse ante las peticiones de los demás y que carecen de iniciativa en sus relaciones… En definitiva, siempre dejo que me programen la vida.
Sin embargo, todo esto queda compensado con mi gran disponibilidad y un meticuloso sentido del deber.
Tantos años de duro trabajo se reflejan en mi aspecto. Cuando llegué a esta empresa ocupaba un lugar privilegiado, cerca del despacho del director. Era la más eficiente trabajadora. No existía nada que no fuera ofrecer el mejor servicio, sin apenas descanso, hasta el punto de olvidar mi vida personal. Sólo pensaba en él, en sus ojos de mirada profunda, en su gesto de poder, en el roce fortuito de sus dedos…
Quería que estuviese orgullosa de mí. Cada día esperaba a que saliera de su despacho con ansia incontenible. Buscaba miradas furtivas, mientras notaba su aroma mezclándose con los hilos invisibles de mi cerebro.
Un pequeño gesto de gratitud hubiera bastado, tan solo una sonrisa como las que dedicaba a las demás empleadas. Y en su lugar, papeles y documentos, cuando lo único que me importaba era conocer la textura de su cuerpo, aparentemente delgado, pero flexible y musculoso.
Muchas veces, mi pensamiento se desborda y me imagino como será en la intimidad, sin ese traje pantalón gris oscuro, ni esos zapatos escrupulosamente limpios.
¿Cómo me haría el amor? ¿Suavemente o más bien sería un acto furioso tras la dura jornada de trabajo?
A solas, durante la noche, saboreo sus besos, su saliva cristalina, su piel húmeda y fatigada, su cuello palpitante de deseo febril. Es entonces cuando su altivez se convierte en calor y su desdén en deseo. Se acerca a mí, susurrándome palabras tiernas, mientras deja caer su chaqueta sobre el suelo y deshace el nudo de su corbata.
No deja de acariciarme y yo, incapaz de tocarle, sólo puedo agradecer a Dios la dicha de ese momento. Su rostro para siempre impreso en mi memoria. Mi frialdad es aparente, pues por dentro mis circuitos enloquecen y me sumerjo en oleadas de eléctrico frenesí.
Pero llega el alba y mis sueños se desvanecen en una inexpresiva máscara mortuoria.
Día tras día, rechazo tras rechazo, mi salud se ha resquebrajado. Relegada a un lugar apartado, he perdido mis ilusiones y mis ganas de vivir. Mi memoria también ha empezado a fallar. Últimamente tengo demasiados bloqueos mentales que repercuten en mi trabajo. Y esto unido a su enorme desprecio me ha empujado a una idea tan descabellada como próxima: el suicidio.
Sí, amigos. A veces, siento que mi pequeña isla de conocimiento no es suficiente para él y caigo en una depresión repentina. Siento la necesidad de desconectarme de este mundo para siempre y planeo cuidadosamente todos mis pasos.
He pensado en escribirle una carta. No será una carta de amor al antigua usanza, solo quiero despedirme de él, del hombre al que quiero, al que desesperadamente amo. Y al que añoraré tras esta vida.
Pero sigo aquí, en esta empresa de aires nuevos y vidas vacías. Aún sueño con que una de esas manos que me acorralan sea la suya y se quede conmigo para siempre.
Lo más duro ha sido oír los comentarios sobre la nueva adquisición que ha ocupado mi sitio. Esta situación va a acabar con mis nervios de acero ¡Son tan fríos estos humanos!
Soy una fotocopiadora frustrada.

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