La luna pasaba sus días con tranquilidad, con la felicidad de los niños pequeños, hasta que un día cayó en la cuenta de que estaba sola. Miró a su alrededor y vio lo lejos que se encontraban las estrellas, el sol, la tierra… A partir de entonces pasaba las noches mirando al mundo, pensando la manera de encontrar la amistad. Su inocencia se había desvanecido al darse cuenta de su soledad.
Una noche vio a los lobos jugando, y pensó que uno de ellos podría ser su amigo. Lo deseó con todas sus fuerzas, envió toda su energía para que se diesen cuenta de que ella estaba ahí, en lo alto, y vio como un lobo levantaba la cabeza hacia el cielo y comenzaba a aullar desconsolado. La luna se asustó, porque no entendía lo que el lobo quería decirle. Concentró toda su energía en comunicarse con él, y el lobo aullaba más y más fuerte, hasta que el resto de la manada comenzó a imitarle. Entonces el lobo echó a correr encolerizado, fuera de control, y mató a todos los animales que se cruzaron en su camino, devorándolos con rabia, seguido por el resto de los lobos, que hicieron lo mismo. La luna contempló la escena horrorizada. ¿Qué había hecho? Los lobos se habían vuelto locos por su culpa, no habían comprendido su necesidad de amistad, no habían sabido entenderse. La luna pasó el resto de la noche temblando, aterrada por lo que había hecho, pero sobre todo invadida por una gran tristeza, ya que se sentía más sola que nunca.
A lo lejos, decenas de estrellas se descolgaron del cielo, como lágrimas del universo, que lloraba por lo que la luna acababa de hacer.
Al amanecer el sol contempló lo ocurrido, con incredulidad al principio, y con una mezcla de desilusión y enfado cuando comprendió que la luna había sido la responsable. Él daba su luz a la luna, y no podía permitir que ésta utilizara su energía de esa manera. A partir de entonces, castigó a la luna dándole menos luz cada noche, hasta que llegó el momento en el que la luna no pudo brillar, y tuvo que permanecer en la sombra, sin poder mirar al mundo y sin que el mundo pudiera verla. La luna lloró desconsoladamente, hasta que dio tanta pena al sol que volvió a concederle su luz poco a poco.
Pasó el tiempo y el estado de ánimo de la luna no mejoraba. Una noche, mientras miraba la inmensidad del océano, vio un grupo de delfines jugando entre las olas, y sintió que aquélla podía ser su oportunidad de lograr amigos. Intentó hablar con ellos, pero los delfines seguían jugando sin reparar en su presencia. La luna notó que la marea había subido con su energía, y pensó que si se concentraba en el agua, haría subir el nivel del mar lo suficiente para que los delfines la escucharan, incluso para poder jugar todos juntos. Y a partir de esa noche la luna comenzó a ejercer su influjo sobre las mareas, provocando el movimiento del mar, balanceándolo como agua en una bañera.
Pero los delfines seguían sin oírla, y un día hizo tal esfuerzo que el mar se desbordó y se adentró en la tierra arrasando cuanto encontraba a su paso. Los delfines miraron al cielo; no entendían por qué la luna se había comportado así y, apenados, se sumergieron en el mar para nunca más volver a jugar en la superficie. La luna, en el cielo, lloró durante el resto de la noche, arrepentida por lo que había hecho.
Cuando el sol vio lo sucedido no lo podía creer. Se enfadó tanto que decidió castigar a la luna de forma continua, quitándole su luz hasta dejarla a oscuras, devolviéndosela después poco a poco, para después quitársela de nuevo, convirtiendo su incertidumbre en algo constante, de forma que nunca tuviera tiempo para volver a provocar ningún desastre más.
Y así pasó el tiempo, y la luna se acostumbró a su nueva situación; cuando podía seguía observando la tierra con la pequeña esperanza de encontrar en ella un amigo, alguien que quisiera escucharla y darle su compañía.
Comenzó a darse cuenta de que los humanos reparaban en ella, estudiaban su influencia en el mar, hablaban del ciclo lunar, la observaban… y eso la alentó para buscar la amistad en uno de ellos. Quizá sólo las personas estuvieran capacitadas para entender su situación y darle una solución a su tristeza.
Una noche vio a un chico paseando por un parque y se le ocurrió que si lograba comunicarse con él, éste podría ser su amigo. Se concentró en ello, le envió su energía, y el chico miró hacia el cielo. La luna esperó su reacción expectante; el chico le sonrió y echó a correr. Pero cuando la luna ya pensaba que esta vez iba a conseguir lo que buscaba, el chico entró en su casa y cogió un cuchillo, salió a la calle y comenzó a amenazar a la gente. La luna no se lo podía creer, y cuando oyó a dos personas que estaban a salvo comentar que ese chico era un lunático, y que esas cosas ocurrían cuando había luna llena, entendió que había vuelto a fracasar, y no se sintió con fuerzas para saber más.
