V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

11 abril - 2008

149-“Cuando sueña Yolanda”. Por Macedonio

                                           Aquellos para quienes la violencia es el clima
                                           habitual son simples frente a sí mismos.

                                            Jean Genet

Sí, soy yo, Yolanda Urbino, pasen. Los perros no muerden. Disculpen la mugre, somos pobres, ¿vio? La casilla la hicimos con chapas y cosas que sacamos de la basura. Juan junta cartones, sí, pero yo limpio casas. Ponga que soy empleada doméstica. Treinta años, la señora donde limpio no me cree, dice que me hago la coqueta, que tengo más. Siéntense, yo  me acomodo acá. Y… de salud…, bien. Tengo que hacerme la dentadura postiza, eso sí,  la boca hecha pedazos, pero el resto bien. Duermo bien, sí. Hasta hace poco tomaba unas pastillas que me había dado el doctor, pero se me terminaron. Ahora que lo pienso, últimamente tengo un sueño que se repite, como si me estuviera avisando de algo, no sé… En una de ésas, quién te dice, capaz que estoy un poco loca, ¿no? Aparezco yo preparando algo en la negra (la olla, ¿viste?, yo le digo la negra), así, con el fuego saliendo por todos los costados, un fuego enorme como nunca hice (para el guiso de fideos no hace falta, otra cosa no cocino) y yo vestida como una monja, con un vestido largo y negro y una cofia puntiaguda, como las de la  televisión, y veo que empieza a salir del borde de la olla una espuma blanca. Entonces le agrego un montón de cosas: piedritas de todos colores, arena del río (no sé, pero como el río está acá cerquita, para mí que la saco de ahí), plumas chiquitas, tripas de lobizón (así digo en el sueño) y unos yuyos raros, como esos que les pongo al mate y que en ese momento nombro, pero ahora no me acuerdo (como si los hubiera nombrado en otro idioma). En eso viene Ovidio, mi suegro, el primero que tuve, y yo agarro un cuchillo largo, larguísimo y ¡zas!, le abro la garganta de un solo tajo, sin mala intención, ¿eh? Ahí nomás le echo el menjurje de la olla por el cuello, como por un caño, y por la boca (no me preguntes cómo, yo sé que también toma por la boca). La cuestión es que el viejo empieza a rejuvenecer, hasta quedar igualito a mi novio (el de ahora).  Después voy afuera y le corto la cabeza a mi mamá, limpita, y aparece Dios y también le corto la cabeza. Pero la cabeza de Dios no sangra. Cae de rodillas y se pone a tantear con las manos, como si buscara la cabeza, sin decir una palabra. Y después ya no me acuerdo, aunque estoy segura de que el sueño seguía. A veces pienso si no será por ver tanta muerte. Enviudé dos veces. La primera vez tenía 14 años. Mi papá me encontró con un muchacho en casa, una tarde que salió antes del trabajo. Me dijo que era muy chica para ser tan puta, y ahí nomás me obligó a casarme, y amenazó al muchacho también. Decía que nos habíamos acostado, pero no era cierto; ni siquiera era novio mío. Yo tenía mucho miedo y no podía ni hablar, porque mi papá estaba como loco. A los tres días nos casamos, nos juntamos nomás, y fuimos a vivir a mi casa. Yo tenía 14 años, nunca me había acostado con nadie. Tampoco me acosté con mi marido por mucho tiempo. Dormíamos todos en la misma casilla y me daba vergüenza andar haciendo ruido. A mí me gustaba jugar con mis amigas, o sola, y no quería saber nada con el muchacho. Una vez perdí el anillo de casamiento (mi papá nos había comprado los anillos, era como estar casados) jugando en el fondo, en el patio. Me gustaba hacer casitas de barro. Cuando llegó mi marido le dije que había perdido el anillo, y empezamos a buscarlo por todos lados. Fue al patio y rompió a propósito las casitas de barro que yo estaba haciendo. A mí me dio mucha rabia, así que agarré un palo y le di por el lomo. Quería matarlo. El rompía casitas y yo le pegaba. Nunca me voy a olvidar… Después de unos meses nos pusimos de novios. Bah, como amigos, pero ese mismo año se murió en un accidente: era albañil y cayó en una mezcladora de cemento, de ésas que dan vueltas. Yo me puse contenta, me reía de cualquier cosa. Ésa fue mi primera viudez, aunque casi no me enteré. A los veinticuatro me casé con otro, bien, yo lo quería, nos llevábamos bien, y ya pensábamos tener una cría, pero al poco tiempo chocó con el furgón que conducía… Me dijeron los médicos que se había desnucado. Entonces me puse enferma de los nervios; me internaron pero me escapé. Tenía ganas de matar a alguien, estaba hecha una furia. Los del internado no eran como ustedes, eran malos. Todos de blanco, hijos de puta. Fui a lo de mi mamá y me amenazó con llevarme de nuevo al hospital. Yo le dije que no, que no lo hiciera, porque si no me iba a morir otra vez: «mirá que me muero otra vez, ¿eh?», le decía, porque ya había intentado envenenarme y creían que no me salvaba. Vomité hasta el nombre. ¡Fuera, Cacique! No, lo huele nomás, es mansito, pero anduvo revolcándose por ahí, tiene olor a mierda. Los estoy aburriendo con mis desgracias. Les hago unos mates, si quieren. Sí, sin yuyos. Bueno, si están apurados, lo dejamos para otra vez. Vamos enseguida, déjenme preparar mis cositas. Así que mirá si me voy a querer casar. Ahora tengo un novio muy lindo, Juan es muy bueno, seguro que va a ir a visitarme. Hace un mes fue lo de mi papá. Vivía ahí atrás de ese tapial, sí. Yo no estaba, dicen que se retorcía de dolor, que le vieron lágrimas en los ojos. Justo él, mirá si va a llorar. Para mí que estaba borracho, como siempre. Se cayó al lado del pozo, con las manos en la panza. Se embarró todo, había llovido. Yo sabía que iban a culparme a mí. ¿Por qué siempre sueño lo mismo? Me gustaría soñar que voy en barco, conocer el mar, ver más lejos, aunque sea soñando. Cosas lindas. ¿De dónde salen los sueños? La señora de la casa donde estuve trabajando dice que alguien me lo ha contado, que lo vi en la tele, pero no… Y en las brujas no creo… Son puras mentiras… Aunque me gustaría saber qué son todas esas cosas que le echo a la negra, o cómo conseguirlas. Por ahí hay algo de cierto, ¿no te parece?

