V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

26 marzo - 2008

69- Vidas paralelas. Por Txema Chantal

La guerra había sido larga, injusta y cruel, pero la posguerra no presentaba mejores augurios. En el horizonte se divisaban nubarrones de escasez de dinero, de trabajo, de comida, de ilusiones en fin de un futuro general, que sobre todo a los jóvenes y no tan jóvenes les hacía pensar en otros horizontes no tan lejanos.More...
            Vicente y Leonardo no se habían visto nunca antes, hasta que por azares de la vida conocieron por separado a Julita y a Paloma. Empezaron a salir con la pandilla del barrio, y en pocos meses empezaron unas relaciones más formales, y ya a la vuelta de unos años se habían convertido en cuñados.

        Los comienzos siempre son duros, pero en el panorama social que se daba en la patria estaba siendo especialmente insoportable. Había trabajo y de hecho los cuatro estaban trabajando, aunque no en las mejores condiciones, pues a los horarios interminables había que sumar lo penoso del trabajo y el paupérrimo jornal, que apenas les daba para subsistir a las duras condiciones que imponía la situación actual.
            En los pocos momentos en que disponían de tiempo libre, se dedicaban a una de las pocas actividades que por ahora eran gratuitas: soñar.

          Y soñaban que mejoraba su vida y las de los suyos, pero sabían que aquí era difícil, porque los puestos cómodos, con buenos horarios, posición social y bien remunerados ya habían sido acaparados por los que cuando empezó la carrera, estaban situados en la primera línea de salida. Empezaron a pensar y se dieron cuenta que su pandilla había disminuido, que la ciudad se despoblaba y que la frontera ofrecía un resquicio de futuro. 

          Empezaron a planificar todo, analizaban paso a paso las condiciones que se iban a encontrar: un nuevo modo de vida, costumbres, horarios, gastronomía, idioma y clima diferentes. Sopesaban por un lado las adversidades y por otro las ventajas, tendrían que trabajar duro, pero también cobrarían mas salario y les habían dicho otros que se les anticiparon que era posible ahorrar, porque la idea de todos los que ya emigraron era estar un tiempo y volver con los bolsillos bien repletos y recomenzar una nueva vida.

           Las condiciones tampoco eran fáciles, era indispensable un contrato de trabajo y pasar un exhaustivo reconocimiento médico, que demostrara un alto nivel de salud y no padecer ninguna enfermedad infecciosa, cosa no muy fácil en las condiciones de salubridad que se daban en aquella época en nuestra ciudad. 

         Al final ya estaba todo decidido, se irían los cuatro, pues siempre sería más fácil y más rápido si los esfuerzos se multiplicaban por dos; pero un inesperado acontecimiento vino a descabalar todos los planes que habían desarrollado, Paloma estaba embarazada y este era un motivo más que suficiente para que su petición de trabajo fuera rechazada, pues el país bajo ningún concepto permitiría que alguien ajeno y venido de lejos naciera en su suelo, ya que esto le supondría al recién nacido adquirir junto con su madre todos los derechos de que gozaban sus primitivos habitantes.

          La caída de la tarde estaba obscureciendo paulatinamente el cielo de la ciudad, bajo la cúpula de la estación central empezaban a encenderse unas viejas farolas que iluminaban deficientemente el andén repleto de bultos y de personas. En uno de sus extremos se hallaban formando un corro Vicente, Leonardo, Julita y Paloma, y a sus pies se encontraban sus equipajes formados por unas maletas de cartón forrado de un cuero totalmente cuarteado por el paso de los años y unas cestas de paja que contenían las pocas viandas que lograron reunir, para paliar el hambre durante el largo viaje que tenían por delante. 

           Por la megafonía de la estación anunciaban la inminente salida del tren, cuyo maquinista ya se encontraba ante los mandos, a la espera de que una bandera roja le diera la orden de partida. 

             Había llegado definitivamente la hora de las despedidas, que para todos eran dolorosas, pero especialmente emotiva en el caso de Leonardo y Paloma, pues se separaban en un momento tan especial de sus vidas como era el nacimiento de su hijo. Se fundieron en un fuerte abrazo y sus lágrimas llegaron hasta sus labios que por ahora sellaban un apasionado beso, el último durante un largo espacio de tiempo.