En ese momento se vivió un eclipse de luna.
La luna perdió toda su esperanza, perdió la ilusión. Parecía que su fuerza tenía efectos negativos en la tierra y en todo cuanto allí había, y que nadie podría entenderla jamás. Todos la miraban, pero nadie era capaz de pararse a conocerla, y todos sus intentos por acercarse al mundo habían resultado desastrosos. Por ello, dejó de observar la tierra cuando el sol le daba su luz completamente. Éste estaba preocupado por ella, pero no encontraba la manera de poder ayudarla. Las cosas eran así, y la luna tuvo que resignarse a vivir en soledad.
Pero las cosas empezaron a cambiar el día menos pensado.
La luna llevaba tiempo notando que alguien la miraba llorando, pero no quiso saber quién era, ya no le importaba nada en el mundo. Hasta que un día, habiendo pasado un largo tiempo siendo observaba noche tras noche y oyendo a lo lejos ese llanto silencioso, se giró para averiguar de quién era esa mirada.
En la tierra vio una chica con lágrimas en los ojos; y se vio a sí misma reflejada en aquéllas gotas de amargura. Vio cómo la chica no lo estaba pasando bien, había algo que oprimía su alma, y por primera vez, la luna sintió pena. Para aquélla chica la vida tampoco tenía sentido, y pasaba los días rutinariamente y las noches con la miraba clavada en la luna, llorando, preguntándose qué sentido tenía vivir si tan mal se pasaba. Pero disimulaba su pesar por la gente que tenía a su alrededor, ante la cual tenía que ser fuerte y seguir adelante con entereza. Aparentar tener alegría… pero cada despertar era volver a empezar desde abajo, desde la agonía del inmenso dolor que sentía. Por eso se desahogaba ante la luna cada noche, pidiéndola algo que diese sentido a su vida.
La luna comprendió entonces lo ciega que había estado, ya que siempre había tenido alguien que le tendía su amistad, alguien que la miraba cada noche, pero no había sido capaz de verlo. La luna decidió entonces que su felicidad vendría de la mano de la felicidad de aquélla chica que siempre la había tenido en cuenta, y empezó a pensar cómo podría darle un giro a su vida. Concentró una vez más toda su energía, pero esta vez no lo hizo en intentar comunicarse con ella, sino en enviarle algo de felicidad. Pero esa noche no era luna llena, y no tuvo fuerza suficiente para llegar hasta la chica. La luna volvió a intentarlo cada noche, pero no obtuvo ningún resultado, y se asustó. Quizá la energía necesaria fuese demasiada. Siguió intentándolo durante su fase creciente, pero la impaciencia hizo que perdiera la esperanza. El sol, que vigilaba a la luna silenciosamente, vio su buena intención y se decidió a ayudarla para enviar su energía. El primer día de luna llena le dio el empujón de luz que necesitaba, y con ello llegó a la chica un rayo de luna; rayo que contenía el amor.
Aquel rayo dejó tras de sí un enorme cráter en la luna, una hermosa cicatriz de lo que acababa de comenzar.
La vida de aquélla triste chica cambió por completo. Su mirada ya no era suplicante, ya no contenía lágrimas de desesperación, sino lágrimas de alegría por lo que acaba de llegar a su vida. Daba las gracias cada noche a la luna por haberle enviado aquel rayo que daba sentido a su existencia. La alegría que manifestaba era sincera, y tan grande que llegaba hasta la luna, la envolvía y la llenaba de sensaciones positivas y de amor.
Así, la luna fue feliz; había conseguido lo que tantas veces había soñado, lo que tanto sufrimiento le había costado. Ahora miraba al mundo, observaba la vida de la chica, y su corazón se llenaba al mismo tiempo que el de ella. La luna sintió que todo el esfuerzo que había hecho y todos los errores cometidos en el pasado tenían un significado: la lucha por encontrar la felicidad, que se había visto recompensada por fin.
Al cabo del tiempo la chica tuvo una hija, y así fue como la luna materializó su felicidad; mirando a Luna se sentía parte del mundo, mitad creadora y mitad parte de ella.
Realmente fue entonces cuando la luna empezó a vivir.
Gracias por tu relato, que conjuga fantasía y belleza.
Suerte en el concurso.
Graicas y enhorabuena por el relato. Suerte.
Bonito cuento, lleno de fantasía. Diferente al resto de los del certamen. Te deseo mucha suerte.
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