El hombre estaba arrodillado en un banco de la iglesia, atento al confesionario. Cuando una señora lo dejó libre, se arrodilló él.
– Ave María Purísima -dijo en voz baja
– Sin pecado concebida -respondió el confesor.
– Hace un año que no me confieso.
– En un año se pueden hacer muchos malos actos. Aunque también hay lugar para practicar las bienaventuranzas.
– Sí, un año da para mucho.
– Puesto que los buenos hechos no pesarán sobre su conciencia, puede empezar a descargar lo que sí pesa sobre ella.
– Verá; soy uno de los mayores accionistas de una empresa importante. Cuando hace unos años nuestro entonces presidente empezó a privatizar las empresas estatales, me pareció lo justo por el gran esfuerzo que algunos hicimos en echar a la oposición del poder, donde se habían asentado con demasiada sorprendente facilidad, debido a los vientos favorables que soplaron. Luego, gracias a Dios, todo regresó a su cauce normal, es decir, el país volvió a ser gobernado por los herederos de sus hacedores, porque el arte de gobernar se hace mejor si se transmite de padres a hijos, aunque, de nuevo…
– Bien, hijo, bien, al grano.
-Ya oiría hablar de los dividendos que se repartieron entre algunos directivos, gracias a las privatizaciones de bienes estatales de nuestro liberal presidente.
– Algo leí.
– Tanto fue, que a mí, como buen cristiano, a veces me ha dado un poco de desasosiego espiritual.
– ¿Tanto le llegó?
– Entre unas cosas y otras, como tenía una buena opción sobre acciones, pasaron de los quince millones de euros.
– Sí que es una cantidad respetable. Sobre todo habiendo tantas necesidades en el mundo, y, aquí, sin ir muy lejos.
– Es lo que yo les digo a los compañeros cuando reflexionamos sobre ello: Si no hubiera necesidades, pase, pero al haberlas, desgraciadamente, como cristiano practicante, me vienen remordimientos de conciencia.
– Muy bien por la delicadeza de su conciencia. Y ellos ¿qué responden?
– Dicen que actuamos con la ley en la mano, no como otros que atracan pistola en mano, o fuera de la ley, y que Dios nos prometió el ciento por uno en esta vida y la eterna en el otro.
– Eso fue, a los religiosos, a los que le seguimos, a quienes se lo prometió.
– Mis compañeros creen que también lo seguimos, aunque sea desde un poco más lejos.
– Por más que me parezca de alabar su preocupación, tendrá que repartir un poco de dinero entre los necesitados si quiere acercarse más a Dios.
– Algo ya damos todos los meses a las ONGes esas, aunque algunos de algunas también se han quedado con un suculento porcentaje, según la prensa.
– ¡Ay, el vil dinero!, pocas veces va adonde debe… Ser solidario está bien, pero como penitencia por haber recibido tanto dinero sin mucho esfuerzo va a tener que desprenderse de alguna menudencia más. Mire, aquí tiene una cuenta bancaria de esta necesitada parroquia, donde le invito a ingresar siete mil euros.
-¿Son para ayudar a los necesitados?
– La pregunta ofende.
– Lo haré.
– ¿Alguna cosilla más?
– También traigo un asunto de faldas.
– ¡Ay, las faldas!, al igual que el dinero también vuelan, y, aunque a veces se conviertan en estrechos pantalones, sus portadoras no dejan de darnos problemas a los hombres.
– Esta del asunto a confesar suele llevar faldas y bastante cortas.
– Qué manía esa de enseñarnos casi como las yeguas las extremidades inferiores.
– Unas piernas de mujer bien llevadas embellecen la Creación que nos dejó Dios como regalo.
– Llevadas como Dios manda, querrá decir. ¿De quién se trata?
– De la secretaria.
-¡Dichosas secretarias! Con eso de que son la mano derecha del jefe, cuántos matrimonios han sacudido.
– Y los que sacudirán si no les quita el puesto Internet.
– En Internet también hay materia.
