Icono del sitio V Certamen de Narrativa

163- Un día de pesca. Por Serencita

Había una vez un niño llamado Álvaro. Era ciego, y en su colegio todos lo conocían. Lo ayudaban a bajar las escaleras ya que no había ascensor y los niños siempre corrían por la escuela. Era muy agradable y, en ciertos momentos, tuvo que soportar críticas y burlas de algunos compañeros. Sin embargo, nunca tuvo complejos, y se sabía defender como ninguno. Uno de sus amigos, Juan, era muy competitivo, y aun sabiendo que él tenía ciertas dificultades para algunos juegos, le solía reprochar sus múltiples victorias.

            A Álvaro le gustaba mucho la pesca, su padre le enseñó cuando a penas tenía 6 años. Solía ir con él al embarcadero que estaba cerca de su casa.

            Álvaro estaba cansado de que Juan se burlara de él en los juegos, y un día le propuso ir a pescar. Era bueno pescando, pero Juan no lo sabía, así que iba más que convencido que pescaría más peces que su amigo. Álvaro fingía que no pescaba nada y dejó pasar unos cuantos peces. Juan pescó el primero. Al rato, Álvaro pensó que ya era momento de empezar y sacaba uno tras otro. Juan se estaba poniendo muy nervioso, e incluso se enfadó. Entonces le dijo:

–         ¿Cómo es que tú, si no ves cuando pican, has pescado muchos peces y yo sólo uno?

–         Juan, tú pescas por competir conmigo y sólo piensas en ser más rápido que yo, y en el momento que la caña se mueve ya tiras. Yo no, yo lo hago porque me gusta pescar. Yo siento el mar, y siento los peces. No necesito tener dos ojos para saber cuando debo sacarlo.

Juan estaba decepcionado consigo mismo y bastante triste. Álvaro, al verlo, le dijo:

No importa cuantos peces cojas, o cuantos goles metas. No importa quien gane o quien pierda. Lo importante es saber ganar, y saber perder, y divertirse mientras juegas.

Al día siguiente, estaban en clase, y Juan se acercó a Álvaro y le pidió perdón por todas las veces que le había chinchado por haber ganado un juego, o haber conseguido mejores resultados en una actividad. Álvaro aceptó sus disculpas y desde entonces no volvió a hacerlo. A fin de cuentas, era su mejor amigo.

162-La cadena del perro. por Chancay
164-Billete al olvido.Por Suleimán
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