148-El destino de un poeta. Por Chorrillano
150-Despertar. Por Diego Martínez Caballero


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Participantes

Sarita:

El habla de esta Yolanda es notoriamente argentino, y la crisis que hace de fondo al relato también. Me hizo evocar, en cambio, los mejores relatos norteamericanos. Historia dura, cierta «inocencia» en sus protagonistas. Grandioso. Deseo que tengas suerte en el concurso.


William Cullen:

Una historia densa, pero sin duda interesante.

Suerte en el concurso.


Pool, el interventor:

Tu relato lo leì de corrido, sin descansar. Ambivalentemente, me gustò.
Te hago una anotaciòn que te pueda incomodar: me hizo recordar a un cuento de Bennedeti, por la forma de escritura, donde una empleada habla desde su yo contando toda la historia. Eso me desanimó al estar leyendo tu relato pero no le hice caso.
Despuès, algo que no me puedo explicar, que sentì muy literaturizado esta forma escrita. En fin, te doy un 3.
¡Èxitos en este concurso!


Macedonio:

Pool: Gracias por el comentario, y te digo que he leído poco Benedetti (algunos cuentos, precisamente, pero no recuerdo el que referís). Para decirlo con un chiste: es como si me encontraran parecido al lechero.


Calambre:

Hola Macedonio!

Tu relato me encantó. Tiene el plus de que se puede teatralizar tranquilamente. Me parece un texto maravilloso dentro de un concurso donde la mayoría de los relatos tiene un muy buen nivel.

Que tengas éxitos!!

Calambre


Jean Jaques:

Tuve que releer tu cuento varias veces, porque debajo de un relato «blanco» se asoma ese trasfondo de horror y angustia que aparece a veces en el discurso de la locura. Me gustó ir descubriendo «la otra parte» entrelíneas.


bobdylan:

Un cuento interesante que no deja indiferente al leerlo, lo cual ya es mucho.

Te deseo suerte en el certamen.


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