En Buenos Aires la noche de abril es cálida.
Todo San Telmo parece estar en la calle, en los bares o en los balcones.
Sin embargo, José, en el living de su casa, espera.
Decidió poner el bandoneón, dentro del estuche, delante de la biblioteca y frente a la silla que ocupará Boris.
Ahora suena un disco de Gotan Project, tango electrónico, y José piensa que debe acordarse de sustituirlo por otro antes de que llegue su amigo.
La cena está lista. Ravioles de verdura con salsa casera. El dueño de casa teme que se enfríe, así que prende la hornalla más pequeña al mínimo para que la salsa no se queme.
Piensa que Boris ya debería haber llegado.
Piensa que está demasiado ansioso.
Que tal vez es mejor tomar un buen vino en vez del clásico Carcassonne. O que tal vez es mejor abrirlo de una vez y servirse una copa.
Que hay muy poca luz y eso es bueno.
Que es curioso juntarse un miércoles por la noche. O no. Lo más curioso quizá, es juntarse a cenar.
Suena el timbre.
La puerta se abre en seguida. Nadie pregunta quién es.
Boris está muy bien vestido y José se arrepiente de no haber sacado el Trapiche.
Boris está parado en el umbral y sonríe. Tiene una sonrisa franca.
José no lo abraza aún. Espera a que el otro entre.
Sin embargo, a su amigo le cuesta caminar, se vale de un bastón para moverse.
José lo invita a pasar y se siente culpable del escalón que hay en la entrada, como si él pusiera al otro en ridículo.
Boris hace un esfuerzo bestial. Se le tensan los brazos y su mandíbula tiembla.
Por fin se sienta en la silla más cercana a la mesa, aquella que está de espaldas a la biblioteca.
José lo lamenta mucho, se siente incómodo. También lamenta el olvido de cambiar el disco. Entonces, decide hablar fuerte, sin detenerse, así la música no se oye con claridad. Pero el otro tiene un oído de murciélago. Le dice:
– Sacá eso querés. Lo menos que podés hacer por mí, ahora que soy un inválido, es complacerme con tango de verdad.
José se ríe con ganas, se siente contento, después de todo.
Se levanta y busca el disco de una orquesta, un disco nuevo. Se detiene un momento y piensa si ese es un buen momento para decirle a su amigo que toque algo, que ese bandoneón lo reclama. Sin embargo, escucha en el silencio (acaba de sacar el disco de Gotan Project), la respiración agitada del otro que ahora tose y dice, acaso para silenciar su propia tos:
– ¿Y Laurita? ¿Por dónde anda?
– No adivinás.
– No me digas que…
– Sí. No falta nunca. Todos los santos miércoles.
– ¿Y vos?
Empieza a sonar un violín. Ahora el cello. José se acuerda de la salsa.
Contesta desde la cocina:
– Y, ya no. Ahora es distinto. A veces voy a acompañar a Laura, más que nada. Hay mucha gente joven.
La salsa hierve.
Apaga la hornalla y sirve dos porciones. Se dice que es demasiado, que a su amigo le va a llevar años acabar ese plato. Se escucha:
– Te acordás del Lobo ¿Qué se hizo?
Quita casi la mitad de los ravioles de un plato y los pone en el otro. Dice:
– Se casó. A que no sabés con quién. Con la del bar de enfrente, la chica que atendía. La morocha.
Agrega la salsa y lleva los platos a la mesa. Se olvida del queso rayado. Lo busca.
Cenan despacio y toman vino. Siguen conversando. Hablan del pasado, de la juventud y apenas del presente. José esquiva el tema. Quiere borrar los últimos diez años. Quiere decirle a Boris que todo aquello puede dejar de ser si accede a tocar. Quiere gritarle hoy (hoy que es miércoles y cenan y no están en la milonga) que incluso después de una década, siguen siendo los mismos. Por fin le dice:
– Boris, qué esperás para tocar.
Boris se ríe. Dice:
– Estaba esperando…
Pone excusas que José no acepta.
En seguida tiene el bandoneón sobre las piernas. Se lo acomoda como puede pero no logra dar con la posición correcta y parece que va a caerse. Es un instrumento muy pesado para unas piernas tan débiles.
Boris sufre. Acaricia las teclas y toca una nota. Algunas más.
La música que produce es horrible, sin armonía, inexperta. No logra dar con las notas.
José se da cuenta de que su amigo hace una fuerza sobrehumana y guarda el bandoneón.
Ninguno de los dos advierte que la música cesó hace algunos minutos.
José sirve más vino y habla, pregunta:
– ¿Seguís yendo a rehabilitación?
Hablan del choque, también. De los meses en cama.
Boris se relaja y hace chistes. A José le gusta. Piensa en que quiere mucho a su amigo. En invitarlo el próximo mes. Se arrepiente.