Acostado en la cama, Pablo escuchaba como todas las noches en la radio sus programas nocturnos preferidos. La radio siempre había sido para él una gran compañía y en la oscuridad de su cuarto, se ponía los auriculares y escuchaba sus programas favoritos hasta quedarse dormido. Era una costumbre que había adquirido de su padre.
Aquella noche el locutor hablaba del sentido de la vida argumentando que:
“La vida es una gran aventura que dura mucho o poco dependiendo de la suerte de cada individuo, fruto de la curiosa ruleta de la fortuna. No siempre hacemos las cosas cuando queremos y creemos convenientes, sino que somos simples objetos del destino que marcando gota a gota la fluida corriente de nuestra existencia.”.
Pablo analizaba profundamente las palabras de aquel locutor, cuando de repente observó algo que le hizo abandonar la atención de la emisión radiofónica. Un mensaje de móvil que tenía sobre la mesita de noche, le convocaba a la mañana siguiente para la reunión anual de la empresa en donde trabajaba. Su jefe hacía tiempo que le había propuesto para un cambio de categoría laboral y quizás esta era su oportunidad para su ascenso a subdirector de la Compañía. Un importante puesto, que a sus 44 años recién cumplidos significaba una gran oportunidad para su carrera profesional. Lo raro es que no lo hubiera comunicado con la suficiente antelación para organizar con tiempo el viaje, ya que la central de la compañía se encontraba bastante retirada de su localidad y tendría que tomar un avión.
Tan urgente era el aviso de aquel viaje que aquella noche no tuvo tiempo de despedirse de nadie. Ni siquiera quiso despertar a su mujer, la cual antes de acostarse le había comentado las ganas tan enormes que tenía de dar a luz debido a su avanzado estado de gestación. Le dejaría una nota pensó, para explicarle su ausencia y por la mañana la llamaría por teléfono y se lo explicaría todo.
Pablo se había casado con Ana hacía seis años, y en todo ese tiempo y después de varios intentos fallidos era la primera vez que había logrado quedarse embarazada. La alegría de la pareja era inmensa y tras varios años de tranquila y feliz convivencia se acercaba uno de los momentos más felices de su existencia.
Aquel viaje imprevisto tampoco le dio tregua para anular varias citas que tenía para el día siguiente, ni siquiera la de su amigo Víctor con el que tenía previsto jugar por la tarde una partida de pádel. Ambos eran socios de uno de los polideportivos más prestigiosos de la ciudad situado en el extrarradio a 3 kilómetros del centro. Solían reunirse allí un día por semana y organizaban campeonatos con su entrañable círculo de amigos.
Pero todo absolutamente quedó paralizado a consecuencia de surgir aquel imprevisto viaje. Revisó su agenda y curiosamente no tenía nada anotado de reuniones para esa fecha. Era simplemente una página en blanco de esas que en la parte superior derecha aparece escrita una miscelánea con algún motivo para meditar durante breves instantes. Se detuvo a leer el pensamiento de aquella rutinaria jornada y decía así:
“La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”
John Lennon (Cantante y compositor británico)
A Pablo le fascinaba viajar aunque fuera por motivos profesionales. Hace algunos años fue corresponsal de uno de los periódicos más prestigiosos del país y estaba muy acostumbrado a aquellos movimientos imprevistos y apasionantes al mismo tiempo. En aquellos años los conflictos bélicos le conllevaban casi siempre riesgos ineludibles. Lo cual no era un pretexto para que la empresa periodística en la que trabajaba dotara de los medios suficientes para ofrecer a sus empleados de la máxima seguridad.
Durante el trayecto, sin maletas y con lo puesto, comenzó a plantearse si sería un acierto aceptar aquella supuesta proposición. Quizá sería mejor dejar pasar unos años e intentar madurar más, y así asumir con mayor responsabilidad un reto tan importante.
