Icono del sitio V Certamen de Narrativa

15- Mujeres ante el espejo. Por Carpe Diem

No sé si voy a poder soportarlo: la imagen de esa otra YO plantándome cara en el espejo.  Es más, en el mejor de los casos es posible que me líe a martillazos con todas las superficies reflectantes que hay en casa, para así anular el conjuro y huir del maleficio. Nunca me había ocurrido hasta ayer, cuando entré al cuarto de baño a lavarme las manos, como tantas veces; sólo que, al levantar el rostro, me di de bruces con… ELLA. ELLA –que era YO al mismo tiempo– me miraba, no sé si sorprendida o burlona, mientras en mi cabeza se atropellaban pensamientos contradictorios. El miedo se apoderó de mí y me tapé los ojos con la mano, tratando de alejar el espejismo… Pasaron unos segundos que se me antojaron interminables. Tragué saliva y volví a intentarlo. De nuevo el desdoblamiento: dos personas en una, que no llegan a identificarse del todo… ¿Quién era aquella impostora que pretendía suplantarme, hacerme pasar a un segundo plano o dudar de mí misma? Por suerte atiné con el teléfono y logré –empapada en sudor– marcar el número de Santi, nuestro médico. Él me habló vagamente de un fenómeno psicológico llamado “extrañeza del Yo” y me largó una monserga llena de términos poco inteligibles para terminar diciendo que era algo normal, dadas mis circunstancias. Mis circunstancias… ¿A eso le llaman ahora que Juan se haya largado de casa, después de quince años de vida en común?; ¿son esas mis circunstancias? ¿O acaso quería referirse a la depresión nerviosa, salpicada de intentos de suicidio que siguió a su deserción? ¿O será que la soledad y el dolor me están volviendo loca lentamente? 

Espejos… Hubo un tiempo en el que no los necesitaba… los malditos espejos. Ninguna mujer los busca, ni los necesita, cuando siente sobre sí la mirada de un hombre que la desea. Hace algún tiempo recuerdo haber escrutado mi rostro, incluso mi cuerpo semidesnudo, en todo tipo de superficies reflectantes. La imagen que flotaba sobre el cristal jamás me produjo rechazo o miedo… El espejo era, entonces, un cómplice, un buen amigo, de esos que te dicen lo de: “chica, tú vales mucho… ¡anda a comerte el mundo!” Pero hoy hace frío en mi vida… Supongo que esa es una de las razones que me empujan a beber. Sí, bebo sola, a escondidas, cualquier cosa, lo que pillo y siempre a hurtadillas, como una estúpida quinceañera, como quien hace una pillería… ¡qué patético! Ahora sólo puedo verme reflejada en el turbio fondo de un vaso. Juan no volverá. No quiere saber nada de mí. Nada nos ata ya. Somos una triste sociedad de gananciales en estado de quiebra total… Ya no me extrañan las burlas del espejo: ELLA no es OTRA… soy YO reprochándome este final apoteósico, sin daños a terceros… ¡Nunca le di hijos! 

Por eso, he decidido taparlos: cubrir todos los espejos con sábanas de blanco algodón, como si fuesen sudarios improvisados. Suena ridículo ¿verdad? Pero creo que me servirá hasta que logre reconciliar a esas dos mujeres, que se miran sin reconocerse, ni aceptarse del todo. Supongo que algún día acabará este duelo… Cuando deje de llorar por la mujer del espejo. Cuando logre perdonarla.  Entonces podré retirar los sudarios de todos los espejos de mi casa, sin miedo a que LA OTRA irrumpa, burlona, en mi vida.  

 

14- El niño canta y baila. Por Urías Heep
16- El hidalgo, la estancia y la nevera. Por UnoA
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