V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

25 marzo - 2008

60. El niño que no pesaba. Por Catalina

Mi padre se llevó el minúsculo cuerpo de mi hermano en una bolsa al bosque para enterrarlo. Bajando las escaleras flexionó y tensó varias veces el brazo con el que portaba la bolsa, pero por más que lo intentara no consiguió sentir el peso de lo que había dentro; era como llevar un poco de aire.

Se fue hasta la esquina donde estaba la parada, y no tardó en venir el tranvía que le acercaría al bosque de las afueras. Tan temprano, los pocos viajeros iban con gesto cansino al trabajo, dormitaban o leían el periódico. Para mi padre, sin embargo, todas las miradas se centraban antes o después en la bolsa que él llevaba del asa. Hubiera preferido cogerla en brazos para acunar a ese pequeño hijo suyo por primera y última vez, pero temía no poder contener las lágrimas. De modo que asía la bolsa torpemente, procurando que los acelerones y frenadas del tranvía no la hicieran chocar contra el borde de los asientos. Impaciente, contó las paradas hasta la más cercana  del bosque, y  cuando llegó, tuvo que vencer un fuerte impulso de quedarse en la plataforma posterior del vagón para continuar sin rumbo y sin separarse de lo que llevaba.

Con movimientos lentos bajó del tranvía y enfiló el camino hacia el bosque municipal. No veía a nadie en los alrededores y a medida que avanzaba entre los árboles, portando una bolsa con un hijo que no pesaba, notó que su cara se humedecía. Sin orden ni concierto le venían a la memoria los sucesos de la noche: pensó en el médico, que había asistido a mi madre en el aborto y cuando salió del dormitorio le entregó el bultito inmóvil de la criatura que había nacido tan pronto que no pudo vivir; en la comadrona, que le mandó a que fuera a llamar por teléfono a un médico porque algo iba mal; en el piso, que parecía demasiado pequeño para los jadeos y gritos contenidos de mi madre; en mi cara dormida cuando llevó a su pequeña hija grande de cuatro años a casa de la vecina; en la voz del médico, que le recomendó enterrar al niño en el bosque, sin más, porque si daba parte, las autoridades iban a interrogar a mi madre y a la comadrona por sospechar que el aborto fuera provocado. Sin darse cuenta mi padre había cogido la bolsa en brazos y apretaba el cuerpecillo sin peso contra su pecho. Aquí a la sombra de los árboles, donde nadie lo veía, podía mecerlo como había soñado durante los meses pasados, acariciando la barriga de mi madre e imaginándose con ella a un varoncito rubio de ojos azules como los suyos o a otra niña pelirroja como yo cuya primera infancia él se perdió porque estaba recluido como prisionero de guerra. Al pensar en las ilusiones truncadas de su mujer, siempre tan valiente y enérgica a pesar de todo lo que la había tocado vivir, le faltó el aire y tuvo que pararse. Acostumbrado por el asma a toses y  ahogos, respiró profundamente y miró alrededor. Se había adentrado un buen trecho en el bosque. El camino apenas era un sendero agobiado por abetos, hayas y encinas que crecían muy juntos y no dejaban pasar la luz matutina. Dio unos pasos más entre los árboles y se detuvo. No tenía por qué continuar adelante. Con sumo cuidado depositó la bolsa entre las raíces de un abeto y sacó del abrigo una pequeña pala de hierro. Se agachó y empezó a cavar. El suelo blando y húmedo soltaba terrones que olían a hojas descompuestas y hongos. Aunque esa fragancia le reconfortara, le inquietaba la negrura del hoyo que se iba abriendo bajo sus manos. Siguió cavando sin dejar de pensar en la oscuridad que esperaba a su hijo, que dentro de poco debería haber abierto los ojos para disfrutar de la luz durante toda una vida. Oyó un sollozo y se sobresaltó pensando que alguien le había seguido. Pero era él mismo quien lloraba entre los susurros de hojas caídas, mientras el viento movía algunas ramas y las astillas secas se rompían bajo sus zapatos.   Finalmente se irguió, abrió la bolsa y sacó a mi hermano envuelto en su toalla blanca, extraída de prisa de la canastilla hacía apenas un par de horas, y que sería para siempre su único atuendo. Le dio un beso en la cabecita, que asomaba entre los pliegues de la tela; luego volvió a taparlo bien y lo acostó en su cuna de bosque. De rodillas empezó a colocar ramitas y musgo alrededor, mientras pasaban por su mente rezos mil veces repetidos en sus años con los jesuitas. Ninguno le pareció apropiado, y sólo cuando el bultito apenas era visible ya entre terrones de tierra y hojas y agujas secas, consiguió pronunciar con voz quebrada una oración. Eligió dos ramas más grandes con las que formó una cruz que volvió a cubrir con el suelo esponjoso y maleable. Después alisó la pequeña tumba, aplastándola con fuerza para evitar que se descubriera por accidente o que alguna alimaña desenterrase al niño. Sabía que no convenía formar un montículo, pero sus manos se llenaron una y otra vez de tierra suave y húmeda, lo único que estaba a su alcance dar al pequeño. 

