Icono del sitio V Certamen de Narrativa

138-Entre el placer y el perecer. Por Katekill

 Hay tres cosas que nunca vuelven      
 atrás: la palabra pronunciada,
 la flecha  lanzada y la oportunidad perdida.

 

 Nerit se contonea y desliza serpenteante despertando la lascivia de los invitados. Entre la docena de hermosos capullos en exhibición, es la más bella. La más delicada,  insinuante y coqueta, derramando a cada instante una sonrisa alegre, contagiante y sensual que la vuelven una hembra irresistible.
       ¡Claro, mujeres de clima tropical, mujeres de selva, son de esas a quienes los hombres les dicen siéntate y rápido nomás las descaradas se echan!, observando a un costado, así comentan con evidente saña sus envidiosas rivales.
        De antemano, poseyendo tales dones ella  confía triunfar en la azarosa vida; por lo tanto, no perdió el tiempo y, aun contando escasos dieciséis años, aprovechó  la primera oportunidad de salir de aquella selva inhóspita donde, el infernal calor, los mosquitos, zancudos y alimañas transmisoras del paludismo, la fiebre amarilla, el dengue y otras enfermedades, espantaban a los muy ocasionales visitantes. Levantó vuelo con aquel médico o pedazo de médico que no alcanza el metro sesenta, quizá por eso fue de los pocos cuyas piernas no le facilitaron salir corriendo y, que asomó allí para realizar sus obligatorias prácticas profesionales.
       Desde entonces, afinando su timbre de voz y empinándose en el momento oportuno ¡cómo y cuánto se había sofisticado!, aprendió los secretos del correcto uso del maquillaje que, valgan verdades, a mujer tan afortunada no le resulta imprescindible. A diario y para cualquier ocasión vestía ceñidas blusas, ajustadas faldas y vestidos que resaltaban sus carnes, con zapatos taco siete que le permiten volar muy por encima  del hombro de su eventual salvador. Pero, pese a la adopción de tales hábitos occidentales y cristianos, conservó intacta esa innata lujuria de peligrosa fiera en celo, la punzante mirada y el imantado olor que atraía al más recatado y célibe de los mortales.
*
        El Dr. Camino, estudiando medicina en la universidad consumió casi diez años de su irreversible juventud, quemándose las pestañas mañana, tarde y noche, muy concentrado en sus gruesos y amarillentos libros y, seccionando, suturando y hurgando en músculos, intestinos y malolientes órganos de muertos y de vivos. Es el orgullo y ejemplo a seguir en las nuevas generaciones de la numerosa familia. Tal sacrificio debía obtener su recompensa, no solo monetaria, sino carnal, dulce y pecadora.
       El mejor aliciente para su abnegada y ascendente carrera será esa muchachita adolescente, ¡poco importa que le lleve media cabeza en estatura!, ella despertará el apetito de todos los hombres, incluso de esos grandotes,  inútiles largos tiempos que no osan equiparar y alcanzar su grandeza…
       El Dr. Camino, a diario es envidiado por unos y compadecido por otros.
       Envidiado por los caballeros solteros y casados, que salivan y, cual desafiante mástil, levantan el sexo al mirar de reojo a su apetitosa mujer, esa fina escultura de carne y hueso que, a su seductor paso, sobresalta hasta a los borrachos y aletargados en tan selecta reunión.
     Compadecido por las damas que, así como no se cansan de alabar sus nobles virtudes de galeno: el doctorcito si que es infalible en su diagnóstico y ni se diga de su destreza manejando el fino bisturí, en igual o mayor intensidad se apiadan del papel de cornudo que desempeña: ¡Qué mujer o encarnación del diablo le ha tocado, por algo el suyo es un nombre de la mitología egipcia que significa buitre o mujer con cabeza de buitre, sentencia la más culta de las invitadas…
*
        El profesor Roca es el varón más plantado de la acogedora comarca en donde  pocos años antes, vía decreto, fue designado Alcalde. Aseveran tal certeza, su estatura, su cuerpo atlético, el elegante porte y sus finas maneras, además de sus interesantes charlas. Parecía uno de aquellos astros de Hollywood de los años cincuenta, que incitaban interminables suspiros en las virginales doncellas…
        A sus veinte años fue la pareja obligada y disputada por las muchachitas que concluyen el colegio, quienes con anticipación debían reservar turno. Con el discurrir de los años, la adultez, el matrimonio y los cuatro hijos lograron marchitarlo, pero hoy a sus cuarenta y pico reverdecía como en sus mejores tiempos…
        El profesor Roca empezó a reivindicar sus épocas de solícito semental, cuando para su bienaventuranza o desgracia, puso los ojos encima de aquella prohibida mujer. A partir de allí y, hasta disfrutar de los encantos de tan apetitosa diva, no pudo dormir en paz, daba vueltas y vueltas en la cama obsesionado en conseguirla; ¡qué importaban las suspicacias de los abundantes perros del hortelano!
