Su mirada estaba clavada en la pared blanca y desaliñada del lugar. los ojos negros perdidos en el espacio. Bianca parecía pensar en algo más, pero en realidad no estaba pensando en nada más, que en lo que siempre pensaba, cuando sería el día que pudiera dejar, el trabajo de la noche… mientras contemplaba un punto fijo, que en realidad no existía.
Sabía que aquella noche, no sería diferente de todas las noches que había vivido, desde hacia mas de dos años, en aquel burdel de mala muerte. En realidad, no es que fuera un lugar que mereciera ser llamado “de mala muerte”, pero ella sabía que, cada día que pasaba allí, moría un poco más, cada segundo, cada minuto, cada hora… en ese lugar, su corazón se iba convirtiendo en un bloque de hierro, imposible de traspasar. El bullicio de la gente, parecía no llegar a sus oídos, la verdad era que, muy poco le importaba lo que los demás podían decir… estaba sentada en la barra del lugar, deleitándose con su mas fiel compañero nocturno, un whisky doble. Su largo cabello negro ondulado, caía sobre sus hombros desnudos, como la noche brillante y suave… su piel blanca y pálida como la luna, la hacían parecer alguna estrella perdida…. los labios rojos y el vestido rojo corto que llevaba puesto, brazaletes de plata y piedras en sus brazos y muñecas, zapatos cristalinos de mas de quince centímetros, la convertían en una ninfa del bosque. Cualquiera que entrara, quedaba hipnotizado con su belleza fresca y natural. No debería tener más de veinte años, pero su aspecto la hacía parecer una mujer mucho más grande, y en su interior, la experiencia de su triste vida, todavía no sabía la edad que le correspondería tener, pero no eran veinte años, definitivamente. Lo que la hacía aun más llamativa, que el resto de las mujeres del lugar…
Su existencia no había sido nada fácil…. no conocía a su padre y su madre era una alcohólica, perdida por algún lugar del pobre Buenos Aires, deambulando y pidiendo limosnas para seguir bebiendo sin parar… si tenía hermanos, no lo sabía… ni tampoco quería saberlo o le importaba demasiado poco esa información. Había vivido siempre en un orfanato… donde aprendió como sobrevivir, en este mundo que nada bueno le había dado. Allí aprendió a defenderse de las agresiones nocturnas, allí perdió su virginidad, bajo el mando de una de las celadoras… allí aprendió a dormir con una botella rota debajo de la cama, para asustar a quien se atreviera a enfrentarla…. entre otras cosas, eso fue lo único que conoció siempre…. defenderse y seguir adelante.
Muy en el fondo, quizás por leer tanto, quizás por soñar despierta o dormida, muchas veces en como hubiera sido su vida, si hubiera tenido una verdadera familia, sabía que eso no era todo lo que existía… Sabía que debería de haber algo mas para ella, si es que existía un Dios… y sin saber porque, ni como, no perdía la esperanza. Sus sueños estaban guardados en un frasquito de cristal, hasta el momento en que ella decidiera abrir la tapa y dejarlos volar, como si fueran mariposas. Por el momento, se limitaba a pasar el tiempo trabajando, para juntar dinero, más rápido y fácil que ningún otro trabajo. Al principio fue necesidad, hoy por hoy, era elección.
Mientras pensaba en todo esto, sintió un movimiento a su lado… el perfume de un hombre, se le metió por la nariz y la inundó de una sensación extraña… había aprendido a escuchar hasta el vuelo de una mosca cuidándose la espalda y el hombre apenas hizo un leve viento al sentarse a su lado… Bianca giró la cabeza y lo observó sutilmente mientras el extraño pedía un trago al barman. Se quedó observando su perfil masculino de hombre joven.
Su voz había sido fuerte, clara y a pesar del ruido del lugar, fue el único sonido que ella escuchó. La voz de él. Nunca lo había visto, lo sabía bien porque conocía a todos los hombres que entraban y salían de allí sin excepción, decididamente ella no lo había visto nunca. Tampoco lo hubiera olvidado, si en verdad alguna vez, lo hubiera notado. El seguía con la vista fija en el barman, mientras este preparada el trago que le había pedido. Estaba vestido de traje gris, traía una camisa blanca, una corbata y tenía el cuello desabrochado. Su cabello dorado como el sol de la mañana, o un campo de trigo, estaba despeinado y le caía desprolijamente sobre la frente… tenía una mano sosteniendo su mejilla derecha y estaba inmerso en sus pensamientos, como lo había estado ella hacia solo unos segundos antes. Se notaba que recién salía de su trabajo, pero era obvio que el hombre sabía a donde se había metido y era innegable que si estaba allí era porque solo quería una cosa, una mujer…
Justo cuando iba a ponerse de pie para acercarse a él, vio por el rabillo del ojo que se acercaba una de sus compañeras del otro lado… una rubia glamorosa, con un cuerpo voluminoso de tantas operaciones, con la que ella no tenía buena relación. Giró su cabeza y vio como desde diferentes puntos, las chicas observaban al extraño No se sorprendió, estaban acechando como buitres y en cualquier momento se abalanzarían sobre la carnada. La rubia se arrimó al extraño y poniéndole el brazo sobres sus hombros, le murmuró algo al oído. En ese momento el joven giró su cabeza para escuchar mejor y se encontró con los ojos negros de Bianca, quien al ser sorprendida mirándolo, se sonrojó hasta la raíz del cabello como hacía mucho no le sucedía. Al mismo tiempo, su compañera giró para ver el motivo de la distracción de él y enganchó la mirada de Bianca, justo cuando ésta se daba vuelta. Ella volvió la mirada hacia su vaso de whisky, sin poder comprender que era lo que había sucedido en ese momento fugaz, en el que sus miradas se encontraron. Y maldiciéndose por haber actuado como una niña inexperta, se tomó todo el vaso de una sola vez.
