Icono del sitio V Certamen de Narrativa

156-La Culpa. Por Don Antonio

   La distorsión de las líneas divisorias del pavimento semejaba extrañas figuras que bien podrían ser utilizadas para una pintura abstracta. Las observaba sentado en el primer asiento del piso alto, del micro de la empresa Chevallier que me llevaba a Córdoba, donde debía encontrarme con mi pasado. No estaba muy convencido de lo que hacía, me daba la sensación que de nada serviría, pero un impulso irrefrenable, me llevó a comprar el pasaje y tomar este micro, que ahora me llevaba donde, yo, hubiera preferido no regresar nunca. Todos experimentamos distintas situaciones en el curso de nuestra vida y al sumar años, más han tenido lugar. Algunas las recordamos con alegría, otras con tristeza, o con nostalgia,  pero ésta, yo, la recordaba con dolor.

   Dina había sido para mí un gran amor. Un amor casi de adolescente, yo tenía solamente dieciocho años y no los aparentaba, ella creo que veinte, por lo menos eso me dijo, y  se veía mayor que yo.

   No era muy bonita, más bien de facciones delicadas. Tenía lindos ojos, una nariz pequeña, boca bien dibujada; pero sin embargo, el conjunto no conformaba una belleza, pero disponía  eso que dije antes, delicadeza en  sus facciones,  en su forma de caminar y de hablar. 

   Noviamos un tiempo hasta que por mi trabajo me trasladaron a Buenos Aires; la comunicación con ella se hizo muy espaciada, algunas cartas, llamadas telefónicas y alguna que otra visita de disparada algún fin de semana a Córdoba. Y en una de esas visitas quedó embarazada. Yo no podía hacerme cargo de formar una familia, quería progresar en mí trabajo, estaba logrando afirmarme en la empresa  y esa noticia que ella me dio muy alegre,  me causó una contrariedad que seguramente se manifestó en mi cara. Con lágrimas me dijo: “no te hagas problemas yo lo voy a tener y no te voy a molestar”

   Fui puro egoísmo. Seguí adelante y fueron muy pocas las visitas posteriores. Hasta que su embarazo se notó y decidí no viajar mas. Me llegó al tiempo por un amigo la noticia que había sido un varón y que ella le dio su apellido. Como la mayoría de las veces, el hombre en estos casos se lava las manos y la mujer se aguanta lo que venga.    

   Un tiempo después  me casé con Karina, con quien ya teníamos un hijo, y a los pocos años, al no poder quedar nuevamente embarazada, adoptamos una hermosa nena. Pasaron varios años, consolidé mi lugar en la empresa, viajé al exterior, tomé responsabilidades y tuve a mi cargo una cantidad importante de empleados.

 

   -Ese chico se parece tanto a vos, que si no supiera que sos incapaz de traicionar a tu mujer, diría que es un hijo extramatrimonial.

   Miré hacia donde entraba el nuevo empleado de cuentas corrientes, ingresado apenas unos días antes, y con quién yo no había tenido aún contacto. Su parecido era cierto, sus facciones parecían tomadas de mi persona. Un frío me corrió por la espalda cuando recordé el color de los ojos de Dina, y vi  ese color, en los ojos del chico.

   -Sí, tiene un parecido, pero siempre dicen que tenemos un socias en alguna parte del mundo, parece que el mío apareció aquí.

   -Claro  -me contestó Tamara- la empleada fiel que era mi secretaria desde hacía varios años.

   -Y ahí quedó la cosa. No quise averiguar nada, preguntar nada, tapé el tema en mi conciencia y en cuanto pude lo ascendí y lo envié a una agencia del interior.

   Al poco tiempo recibí una carta de Dina diciéndome que se llamaba Jorge y que él no sabía absolutamente nada. Que ella lo había enviado a la empresa cuando le dijo que se quería venir a Buenos Aires. Él se presentó, dejó su  currículo y al poco tiempo lo tomaron. Me pedía que lo protegiera en lo que pudiera y nada mas. Que no me preocupara. Nunca se iba a enterar. La humildad de ella, su honestidad, me hacía sentir empequeñecido al compararla con mi egoísmo de tantos años.

   El chico era muy buen empleado y fue progresando, me ocupé de que no le faltara nada, y lo ayudé con una beca que daba la empresa para un perfeccionamiento en sus tareas. Al tiempo, tranquilo ya, de que él nunca se enteraría quien era su padre, lo trasladé nuevamente a Buenos Aires.