– Sodoma y Gomorra juntas.
– Es la cruz y el peligro de tanto progreso descontrolado. ¿Hasta dónde han llegado?
– Hasta el acto.
– ¿Consumado?
– Al completo.
– ¿La postura fue púdica o lasciva?
-Ensayamos posturas difíciles de ejecutar del kamasutra.
-¡Mecachis!, ¡las difíciles del kamasutra! El pecado sube grados si la postura se aparta de la más natural… ¿Cuándo entró en la oficina, ella ya estaba esperándole como preparada o todo surgió de repente?, porque según San Pameno el pecado de la carne depende mucho de las circunstancias en que se comete.
– Ella entró a darme un informe y dijo: ¡Uf!, ¡qué calor! Yo le respondí que funcionaba bien el aire acondicionado, y ella que no lo notaba. Entonces, me sonrió y se desabrochó un botón de la blusa para airearse un poco. Al ponerse junto mí, se agachó, me mostró el informe y un cuarto de su seno; mi mano no lo pudo resistir y le toqué los tres cuartos restantes.
– Mecachis ¿Era el seno izquierdo o el derecho?
– El izquierdo.
– Según San Pameno el izquierdo es menos pecaminoso, puesto que todo lo que esté a la siniestra es menos noble que lo diestro. Aunque últimamente hay teólogos que discrepan; creen que Dios al crear el cuerpo humano lo creó por entero noble. San Pameno argumentaba: no hay más que comparar el corazón con la uña del dedo gordo del pie, y no digamos si además está sucia, por no nombrar otras menos nobles aún… Y ¿hubo beso previo?
– El beso fue instantáneo.
– Según San Pameno el beso disminuye la culpa porque lleva consigo un brote de cariño por el ser besado. Y, como el cariño es muy caprichoso, puede empujar la mano a seguir caminos tentadores, sin que la voluntad sea completamente libre, ya que el cerebro, que es el que ordena los actos, está ocupado con el deseo. Sin embargo, San Atolón le refutó; decía que Dios nuestro Señor, previniendo eso, nos dio la voluntad para que se impusiera a las ganas.
– Ya quisiera yo ver la voluntad de San Atolón ante una tentación tan al alcance de la mano.
– No dude de que la hubiera vencido. Supermán al lado de los santos, un pituso… ¿Cómo tenía ella los ojos, limpios o vidriosos?
– Turbias las dos pupilas.
– Eso también atenúa un poco la falta, porque se ve que ella estaba muy receptiva y le atraía con fuerza. De todas formas, debió haber luchado más contra sus propios instintos, y no, a la menor oportunidad, lanzar la mano.
– Yo con la mano siempre he sido muy ligero, lo confieso.
– Si tu mano te escandaliza, córtatela, dijo Jesús.
– Y ¿con qué hago los informes?
– Tiene a la secretaria para ello.
– No, si ella se tendría que cortar las dos. Ella sí que las tiene festivas; le va buscando a uno el gusto por menos de nada… Además, la he tenido que despedir; mi mujer se olió algo al tener menos ganas de atenderla a ella en sus necesidades conyugales, me descubrió y me obligó a elegir.
– ¡Santas esposas! En eso quizás haya acertado. Lo mejor para alejar las tentaciones es cortar por lo sano… Le habrá dado una buena indemnización.
– Más de lo que aconseja la ley. Era una secretaria excelente y siempre dispuesta.
– ¡Santas esposas…! ¿Reconoce que ha obrado mal y se arrepiente?
– Me arrepiento.
– De todas formas, ingrese otros 14.000 euros en esta otra cuenta de caridad de nuestra parroquia.
– ¿Más que por el abuso de ganancias?