De pronto escuchó una voz. Se levantó y sacudió su pantalón. Entre los árboles vio un hombre en una bicicleta que, seguido por un perro, se acercaba por el sendero. Aunque mi padre hubiera querido quedarse algo más, se fue instintivamente hacia un lado para que no se viera de dónde venía, aceleró el paso, saludó al ciclista y le siguió de lejos hasta la pequeña plazoleta de la parada de tranvía. En el trayecto a casa respiraba con dificultad y la bolsa que ahora contenía la palita le abrumaba porque pesaba más que antes.

 

 

59- La mirada contenta. Por Restituta
61-Una relación tortuosa. Por Pereira


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Participantes

Todo x:

Soy un tipo duro, pero este relato me va a hacer llorar.


William Cullen:

Bonito cuento, Catalina. Aunque sin duda me van a volver a criticar por esto, me llama la atención el punto de vista del narrador elegido, cuando luego parece un narrador omniscente, pero, que conste, lo digo a título de simple curiosidad.

Te deseo mucha suerte.

Saludos.


Delgadina:

Un texto conmovedor, escrito con maestría. No le hace falta un final sorprendente, conmueve, sin más.

Suerte en el certamen


Catalina:

Gracias por vuestro interés en mi relato y por los buenos deseos para el certamen. No me había planteado esa ambigüedad del narrador, porque el padre le contó a la niña lo que había pasado cuando ella tuvo edad para comprenderlo. Quizás debería haberlo dejado más claro y lo tendré en cuenta para el futuro.
Os deseo igualmente mucha suerte en el certamen.
Catalina


Papelillos:

Un relato espeluznante. Muy bien escrito. Una historia conmovedora y triste que muestra los entresijos de la vida.

Mucha suerte en el concurso.


Anakina:

Me ha gustado mucho tu relato: la historia triste pero real, la forma en que está escrito y la sensibilidad que transmite ese padre.


Dómine:

Un relato que no te deja indiferente. Conmovedor sin duda y además muy cómodo de leer. Me gusta, felicidades
Este relato es la prueba de la calidad de este certamen.


Catalina:

Gracias por vuestras palabras que son un gran estímulo para seguir escribiendo e intentar merecer tanto elogio.
Un abrazo,
Catalina


Julieta:

Un texto que no decae en ningún momento, intenso, duro, triste. Lo mejor, el final, cuando este hombre siente que la bolsa pesaba más que antes.
Suerte en el certamen


bobdylan:

Solo puedo felicitarte por este magnífico relato, al que no le falta ni le sobra nada. Todo él es extraordinario desde el primer renglón hasta el último.

Te deseo mucha suerte en el certamen.


Ligusto:

Te felicito por este relato tan natural y conmovedor. Desde el principio trasmite la angustia del padre, con un lenguaje sencillo y vivo.
Esta es la literatura seria, la que merece la pena hacer, las historias que hablan de los sentimientos y del sufrimiento humano.

Enhorabuena y mucha suerte.


Charlotte:

Catalina: Me has hecho emocionarme con tu relato, lo he leido sintiendo el dolor del padre y sufriendo por él.
Gracias y mucha suerte.


NEPC-64:

Que bonito, … digo … que duro, … bueno, en fin que me ha emocionado y de eso se trata de transmitir sentimientos. Te felicito Catalina.


Lacrima:

Felicidades, Catalina. Me ha gustado mucho tu relato, sobre todo, el lenguaje que utilizas: sencillo, de frase corta, nada afectado y con el que llegas a decir muchas cosas. Te deseo mucha suerte en el concurso.


Norma Jean:

Ningún comentario al estilo. Ningún comentario al lenguaje. No es necesario. Simplemente atrae, impacta. Felicidades por esa historia y mucha suerte.


Yolanda:

No esperaba menos de ti, ja, ja. Admiro la calidad literaria de tu expresión y, a la vez con sencillez, consigues dar vida a los personajes con momentos del pasado. Enhorabuena.


Graciela:

Catalina, me gustó tu cuento, es conmovedor. Tiene algo de autobiográfico ???
Mucha suerte desde aquí abajo
Graciela


libélula:

Es de los mejores relatos de este certamen. lo demuestra la critica de bobdylan que, a todos los que he leído les pone reparos, ja,ja. En serio Catalina, me ha emocionado y tiene una narración y una prosa extraordinarias. Te envio mis votos.


J.L Hawkins:

Quería decir que este relato ha conseguido conmoverme por la historia en sí y por lo bien contada. Una narrativa extraordinaria, una historia conmovedora, una soltura y maestría en la narración increible y una elegancia de estilo única.
Enhorabuena, mereces un premio.