        Jamás ninguna mujer resistió su arremetida y esta muchachita no será la excepción. Tomando las iniciales precauciones del caso, acudió a la prometedora  e inaugural cita nocturna con unos diez minutos de anticipación. ¡La hembra si que valía la pena el riesgo y prestigio por correr!
        Y, tal como acordaron previamente, ahí estaba a su alcance la impetuosa mujer… con quien  va a revivir las faenas más desenfrenadas de su existencia…
        Aunque sea común oír decir que la vida siempre otorga una segunda oportunidad, imposible desperdiciar la ocasión de revolcarse, dar de volantines y cantar victoria, cual bisoño soldado enarbolando con orgullo el ambicionado estandarte enemigo…
 *
        Nerit no pudo y no quiso sustraerse a sus ancestrales arrebatos orientales, azuzados con ese glamour adquirido observando incontables veces en “Mogambo”, a su estrella favorita, aquel animal sexual llamado Ava Gardner, no a la rubiecita puritana y reprimida de Grace Kelly
        Seis años de guardarle fidelidad a su marido podían considerarse suficientes, no es posible que su sacrificio dure tanto como las perennes rocas. En modo alguno es una desagradecida, al contrario, pase lo que pase será siempre la victima. Circunstancialmente, a cambio de su pura inocencia fue ese hombre quien le hizo conocer el mundo más allá de donde alcanzaban a colarse los aromas de las madreselvas; pero, jamás debiera olvidar que ella lo hizo sentirse un auténtico Bonaparte.
        Un marido bendecido y al mismo tiempo encamotado.  Y, ojo, para eso no recurrió a los bondadosos incentivos del chuchuhuasi, ¡no señor! ella  fue el mejor afrodisíaco que el tipo poseyó en su vida. Lástima que hoy vivieran en aquel minúsculo y adormecido villorrio que no supera las cinco mil almas. Allí se conocían y reconocían entre si hasta las bicicletas y las mascotas de los vecinos. Nerit, respetada esposa del médico del pueblo, es saludada muy cortésmente por los caballeros… salvo por uno cuyo atrevimiento vino a romper la agobiante monotonía   y a transportarla, a fuerza de sudorosos quejidos y rasguños de placer, hasta los recovecos más ardientes  de su misteriosa, anhelada y hoy lejana selva. 
        Pero, si ese hombre se parece al maduro cazador Víctor Marswell, el personaje interpretado por Clark Gable, desubicado en esa pequeña comarca, arrancado de cuajo del ambiente exótico de la misteriosa África mostrada en “Mogambo”, donde el propio nombre, pasión en lengua suajili, transporta  a los espectadores hacia estados nebulosos, semiinconscientes y soñadores, el puro sexo en su vertiente animal…
*
        El Dr. Camino alimenta a diario  su ego profesional y de macho. Pero, no se burlaría de él aquella mujercita o mujerzota, siendo justos con el término, a la cual en un rapto de pasión y de compasión se trajo consigo del oriente. En tan original historia, el valiente cazador y ganador es él; quien de la agreste selva y, en un solitario safari, rescató aquel hermoso y estilizado ejemplar para mostrarlo muy orondo como su mejor y más preciado trofeo.
        Y, si que valió la pena, al menos durante los primeros años, ¡Si señor!, pero de un tiempo a esta parte, la glacial frialdad de los polos inunda el otrora caluroso nido de amor.
        Aunque tenga la cara, no es ningún cojudo para no percatarse
        Cuando el río suena es porque piedras trae… y vaya que el refrán es valedero…
        Su plan ha sido previsto al mínimo detalle. Simulará que bebe y bebe hasta reventar; total, los invitados creerán que tales insaciables ansias pretenden amenguar los engaños, desengaños y bochornos causados por su pareja.
       Esta vez le corresponden los papeles de detective y actor, ¿héroe o villano?, eso depende de la postura que adopte el espectador. En fin, sea cual fuere el rol, lo hará con tanto entusiasmo y ahínco como quien espera recibir la ansiada estatuilla dorada en justo premio…
       Hoy por la noche será el destape. Los murmullos, burlas solapadas y disimulados comentarios lo abruman. En esta fiesta que sobrepasa la medianoche, va a confirmar o desmentir sus crecientes sospechas. De ser cierta tremenda desconsideración, lo que le falta en tamaño le sobrará en orgullo, fortaleza y coraje. La última vez que soportó una burla fue quince años antes, al asistir de frac a su ceremonia de promoción del colegio, ¡este muñequito se ha escapado de la torta!, a sus costillas así festejaron los amigotes.
        Ni el juramento hipocrático podrá  reprimir sus acumuladas iras.
       El mancillado honor solamente se lava con sangre…
 

