Icono del sitio V Certamen de Narrativa

12- Monólogo de amor a la mujer corredora de las lágrimas. Por Enrique Gris

Yo quiero hablar con ella, tengo que verla como sea y decirle que el chico de la peonza se ha fijado en ella y que sabe quién es y va a reconocerla de verdad y se va a lanzar a sus brazos y llorar en su regazo y tirar lejos la peonza y no dejarla más ir a correr sola.

Ella se queda mirando con tristeza al chico pelirrojo de la peonza; creo que me he enamorado de su silueta delgadísima y azul, por favor no se lo cuentes a nadie, me moriría de vergüenza, la mujer de cuarenta años ha sufrido mucho a causa de su vientre y el fruto que tuvo a  quien acaba de ver jugando solo con su peonza en el parque y ,  este corazón que se muestra es fuerte, es el corazón joven de una mujer adulta que corre  solitaria y triste en las calles de lluvia, loca de desamor, esta mujer posee la profunda resistencia de los que nunca ganan, la mala fortuna de sufrir en carne viva todas las veces que se rompen las reglas, y tener la certeza antigua de ser sólo la mujer, la mujer que corre sola, la mujer corredora de las lágrimas. 

Un muchacho varón de 11 años de edad juega en la calle con una peonza de madera con una franja roja gastada por el roce de la cuerda y unas manos sudorosas que no dejan de sobarle la barriga no es consciente aún de la mujer que corre no importan los años porque sabemos todos que las mujeres de treinta y pico o cuarenta años parecen mayores de lo que son mientras llueve suavemente en el parque una docena de agendas podrían llenarse con palabras del solitario y más en aquellos tiempos en que nadie cometía la torpeza de correr por las calles nadie salvo algún chalado como Erich Segal en medio de los coches para estar penosamente delgado o descargar su cabeza de historias de amor que pudo haber vivido él mismo si tuviese a Jennifer o alguien como Kostrubala quien filosofaba en “The Joy of running”  sobre la vida de los corredores o esta mujer mística que siempre corría sola y esquelética a la que empezó a admirar un día en el que más solo que nunca se vio reflejado en ella y pensó allí mismo que tenía que ser muy fuerte desde dentro para aguantar tanta soledad tantos kilómetros tanto retrato de Dorian Gray tantos pasos pat-pat-pat-patapat … por caminos estrechos y bajo el puente un impermeable azul descolorido por el agua del cielo y la luz intensa que salía de su interior y que llegaba a su casa y se ponía a escribir a su hijo una carta que nunca terminaba de enviar por correo y rompía una y otra vez a llorar desesperada lamentando el día en que no se paró a hablarle en la calle lluviosa cuando jugaba con una peonza y su madrastra le abrazaba por detrás fingiendo enjabonarle la tripa como si tuviese una esponja llena de agua y jabón y le decía que fuese a la pastelería del parque mientras él pedía su agenda que ya estaban en enero y volvía ella a coger esos libros de la buhardilla y las fotos de hace más de 9 años cuando su marido la dejó por otra más mimosa y volvía a desear que llegase mañana y el mediodía para salir a luchar a correr por su vida…un muchacho varón de 11 años de edad juega en la calle con una peonza de madera con una franja roja gastada por el roce de la cuerda y unas manos sudorosas que no dejan de sobarle la barriga no es consciente aún

11- De príncipes azules. Por Marcelo DEVENIR
13- HEROES DE PAPEL. Por ANHELANTE
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