– El pecado de la carne, dice San Pablo, es uno de los peores pecados que el ser humano pueda cometer al ser contra su propio cuerpo, que es templo del Espíritu Santo; y se agrava porque usted tiene esposa, y Dios permitió que en el santo matrimonio se pudieran satisfacer los bajos instintos; eso sí, con cierta decencia, sin recurrir a posturitas raras. Si esto lo tuviéramos presente, practicaríamos el débito conyugal con más limpieza y honestidad, sin exceso de regodeo, y con posturas más naturales al ser humano, creado a imagen de Dios, no como los animales. A la mujer hay que entrarla por delante, con caricias previas, cariño y cuidado, cara a cara, entregándose a ella con verdadero amor, y no egoístamente con sentido de posesión y dominio, pensando sólo en el placer propio. Las posturas de kamasutra ensayadas por usted son, reconozcámoslo, muy deshonestas. Incluso con su propia mujer estarían mal vistas por los ojos de Dios, que todo lo ven, hecho que a menudo olvidamos al realizar el acto, que debe ser lo más honesto posible; así lo quiso Dios, que pensó, para el bien de la reproducción, acompañarlo de algo de placer, pero sin querer pasarse en el regocijo rebuscando posturas anormales y grotescas, que todo exceso es malo.
– No, si a mi mujer de la postura natural no hay quien la saque.
– Bien hecho por parte de su santa esposa. Creo que va a tener que desprenderse de otros 10.000 euros por haber ofendido la postura de su mujer.
– Caro pecado me va a salir, y eso que, según San Pameno, algunas circunstancias de mi regocijo podrían servir como atenuantes.
– Por los pecados hay que pagar o en esta vida o en la otra, conque elija.
– Elijo. Más vale pagar en esta vida, ya que no tenemos muchas referencias de los castigos en la otra.
– Muy bien. Mire, para darle la absolución, debe prometer que leerá el siguiente libro. Apunte: “Pequeño tratado de las grandes virtudes” de André Comte-Sponville. Aunque él dice no ser creyente, en su gran libro verá que una pareja puede tener relaciones sin salirse de la pureza. Estos jorobados ateos espirituales a veces nos dan una lección de fe.
– Prometido
– ¿Algo más?
– Alguna comisión a nuestros alcaldes para conseguir sus favores. Me he metido en el ladrillo, y ahí hay mucha competencia, y, si no unto yo, lo va a hacer otro. Eso sí, yo sólo he untado a los alcaldes que considero que están más cerca de la Iglesia, porque comulgan más con nuestras creencias y harán mejor uso del dinero para mejor educar a sus hijos llevándolos a colegios donde reciban una enseñanza con valores morales y cristianos. Alguna declaración de la renta quizás ha cojeado un poco por las dificultades que entrañan las preguntas: ¿qué se debe declarar? y ¿qué no se debe declarar? Los impuestos sobre el valor añadido tampoco los pago siempre. Si viene el pintor y me dice: tanto sin IVA, no me sale decirle que me la haga con IVA. Me parecería una indelicadeza por mi parte.
– ¡Ay, ay, ay!, Hay que acostumbrarse a cumplir con Hacienda para dar ejemplo, señor mío. Si no le pagamos a Hacienda, ¿de dónde va a sacar el Estado para tantos gastos que tiene, entre ellos su compromiso con la Iglesia? Sus ministros también comemos. Ingrese otros 15.000 euros en la cuenta de la Iglesia. ¿Algo que alegar?
– Cara confesión me ha salido, pero qué le vamos a hacer. La salvación del alma y una conciencia tranquila bien valen unos millones.
-Al que mucho recibe, mucho se le exige. Me alegro de que esté de acuerdo. Arrepiéntase… Ego te absolvo pecatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Santi, amén.
Al salir de la iglesia hizo una genuflexión ante el sagrario al tiempo que se santiguó. Luego, salió a la calle, respiró el aire fresco de la mañana de domingo y sacó un cigarrillo. Qué grande es la religión católica; cuánto bienestar se pierden los ateos; no saben lo que es sentirse limpio tras confesarle los problemas de conciencia a un intermediario entre Dios y los hombres. Esta oferta de la confesión y su limpieza del pecado en nuestra querida religión no se puede mejorar por ninguna otra. Luego, entró en un bar y se tomó una cerveza sin alcohol.