– Hola.- dijo él a su lado. Bianca giró su cabeza, como una gata audaz, levantó el mentón con soberbia preparada para la lucha.- No saques las uñas…- siguió diciéndole él. Ella lo miró a los ojos y en ese momento supo que nunca había visto ojos tan hermosos. Mirada más transparente, sonrisa más fresca, rostro más perfecto y bello, que el que tenía en frente. Decididamente era el hombre mas hermoso que había visto en su vida… y no sabía si en realidad era así o solo a ella le parecía.
– Me llamo Manuel…- Al ver que ella no emitía sonido, él echó la cabeza hacia atrás y largó una carcajada. Pero a Bianca no le molestó, sino que al contrario, la hizo sonreír y la sonrisa plateada de dientes perfectos dejó sin palabras a Manuel. El hombre estaba paralizado con la belleza de la mujercita, que lo había mirado tan profundamente hacia solo unos segundos…
Los dos lo sabían… algo que se había detenido y no fue precisamente el tiempo, cuando sus miradas se encontraron por primera vez… como si sus vidas pasadas no existieran, como si hubieran nacido desde el momento en que se miraron, algo mágico, algo que no podía explicarse con palabras… algo que iba mas allá del entendimiento racional de las personas… de la humanidad… solamente se podía sentir… y solamente eran pocas las personas que lograban experimentar este sentimiento tan maravilloso en sus vidas, había que estar muy atento… y ser muy perceptible.
No necesitaron palabras. El la tomó del brazo y la sacó del lugar. Ella no dijo ni una palabra. El creyó que era muda y no insistió. Ella simplemente no podía hablar, las palabras se quedaban estancadas en su garganta y sentía la boca seca de la emoción, de aquella extraña sensación que tenía dentro suyo y que le hacía latir el corazón a toda velocidad.
El cielo parecía mas estrellado que de costumbre. Las estrellas parecían brillar más, y Bianca supo, en ese instante, que nunca más, iba a volver a sentir aquella sensación de vida, como la de ese momento. Manuel, con solo eso, sin saber, sin querer, con su mirada color de mar, había taladrado el bloque y se había introducido en ese corazón averiado sin que ella supiera, quisiera o pudiera detenerlo…
Se amaron como la luna y el sol. Como la lluvia y el viento, como las hojas y los árboles, como los ángeles cuando cantan al cielo… Bianca sabía perfectamente, como si hubiera nacido sabiéndolo, que no había conocido el amor hasta el momento en que conoció a Manuel. Con su corta vida, de pequeñas cosas y de esas pequeñas cosas, tan tristes… no había conocido a nadie que la hiciera sentir, como él. ¿Cómo era posible que esto le pasara con solo un encuentro? Ella reconocería el amor, apenas lo viera. Y así, fue.
Se quedó observándolo mientras dormía tranquilamente, en la cama del hotel a donde la había llevado. Su rostro fresco mostraba cansancio…. Bianca observó cada centímetro de su cuerpo, cada milímetro de su esbelta silueta, los músculos, los brazos, sintiendo cosquillas en la panza, siguió observándolo hasta que llegó a sus manos suaves… y algo brillante le llamó la atención, un anillo. No un anillo cualquiera, un anillo de matrimonio. Manuel era casado. No era que esto significara demasiado para las chicas de la noche, que estaban cansadas, hartas, de ver hombres casados…. Pero si significaba mucho para ella.
Un nudo se le hizo en la garganta, se alejó como si algo la hubiera quemado. Observó detenidamente la ropa del hombre tirada en el piso y recordó con una leve sonrisa, el momento de pasión que los había envuelto. Se acercó a los pantalones y tomó la billetera. Cuidadosamente, sin hacer ruido la abrió… la foto de dos niñas sonriendo la asaltaron desde su interior…
Allí estaba, desnuda, y no solo de ropa sino desde el interior también, frente al único hombre que sabía, le había devuelto las ganas de vivir, que solo había conocido hacia horas, pero que hubiera podido acompañar por el resto de su vida, sin dudarlo y él… ya tenía una vida… y ella ya había dejado caer la coraza y era tarde para volverse atrás. Pero no era tarde para que él la olvidara… ¿Acaso él no la había ayudado a despertarse de nuevo? ¿no le había regalado hermosos sentimientos haciéndole acordar, que estaba viva?
Se levantó de la cama, con movimientos tranquilos e inertes, como si le costara realmente mucho el trabajo… tomó su vestido rojo, se puso las medias y los zapatos, tomó su cartera y se paró al lado de la cama para mirar a Manuel, que aun dormía plácidamente.
– Espero con todo mi corazón, que no olvides esta noche – Dijo en un murmullo casi silencioso. Dio media vuelta y sin mirar atrás, salió a la calle, su mundo.
El joven abrió los ojos…y también murmuró algo para si:
– No la olvidaré.-