  

   -Papá, el sábado es mi cumpleaños y hago una fiesta en casa, voy a usar el quincho e  invito a unos amigos y unas chicas amigas de Dorita.

   -Si Tadeo, nosotros con tu  madre vamos el fin de semana a la costa, así que dispone de toda la casa, pero no hagan mucho despelote, no quiero quejas de los vecinos por el volumen de la música, y cuida a tu hermana.

   -Si viejo, vayan tranquilos, no va a pasar nada.

   Al regreso no recibí ninguna queja de los vecinos, todo en orden, la casa limpia, el quincho también, y pensé, Tadeo está creciendo. Pero estaba equivocado, algo había sucedido, algo totalmente impensado, de lo que yo no me enteré hasta bastantes meses después. Fue cuando Dorita eligió la fiesta de quince en lugar del viaje al Brasil. Preparé con mi esposa todos los pormenores para que ella tuviera su inolvidable cumpleaños de quince.

   -Mira que la nena te va a dar una sorpresa.

   -¿Así, cual?

   -Ya vas a ver –me dijo mi esposa-

   Dorita estaba haciendo a más de su bachillerato, un curso de perfeccionamiento de ingles, y temí que me pidiera irse a vivir un tiempo a Miami, como sabía que tenía en mente. Me preparé para ese momento, era evidente que mi esposa me lo anticipaba para que no me tomara de sorpresa. Era necesario darle su libertad de accionar y de crecer, si ella lo pedía, e iba a acceder; y después de decidirlo me tranquilicé. Los hijos son del momento  en que viven, no de uno.

   Dorita estaba preciosa y deslumbrante de alegría con su fiesta. Yo ya había tomado varios whisky con mis amigos, cuándo escuché su voz detrás de mí

   -Papá te presento a mi novio. Y vi una sonrisa cómplice en mi esposa que se acercaba frente a mí. Me quedé por un momento tieso, no esperaba que esa fuera la sorpresa. Pero reaccioné rápidamente y al darme vuelta ya tenía decidido felicitarla y aceptar al muchacho.

   -Perdón señor Galván, no tuve oportunidad de decírselo en la oficina pero tengo las mejores intenciones con Dorita, la amo y la respeto.

   -Jorge estaba delante de mí, tratando de darme una explicación innecesaria y yo no salía de mi estupor. ¡Mi hijo era el novio de mi hija!

   -No lo mires así -me decía mi esposa- mira la carita de Dorita, Jorge no se animaba a decírtelo, sos su jefe y el se sentía cohibido.

   Por suerte pensaron que el estupor y la dureza de mis facciones, correspondía a no haberme aclarado que salía con mi hija, y no que era totalmente otro el motivo.

   -Está todo bien, me parece bien, los felicito y espero que sigan adelante, hacen muy linda pareja. Y me retiré a un costado

   -Míralo al duro de Galván, como aflojó porque su hija le presentó al novio, ya no es la nenita de la casa, ahora es toda una mujercita, que ya no juega en las rodillas del papito -me decía Enrique- mi amigo de toda la vida.

   Lo razoné: si bien ella es adoptada, son hermanastros. ¡Que hacer! Estuve absorto en esos pensamientos hasta que terminó la fiesta. Al día siguiente simulé un viaje de negocios al Uruguay, para estar unos días en soledad y reflexionar. Al volver me enteré de la noticia.

   -Jorge viajó urgente a Córdoba, la madre falleció en un accidente.

   ¿Cuando fue?  -inquirí rápidamente-

   -Ayer, hoy seguro la sepultan.

   -No puedo dejar solo a ese muchacho con su desgracia, viajo para allá.

   Mi esposa me miró intrigada, le llamó la atención tanta preocupación de mi parte por ese chico, solo un buen empleado de la empresa que recién noviaba con nuestra hija.

  

   Saqué el pasaje y estoy viendo la distorsión del camino. No quise ir con el auto, tenía temor que mis nervios me jugaran una mala pasada. Seguramente cuando llegue la veré en su tumba. Le pediré perdón, aunque ya es tarde. Ella fue una gran mujer,  yo un gran egoísta, y ahora el destino me las cobra.

   Cuando regrese tendré que encarar la situación de mis hijos Jorge y Dorita, espero esta vez, afrontar el problema, obrar con valentía y sin egoísmos, por lo menos, por la memoria de ella.

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