Icono del sitio V Certamen de Narrativa

195- La carta de Don Juan. Por Juan de Benito

A decir de su madre, que son quienes mas reparan en estos detalles, el muchacho pasó desazonado casi todo el invierno:      – La mayoría de los domingos no quiso ir con la cuadrilla de chicos a merendar a las bodegas y se quedaba en la cocina cabizbajo o en la cuadra mirando al ganado con melancolía, incluso cuando nevó no fue a poner lazos por el monte para cazar conejos, tarea en la que era el mas hábil del pueblo.

     Ya no le servia trabajar con su padre en el campo para que nunca le diese un duro, ni andar con los amigos de parranda echando el ojo a las palomas y si era preciso a los gatos, que a falta de conejos tampoco son mala cena. Algún día se tenía que hacer mayor y enterarse de lo que pedían su corazón y su cabeza.      La primera duda quedó resuelta cuando los de la Cooperativa le contrataron para conductor del tractor. Tras largas deliberaciones, la directiva llegó a la conclusión de que el único hombre en el pueblo capaz de sacar el examen para obtener el permiso de conducción de tercera clase y hacerse cargo del tractor era él. Fue este motivo por el que consiguió un trabajo fijo y remunerado, resultando que de Juanillo pasó a ser Juan.

     Ahora andaba erguido, mirando al frente como un hombre, buscando resolver su segundo problema. Este año entraba en quintas y en la fiesta que con motivo de la talla se hizo el segundo domingo de Marzo, decidió dejar el asunto visto para sentencia. Estando en cuaresma la organización de un baile por parte de los quintos contó con la oposición frontal del cura, quien incluso se dirigió al alcalde para que lo  prohibiese, pero este último no se atrevió a parar a doce muchachos enardecidos y con dos cuartillos de clarete por barba, limitándose a pedirles que no hiciesen mucho ruido y que a poder ser organizasen la juerga fuera del pueblo. A falta de peculio para contratar una orquesta, la juventud hizo el baile en una era un poco alejada,  con la música de un tocadiscos, al que acudieron todas las muchachas casaderas de la comarca.  Al anochecer, a media luz como en el tango, Juan le dio un beso a Mari Carmen, una joven de otro pueblo a quien tenía echado el ojo desde hacía un par de años,  con más entusiasmo que pericia, pues a decir de los expertos en besos, más que un beso pareció un alpargatazo.

     Resultó entonces que Juan se convirtió en Don Juan, amante enamorado, a ratos con la cabeza alta y otros apesadumbrado, pensando en la nueva  inquietud que con tanta satisfacción había encontrado. Porque a pesar de no disponer en aquel tiempo de las sabias recetas de los psicólogos, quienes dicen que el amor hay que cuidarlo como a una planta, su instinto le avisó: “si no estás al quite te pueden pisar el sembrado”. Desplazarse al pueblo de la muchacha cuando mas trabajo había era imposible, ya que incluso los domingos hasta la hora de misa debía de conducir el tractor; ser hombre es asumir responsabilidades y a su trabajo se debía. Tras sopesar las distintas posibilidades de alimentar la relación, llegó a la conclusión de que lo más idóneo era escribir una carta.

     Pero, ¿cómo se escribe una carta? Si él jamás había escrito, ni recibido alguna.

Lo primero que le vino a la cabeza fue dirigirse al Quintín el cartero, ese tenía que saber de cartas; así que una noche le abordó en la cantina para que le explicase como se escribía una carta. Este, con la minuciosidad de un profesional, le fue explicando la necesidad de poner bien la dirección y el lugar donde debía hacerlo, también el franqueo, después le concienció sobre la función que desempeña el  remite por si la carta se pierde o la dirección no es del todo correcta. Cuando intentó indagar sobre el contenido de las cartas, el cartero con toda la dignidad le espetó:

     – Jamás abro las cartas y si algo leyese de una, nunca lo contaría

     ¿Quién más en el pueblo sabía escribir una carta?

     Don Servacio, el cura,  una tarde observó con pavor como Juanillo, sentado en la última fila de bancos de la Iglesia, se tragó un rosario entero en latín. -¿Que tramará este pollo? pensó, será alguna promesa o ha dejado a una chica embarazada-. Posteriormente le vio aparecer por la sacristía, con las manos en los bolsillos y cariacontecido, dirigiéndose a él con humildad:

–         Don Servacio ¿Podría decirme cómo se escribe una carta?
     El cura, comprobado que venía en son de paz, decidió que era mejor tenerle de su lado, de modo que pacientemente le explicó como debía de encabezar la carta datándola con lugar y fecha, realizar un saludo en función del grado de confianza, relatar los temas a tratar y finalmente desear buenos propósitos y despedirse. Nuestro protagonista ya sabía un poco más,  pero en su casa no había papel, ni pluma, ni sobre, pues tampoco hubiesen servido para algo.

     A la tarde siguiente a pesar de la vergüenza que le producía dirigirse a la joven maestra con el tema, a la hora de los toreros, aparcó el tractor en la puerta de la Escuela, comprobado que habían salido todos los escolares se dirigió a la maestra explicándole su problema. Ésta, solícita se ofreció a ayudarle, empezando por situarle en su propia mesa delante de una cuartilla de papel, un tintero y una pluma. Nuestro Don Juan empezó la carta:

 

Villanueva a 23 de Abril de 1965.

  Ahí quedó parado, algo le había dicho el cura del grado de confianza, pero no le había entendido nada concreto, al percibir el parón la maestra le preguntó:

–         ¿A quien quieres escribir?
–         A una prima mía que vive fuera.
Respondió, y la maestra que entendía de primas y primos enamorados, rápido le volvió a inquirir:
–         ¿Cómo se llama tú prima?
–         Mari Carmen.
–         Pues entonces debes poner querida Mari Carmen.
Recibido el empujón inicial, el joven se lanzó de carrerilla:

    Querida Mari Carmen

     Espero que cuando te llegue esta carta estés bien yo estoy muy bien aunque trabajo mucho con el tractor. Por aquí hace muy buen tiempo aunque todos dicen que esta lloviendo poco y que tiene que llover mucho para que crezcan los cereales y salgan las patatas. La perra ha parido cuatro cachorros no sabes que bonitos son. Hemos regalado dos y de los otros dos que quedan en casa me gustaría regalarte uno a ti. Dile a tu padre que es una perra muy fina con buenos vientos y si le interesa podéis pasar un domingo a recogerlo.

     Llegado este punto nuestro enamorado volvió a pararse, era consciente de que la cuartilla se iba acabando y lo del “tema a tratar” que le dijo el cura, no estaba tratado. Algo faltaba, aquello no cuadraba, por momentos su rostro se tornó lívido y su garganta reseca comenzó a carraspear, mientras le sudaban las manos y la pluma le resbalaba entre los dedos, se estaba hundiendo a cada segundo. La maestra reconoció de lejos los síntomas de quedarse en blanco en un examen, aunque este fuese de amor y otra vez se ofreció a ayudarle. Tras leer lo escrito, se dispuso a chivarle:

     – Esta bien lo del tiempo y lo de los  perros, pero si escribes a un chica estaría muy bien que le pongas algún piropo,  y mejor si le cuentas tus sentimientos, seguro que le interesan más que las patatas.
     Tras unos segundos de duda, Don Juan resucitó de sus cenizas, remató la carta, y ahora con los ojos resplandecientes de ilusión, se la ofreció nuevamente a la maestra:

También quiero que sepas que me acuerdo mucho de ti, que me gustaría estar siempre juntos y que todas las noches bendigo a la madre que te parió tan buena.

Siempre tuyo

Juan de Benito

 

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