Icono del sitio V Certamen de Narrativa

5- Silencios. Por Longinos

No sé en que momento ocurrió. Ni el por qué. Lo único que sé es que algo le pasa. Se le nota demasiado. Y lo peor es que no me cuenta nada. Me ignora. Así de simple, como si yo no existiera. Ya casi ni me dirige la palabra. En los cuatro años que llevamos juntos nunca había bebido su café con tanta prisa por las mañanas, sin casi levantar la mirada de la taza, marchándose después rápidamente, sin despedirse. Así desde hace dos meses. Con la angustia como huésped en mi alma. Con la certeza de que nuestros días se acabaron. Intentando saber cómo hemos podido llegar a esta situación. Mi cerebro se queja de tanto estrujarlo buscando una explicación, algo que haya podido dinamitar nuestra relación. Y no encuentro nada por más que busco. 

Y siento enloquecer cuando sus silencios son la respuesta a todo. Cuando me mira sin verme. Cuando me toca y de inmediato retira la mano, como si sólo hubiera obedecido a un acto reflejo. Se acabaron los largos paseos, los fines de semana en el campo, los juegos que hacían que cayéramos los dos rendidos fundidos en un abrazo. 

Se acabaron las rápidas comidas en casa; apenas se quedaba quince minutos. Le observaba correr después, a través de las ventanas, para no llegar tarde al trabajo. ¿Dónde quedó todo eso? Ya ni me acuerdo. Los celos bloquean mis pensamientos. Porque sé que existe una mujer. ¿Qué si no podría ser? 

Tengo miedo. Un miedo que atrapa todo mi cuerpo sin casi dejarle respirar, conteniendo lágrimas delante de él que asoman cuando se va en forma de llanto desesperado. Lágrimas que rezuman desesperación e impotencia al no saber cómo recuperarle. Un día más. Y vuelvo a esperarle a la hora de la comida. Y espero. Espero hasta que mis ojos caen vencidos por el sueño. Noches eternas sin él, en las cuales la oscuridad acrecienta mis sospechas. Oigo la llave de la puerta y siento como se mete en la cama sin ni siquiera rozarme. Sin mirarme se duerme con una gran sonrisa dibujada en sus labios. Y duele. Duele haber desnudado mi alma para convertirme en nada. 

Sacudo la cabeza como si así pudiera acabar con esta pesadilla. Tengo que hacer algo, pero no se me ocurre nada. Mi mente parece incapaz de pensar en otra cosa que no sea su traición. La noche va cediendo su terreno al día cuando el odiado despertador comienza con su obligación. Supongo que habrá olvidado desconectarlo, porque hoy es sábado. Pero me equivoco, ya que se levanta rápidamente y se dirige hacia la ducha sin ni siquiera volver la cabeza. En un momento está vestido, inundando todo con su presencia. Es guapo. Muy guapo. Y verle así, vestido con esa indiferencia me duele aun más. 

Espero sin resultado. Me acerco a él y lo único que obtengo son dos palmaditas en la espalda y un “vuelvo en diez minutos”. Corro hacia la ventana justo a tiempo de verle salir por el portal. Camina despacio abriendo mucho sus brazos. No entiendo bien porque hace eso, aunque al momento lo comprendo. Mis sospechas se han convertido en una asfixiante realidad. Puedo ver sus dedos enganchados en una cabeza que no es la mía, jugando con un pelo que no es el mío. Besando a una mujer que ha robado mi vida. 

Con la cabeza agachada retrocedo hasta un rincón donde apoyarme para no caer. Unas arcadas atraviesan mi cuerpo dejándolo exhausto. Un escalofrío me recorre cuando oigo la llave de la puerta. Escucho sus pasos y su voz que me llama a la vez que habla con la otra para decirle que está tranquila. Me acerco temerosa de enfrentarme a una realidad. 

-Concha ven, corre. Quiero presentarte a alguien. Y trátala bien por favor. Disculpa si últimamente no te he hecho caso. Soy un imbécil, te he descuidado demasiado. ¿Podrás perdonarme? ¿Sí? ¡Esta es mi chica! -Mira-continuó él- ésta es María, la mujer que me quita el sueño. ¿Te llevarás bien con ella? Eso espero, porque no sabría vivir sin ti. 

-Pasa María. Te presento a Concha. Concha, te presento a María. Un incómodo silencio se instaló entre los tres. 

-Pero ¿no vas a decir nada?-dice a la vez que acaricia mi cuello.  Noto que una mano femenina se desliza a través de mi lomo. En ese momento creo que todo puede volver a ser como antes. La observo y sé que todo irá bien. De un salto me pongo de patas y doy la bienvenida a María con un lametón en la cara, sin olvidarme de mover rápidamente la cola. 

4- DOBLE MUERTE EN LAS HORAS MUERTAS. Por SETARCOS
6- La Última Noche Así. Por Jane
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