James Moriarty:

Creo que el relato empieza muy bien pero pierde fuerza a medida que avanza. El cambio de narrador despista y debes tener cuidado con las cacofonías: «Se irguió, abrió la bolsa, y sacó»
En términos generales está bien.


J.L Hawkins:

Yo creo que las cacofonías hasta enriquecen los relatos en algunos casos como este. Y si no, que se lo digan a Cortázar en su «Casa tomada».
Ahí van unas cuantas.
———————————————–
«Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y como nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejo casarnos. Irene rechazo dos pretendientes sin mayor motivo, a mi se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos.»

Tu relato, Catalina,me sigue pareciendo uno de los mejores, sin duda.


salvador:

La simpleza es la mayor de las complejidades, es una máxima para todo arte y en este relato se pone de manifiesto. La sencillez en toda su dificultad. Vale.


Joseph Louis:

Me gusta el relato, en el se ve la fria historia, llena de un sentimiento aterrador.Espero que ganes el premio y te animo a seguir con mas fragmentos, quien sabe si en un libro, que estaria encantado de comprar.


Rosa fuschia:

Una pequeña joya.
En tan pocas líneas has conseguido darnos mucha información sobre el personaje y sus circunstancias.
Conmovedora historia.


bobdylan:

Felicidades por tu selección como finalista.


Norma Jean:

Enhorabuena por estar entre las finalistas. Ya te dejé un comentario sobre tu relato y me ratifico: simplemente sensacional. Te deseo toda la suerte del mundo.


Perséfone:

Un relato estremecedor. Felicidades y suerte.


Delgadina:

Ya sabes mi querida compañera que cuando te dejé mi comentario no sabía quien eras, así que mi opinión fue totalmente sincera, me alegro que el jurado haya coincidido conmigo, y me alegro mucho más que coincidamos las dos como finalistas.
Un beso
Delgadina

Nos vemos en Murcia!!


Ligusto:

Le alegro mucho de que estés en la final porque el relato se lo merece.
Enhorabuena y, cuidado con la fiesta de Murcia, que Delgadina está que se sale.

Enhorabuena a las dos.


Catalina:

Gracias de nuevo por vuestras palabras tan cariñosas.
Mucha suerte a los demás finalistas,
un abrazo
Catalina


Siddartha:

el médico le recomienda a un padre enterrar a su hijo recién fallecido en un bosquecillo por evitar problemas con las autoridades…. los ecos de la guerra y la barbarie han trastocado profundamente el sentir y hacer de las personas; cuántas generaciones serán necesarias para que cicatricen estas heridas? el relato recrea muy bien el ambiente de enajenación de la posguerra recordando a los mejores del gran Wolgang Borchert! felicidades Catalina


Diógenes:

Hola,

Ya leí tu cuento de los primeros, (y estaba seguro que te había dejado algún comentario) bueno, ahora lo he vuelto casi a reeleer y me sigue gustando, aunque sufro por la historia. Es muy triste. En fin, creo que te mereces ser finalista.

Un abrazo


Catalina:

Hola, Siddartha y Diógenes:
Siddartha, tu comentario me ha emocionado especialmente porque no había leído nada de Borchert desde hacía muchísimo tiempo y a raíz de lo que me dijiste he ido a buscarlo en las ‘estanterías’ de Internet. Ojalá llegue a escribir como él. Es muy halagador para mí que mi relato te lo haya recordado.
Diógenes, gracias por tus palabras. Tienes razón, la historia es muy triste como eran básicamente aquellos tiempos ‘trastocados y enajenados’.
Un abrazo a los dos,
Catalina


Justo Infante:

Catalina, cuando vi tu nombre entre los relatos finalistas me apresuré a leerlo, puesto que no los había leído todos y quedé paralizado: la historia te encoje y la forma de contarla es magistral. Creo que a estas alturas del certamen poco o nada puedo añadir ya, sólo decirte que estaré el sábado para felicitarte en persona. Un abrazo.


Perséfone:

Felicidades por ser la triunfadora de la noche. Un abrazo.


DuVeRaL:

Muy merecido puesto ganador. Historia tan triste como bien escrita.FELICIDADES!
Encantando de haberle conocido.


Diógenes:

Bueno,

Tú ya sabes lo que pienso, ya nos hemos conocido, jaja.

Un abrazo muy grande


Norma Jean:

Mi más sincera enhorabuena. Ha ganado el mejor, sin duda. Te lo dije en el vestíbulo del hotel, antes de saber quienes serían los ganadores


Merce:

Enhorabuena, mi querida amiga Dorotea Fulde Benke. No sabes lo mucho que grité cuando dijeron tu nombre, aunque yo ya sabía que el tuyo era el mejor relato. Que lo disfrutes.


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