Una vez escuchó por la radio decir al locutor que : “En la vida existe un enorme parecido con una partida de ajedrez, ya que cada decisión que adoptemos en cada simple y sencillo movimiento puede condicionar lógicamente la evolución de nuestros pasos posteriores”. Aquellas palabras quedaron grabadas en su mente de manera que siempre que tenía que tomar decisiones importantes las recordaba. Sin embargo no era factible, ya no había tiempo para lamentarse, y con toda la puntualidad que requería la ocasión llegó a su nuevo destino.
El taxi lo llevó a la dirección señalada que estaba situado en una zona periférica de la ciudad. Se trataba de un enorme caserón de inspiración inglesa. Era extraño que en la empresa no le comentaran que la reunión discurriera en un sitio tan poco habitual. Tampoco le sorprendió mucho ya que al tratarse de una moderna compañía de arquitectura y diseño querrían ser originales.
A continuación tuvo que dar su nombre y apellidos a un ordenanza de aspecto místico, ojos oscuros y pronunciadas entradas en el pelo, que le propuso rellenar un sencillo cuestionario. Al terminar lo encaminó hacia una gran antesala, llena de gran cantidad de objetos antiguos propios de una tienda de antigüedades o de una mansión de la alta aristocracia. Entre ellos, había un maravilloso piano de cola con alguna capa de polvo incrustada entre sus teclas, en la que se balanceaba lentamente alguna que otra caprichosa telaraña. También formaban parte de aquel curioso decorado numerosas esculturas de personajes célebres, cuadros de distintos estilos y otros muchos objetos de diferentes épocas, qué originaban una curiosa mezcla entre lo puramente barroco y lo más vanguardista.
Pablo, se encontraba algo confuso. ¿Él era el primero en llegar a la cita? No lograba ver con claridad, todo estaba muy oscuro. Sus pupilas poco a poco se fueron adaptando a la escasez de luz y consiguió apoyarse en una silla para internarse sin tropezar en aquel lugar. Había un pasillo muy largo, y el suelo había sido enmoquetado con una tela de un color rojo burdeos. Todo, absolutamente todo, cabía en aquella gran antesala multicolor curtida por el tiempo.
De repente, empezó a escucharse la melodía Molto allegro de Mozart que envolvió todo el ambiente de sutil y dulce melancolía. Como si de un eco lejano se tratara, escuchó a lo lejos como una tenue voz con tono pausado y armonioso recitaba un poema de Federico García Lorca.
Súbitamente, empezó a percibirse el monótono sonido de unas campanadas, y acto seguido, como si se filtrara por debajo de la puerta y a través de las paredes, observó como una nube gaseosa y compacta de colores cálidos flotaba en la atmósfera y avanzaba por la sala como si se tratara de una fina niebla, con perfume a lavanda, esencia de azahar y algunas pinceladas de jazmín.
Empezaba a inquietarse y a sospechar que aquel curioso y mágico espectáculo parecía una broma planeada por Víctor para celebrar su cumpleaños de forma original. O a lo mejor, se trataba de una fiesta sorpresa (de las que ahora están de moda) en las que se reúnen todos los amigos en una casa a oscuras y que al aparecer el homenajeado le sorprenden cantando “Cumpleaños feliz” y sueltan algunos globos. Y eso era algo que a él siempre le habían horrorizado.
En cualquier caso, no le quedaba más remedio que esperar y así poder averiguar lo que realmente significaba todo aquello. Seguidamente, sintió como unos ruidosos y acelerados pasos se acercaban cada vez más a la sala. Evidentemente, no parecía que se tratara solo de una persona por la diversidad de pisadas, y por los múltiples susurros que le acompañaban. Por fin, y sin más preámbulo, se abrió aquella pesada puerta de madera noble, que por su ajado aspecto, pudo muy bien ser testigo mudo de interesantes intrigas y desnudas e íntimas conversaciones.
Su sorpresa fue inmensa, cuando ante sus sorprendidos ojos, contempló con admiración a su mujer y a su amigo Víctor que avanzaban hacia él, al tiempo que le reprochaban por qué había tardado tanto en llegar a aquel encuentro.
¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Qué hago en este lugar? Todo esto y mucho más se preguntaba él al encontrarse de nuevo con sus seres queridos de los que sin saber cómo ni por qué no había podido despedirse. La confusión se apodero de él por instantes y unas gotas de sudor empezaron a deslizarse por su frente. Se apoyó en una silla y deslizando la cabeza sobre las piernas intentó recuperar el tono de la respiración para no sucumbir en un repentino mareo que comenzaba a amenazarle por instantes.
Fue entonces cuando la mano cálida de su mujer le acarició la frente suavemente haciendo círculos con las extremidades de sus dedos. También su amigo se situó junto a él intentando calmarle con su presencia dándole pequeños apretones afectuosos en el brazo.
Tras vacilar breves instantes, Pablo pensó: “¡Que mala suerte! “ “Ahora lo recuerdo todo muy bien…” “Si no hubiera sido por ese fatídico y mortal accidente de coche que tuve al salir de casa, en el que me estrellé contra el poste de un semáforo en rojo”. “Ni mi mujer hubiese fallecido en aquel complicado y dramático parto que le provocó una súbita y enorme hemorragia en la que perdimos al hijo que tanto anhelábamos”. “Ni a mi amigo Víctor le hubiera atrapado la puerta del garaje de su casa cuando se disponía a coger el coche para ir a aquella partida de pádel “
“Si no hubiesen ocurrido todas aquellas circunstancias todo habría sido muy distinto”.
“¿Y bien…ahora que hacemos?” comentaron los tres con inquietud y estupor. Quedaron en el más absoluto silencio durante unos cinco minutos. No tenían conciencia de su nueva situación y sentían como la confusión y el miedo empezaba a apoderarse de ellos.
Intentaron tranquilizarse un poco antes de actuar, pues tenían muy claro que ante cambios tan bruscos se precisa tomar una pausa, detenerse, contemplar la esencia de los acontecimientos, y de ese análisis crítico en el que la mente penetra más allá de lo superfluo es cuando se puede llegar a la esencia de las cosas, y es precisamente así como deben de surgir con claridad las acciones a realizar.
Entonces vieron como al fondo del pasillo se empezaba a dibujar un pequeño halo de luz roja muy débil por la cual se sentían atraídos como por un potente y mágico talismán. La fuerza de aquella luz rojiza los hacía avanzar sin detenerse por el interminable pasillo parecido a un rompecabezas. De repente, la luz se fue extinguiendo quedando reducida a un pequeño punto del tamaño de una nuez.
¿Cuál era aquel poder mágico al que no podían resistirse? ¿Qué nueva aventura les brindaba ahora el destino? ¿A quién pertenecía esa extraña mansión?
Sus dudas fueron disipadas rápidamente cuando en una ventanilla que estaba al final del largo y estrecho pasillo que comunicaba con la antesala, había un cartel con un letrero que decía así: “Coja un número y espere su turno” y a continuación justo debajo apoyado sobre una repisa apareció el impreso con el cuestionario que habían rellenado al entrar. En la parte inferior del documento se leía lo siguiente:
“Enumere todas aquellas cosas que no pudo realizar en la vida y cuando termine le indicaremos su nuevo destino”. ¡Ah! Por favor, no olviden apagar sus móviles, en este lugar estamos siempre fuera de cobertura”.
Aquella mañana, Pablo dio media vuelta en la cama y escucho el desagradable ruido del despertador sobre la mesilla de noche. Se desperezó durante unos instantes y una vez incorporado se asomó a la ventana, respiró profundamente, y sintió poderosas fuerzas renovadas para marchar al trabajo. Se despidió como siempre de su mujer con un beso, y recordó que el viernes por la tarde tenía una cita para jugar una partida de pádel con su amigo Víctor. Encontró la radio encendida y un mensaje de su jefe para una rutinaria reunión de trabajo.