V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

14 abril - 2008

177- El tranvía. Por León Quiroga

Aquella tarde de mayo Miguel salió de su trabajo antes de lo habitual, y no con muy buena cara, sabiendo que ya no volvería a la que había sido su oficina durante los últimos seis meses. ¡Qué poca vergüenza!, pensó. ¡Comunicarme el despido poco antes de acabar la jornada. Ya me habría ahorrado el madrugón de hoy!
 

            Miguel trabajaba como sociólogo en una consultoría de recursos humanos, situada en la calle Sociedad; y mientras caminaba por la Gran Vía, cabizbajo, sin conseguir centrar su mirada y pensando al mismo tiempo en cien cosas, recordaba lo curioso que resultaba trabajar como sociólogo en la calle Sociedad; que después de tres trabajos durante los dos años anteriores ese dato parecía como una señal de algo importante, duradero y estable; pero, por ese mismo motivo, sentía una frustración quizá algo más acusada que en las anteriores ocasiones.

            Casi sin darse cuenta se encontraba ya junto a Correos, en la Plaza Circular. Como quien de repente tiene tiempo libre al que no está acostumbrado y no sabe qué hacer con él, Miguel se dirigió instintivamente al andén del recién inaugurado “tramo experimental” del tranvía. ¡Qué coño, voy a probarlo!, exclamó.

            Tras unos minutos de espera, llegó el tranvía, abrió sus puertas y de él se bajaron unas veinte personas, entre niños con sus madres, unos cuantos chavales y un matrimonio con sus respectivos padres, que parecía que les estaban enseñando la novedad tecnológica de la ciudad, mientras dos parejas de adolescentes continuaban en sus asientos. Miguel pudo sentarse junto a la ventana, y mientras la conductora del convoy llegaba desde una punta a la otra para cambiar el sentido de la marcha, pudo comprobar cómo se iba llenando el vagón de gente de todo tipo. Recordó que la línea, la única línea, que constituía el tramo experimental sólo tenía tres paradas, sin contar la inicial, así que se preguntaba dónde iría tanta gente, si el tranvía no iba a ninguna parte. ¡Si más bien parece el tren de la bruja, que va y viene! Quizá porque era gratis, o porque se estaba fresquito, o para luego decir que “yo ya lo he probado”. A veces las cosas más ridículas son las que tiene más sentido.

            Casi no tuvo tiempo para sacar un libro de su pequeño maletín de piel de Ubrique, regalo por San Valentín de una antigua novia, cuando ya había hecho el tranvía su primera parada. En ella, apenas bajó gente, más bien se acabó de llenar el vagón. Una joven, morena de pelo muy corto y ojos verdes, con un pequeño piercing plateado bajo el labio inferior, aprovechó hábilmente que se había quedado un asiento libre para sentarse. ¡Caramba!, pensó Miguel, ¡qué gran escenario para una tesis doctoral de sociología!
 

            Trató de relajarse, de pensar en lo que podía hacer ahora que tenía tiempo libre. Quizá volvería a Madrid, a buscar trabajo, pero no lo tenía claro y no era el momento de tomar decisiones.

            El tranvía ya había ido y vuelto dos veces. Los jóvenes que ya se encontraban en el vagón cuando subió Miguel dijeron que qué rollo, y entonces se bajaron en la misma parada en la que antes subió la chica de ojos verdes. Miguel se fijó un poco más en ella, cuyo asiento, al otro lado del pasillo, estaba enfrentado con el suyo. Estaba leyendo un libro, seguramente prestado de la Biblioteca Regional, ya que pudo ver el sello habitual de ésta. Intentó adivinar, por curiosidad, de qué libro se trataba. Era de tomo fino, y con una especie de lagarto en su portada, que se dejaba ver cuando la joven, a intervalos, y con una sonrisa dibujada en la cara, cerraba el libro, los ojos, y apoyaba la cabeza lateralmente en la ventana. Fue entonces cuando Miguel reparó en lo guapa que era, en sus rasgos perfectos que el piercing parecía querer disimular.

            Había pasado ya una hora desde que subió, y el trasiego de gente entrando y saliendo, o no saliendo, le recordó al Metro de Madrid, salvando las distancias, claro. Allí puedes leer un libro entero antes de llegar a tu parada. Aquí, pensó, puedes contar cuántas veces has pasado por tu parada antes de acabar un libro, porque sólo hay tres paradas. ¡Gurb!, exclamó. ¡Debe ser “Sin noticias de Gurb”! Giró entonces la cabeza, y vio en la parte central del vagón a dos madres con sendas sillitas de bebé, y junto a ellas dos chicas que parecían ecuatorianas.

            Coincidiendo con el timbre que anunciaba parada, Miguel guardó el libro en el maletín y se aproximó a la puerta. Cuando salió se dio cuenta de lo tarde que era y de que, si no se daba prisa, cerrarían el supermercado al que pensaba ir a comprar algo de pescado para cenar. Pero no fue. “¡Disculpa!”, escuchó, al tiempo que se giró al notar una mano en su hombro. “¡Me preguntaba, dijo la chica de ojos verdes, qué libro estabas leyendo en el tranvía!”

*                      *                      *

            Dos años después, Miguel se encontraba en un vagón de la línea 6 del Metro de Madrid, camino de su trabajo en la Ciudad Universitaria, donde daba clases en un Master de la Complutense sobre psicología social en el ámbito laboral. Como aún tenía tiempo hasta llegar a su destino, sacó un libro y recordó entonces que en el tranvía de Murcia conoció a Beatriz, lo bien que había estado con ella los poco más de tres meses que duró la relación, hasta que decidió irse a buscar trabajo a Madrid, donde conoció a su mujer que poco o nada tenía en común con ella, pero con la que estaba bien a gusto y a quien tanto quería.

            Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de escribir un libro de sociología sobre el provecho que se le puede sacar a un tren que no lleva a ninguna parte.

176- Mochila. Por REB
178- Sputnik. Por Emilino Guedes y su Antonia


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Participantes

YGARCIA:

ME HA GUSTADO MUCHO, MUY A NUESTRO PESAR, PARA LOS CURRANTES DE CALLE, ES LO QUE SUELE PASAR.


Cristina:

Me parece fantástico, muy byeno.


Raquel:

Me ha gustado mucho, el mejor


JuanKarlosFirst:

Me ha parecido fantástico y muy ameno, este autor promete. Ánimo y sigue escribiendo, aqui tienes un lector fiel.


Norma Jean:

Es curioso como en este Certamen hay varias historias de este tipo. Encuentros casuales en trens, tranvías. Historias de amor que, en muchos casos, ya están muertas antes de nacer. Evocación de las fantasías que todos llevamos dentro. Encuentro fugaz para romper las horas baldías en la oficina. Enhorabuena. Mis felicitaciones y mi voto. Mucha suerte.


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