>         El profesor Roca pecó de imprudente aquella aciaga noche, en donde las estrellas ocultas por un encapotado cielo, se negaban a ser testigo de los inminentes sucesos.
        Pero, ¿algún moderno homo sapiens, podría ser capaz de controlar su libido frente a miradas e insinuaciones tan fascinantes?
        El vino y la cerveza comenzaron a aturdir su mente, aunque no le preocupó mucho, las experiencias vividas y los ochenta y cinco kilos de peso que lo soportaban, eran la mejor garantía de su sobriedad. Así que, demostrando sus habilidades bailarinas al compás de un pegajoso mambo de Pérez Prado, con una de las parejas intentaba disminuir aquella embriaguez líquida; porque la otra, la peligrosa borrachera de las pasiones, de las miradas de reojo, de los guiños y disimulos, esa momentáneamente la saciaría en unos instantes cuando, con sigilo, abandonara aquel local en pos de una final y trágica cita con su atrevida Ava Gardner.       
        Su don de gentes, su carisma y bondad, sus infaltables ocurrencias y deslices, y hasta sus olores impregnaron los lugares en que transcurrieron sus menesteres y desenfrenos. Las circunstancias  de su accidentada muerte serían motivo de interminables pláticas, desde el mismo instante de su largo velorio y posterior concurrido sepelio…
        Que, en esa su postrera noche, estaba demasiado ebrio, sin fuerzas ni rápidos
reflejos, de allí que no atinó a defenderse como debería, que lo cegó por completo la sangre manando del profundo corte con el bisturí recibido en la ceja, que cómo pudo ser posible, que alguien que no alcanzaba a rozar su hombro, lograra arrojarlo desde un balcón del segundo piso, estrellándose de cabeza en el empedrado y muriendo al instante…
***
        Nerit, sorprendida ante el sangriento pugilato desatado y evitando caer en manos de los implacables fariseos, envuelta en sus arrepentimientos, se arrojó  del balcón del segundo piso hacia la calle. La suerte jamás le fue esquiva. Aterrizó sobre la suave lona de un camión estacionado. Apenas le fue posible recuperarse, se esfumó de por vida, en el afán de ocultar sus eternos remordimientos.

        El Dr. Camino, consumió otros cuatro años tras las rejas. Aquella consulta, tratamiento y cura consigo mismo y con sus furores, fue lo más insoportable que debió soportar en su larga trayectoria como médico. Al salir a respirar aires frescos, afrontó su trabajo con dedicación exclusiva. Una sola vez lo capan al gato, ¿para qué volver a desperdiciar tiempo, esfuerzos y dinero, en domar otra ingrata fiera?
 

        El profesor Roca, siempre será recordado por los vecinos de su querido terruño por el cual, en aras de conseguir su ansiado progreso, sacrificó su vida entera trabajando de manera desinteresada…      

        Desde entonces, grabado sobre una costosa lápida de mármol rodeada por coposas  y resistentes hortensias, así empezó a leerse su sencillo pero muy emotivo epitafio.

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