            El tren inició su largo recorrido, tenían por delante aproximadamente veinticuatro horas de viaje. Se acomodaron en su compartimento, por suerte iban los tres solos, y empezaron a probar los duros asientos de madera y a acoplarse en lo que sería su alojamiento durante bastante tiempo. Pasadas unas horas el tren había alcanzado la velocidad establecida. Éramos personas venidas de todas las ciudades de la patria, y paseando por los estrechos pasillos averiguabas en seguida, por los cánticos y el olor de las comidas la procedencia de cada uno, que ya se habían agrupado para hacer mas llevadero el viaje. 

            Al cruzar la frontera se produjo un momento especial, pues arreciaron los cánticos y se entristecieron los semblantes de las caras, pero éramos fuertes y debíamos continuar, al fin y al cabo íbamos a mejorar nuestras vidas.

            Nos recibió una enorme nevada que había caído durante toda la noche. En el andén de la estación central del país nos separamos, Vicente y Julita se fueron al norte y Leonardo al sur.
            A partir de ese momento iniciaron sus vidas paralelas.

Vicente y Julita trabajaban duro y muchas horas en la fábrica, vivían en barracones compartidos, no disfrutaban de nada en su poco tiempo libre, compraban justamente lo básico, se integraban muy bien, se relacionaban con los habitantes del país, aprendían rápido el idioma y ante todo ahorraban y enviaban a la patria hasta la última moneda que les sobraba.

Leonardo trabajaba lo justo en la fábrica, vivía solo en un pequeño pero cómodo apartamento alquilado, disfrutaba de todo el tiempo libre que tenía y era habitual de los bares y discotecas de la zona, se compraba todo lo que necesitaba y no se privaba de nada. Su integración iba más lenta, pues generalmente se relacionaba con otras personas de la patria que vivían en la misma zona. Por el mismo motivo su aprendizaje del idioma iba muy lento y casi se limitaba a cuatro palabras básicas para subsistir, y ya no es que no ahorrara ni enviara nada de dinero, es que a veces tenía la desfachatez de pedirle a Paloma si podía enviarle algo a él, pues ese mes había calculado mal y extralimitado sus gastos.

Pasados unos años había llegado el tiempo de volver a la patria, y como era de esperar se pusieron de acuerdo para regresar juntos. Vicente y Julita estaban satisfechos, pues habían cumplido todos los objetivos de su emigración: adquirieron una sólida formación profesional y aprendieron perfectamente un idioma, que les abriría las puertas de cualquier trabajo cualificado y a la vez bien remunerado, tenían en la patria un patrimonio y unos ahorros monetarios importantes para la época y Vicente conducía orgulloso un lujoso automóvil con el que hicieron el viaje de regreso.

Leonardo se había granjeado el cariño de todos sus colegas, pues tenía un carácter afable y divertido, por eso mismo le hicieron una gran fiesta de despedida. Él también a su manera había cumplido los objetivos de su emigración: no adquirió ni tenía nada, perdón, sí tenía algo, un sinfín de deudas que Paloma había contraído durante su ausencia, al tener que comprar a crédito lo necesario para la supervivencia de ella y el hijo de ambos.
Cuando llegaron a la patria de nuevo se volvieron a separar, Vicente y Julita se fueron a su confortable casa, donde les esperaba un buen trabajo y una cómoda vida. Leonardo se dirigió hacia la habitación que ocupaban en casa de sus suegros, y tenía por delante la imperiosa necesidad de buscar cualquier trabajo que le permitiera dar de comer a su mujer y a su hijo, y sus vidas seguirían siendo paralelas.

Cada día, Paloma pensaba en cómo se habían desarrollado sus vidas. Muchas veces se sentía culpable de haberse quedado embarazada y tenía una envidia sana de su hermana, pero ella era conocedora de que las actitudes en el país habían sido totalmente diferentes, y muchas veces a lo largo de su vida afeaba esa conducta a su marido. El aguantaba estoicamente las diarias reprimendas y con postura sumamente diplomática siempre argumentaba.
“ Ellos eran dos y yo solo uno “.

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Participantes

bobdylan:

Bueno, aparte de un cambio que se realiza en la bnarración de la tercera a primera persona -no sé si de forma deliberada o por descuido-, parece que el final de la historia queda bastante diluido, como si estuviera rematado ‘de cualquier manera’. El estilo tampoco es muy depurado, pero indudablemente hay a mi juicio bastantes detalles aprovechables.

O dicho de otro modo, aunque quizá se aprecia una cierta falta de rodaje, los mimbres son buenos.

Suerte en el certamen.


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