Hará cosa de cinco años que morí, no lo sé con exactitud, nunca se me ha dado bien llevar las cuentas de cabeza. Tardé unos días en saberlo, pues no se trata de que alguien te diga que estás muerto, sino que de repente apareces en un lugar desconocido, tan extraño que no lo hubiera imaginado en mi vida. La muerte es un lugar carente de todo y lleno de muertos. Nuestro número se incrementa sin parar, pues cada nacimiento será, antes o después, uno de nosotros. Sin embargo, esta superpoblación no supone ningún problema, hay sitio para todos y no tenemos necesidades. Es evidente, los muertos no requerimos alimentarnos o protegernos del frío porque no tenemos que sobrevivir. No permanecemos en casas, ni llenamos el espacio con cosas, bienes de todo tipo que aquí no tienen cabida. Al principio no es fácil acostumbrarse a la muerte. Cuando llegué, pensé que me habían dejado en la plaza de alguna ciudad en un día festivo, con la multitud paseando de un lado hacia otro, despreocupados, sin nada que hacer. Debía ser una explanada tan grande que no conseguía ver sus esquinas, ningún edificio alrededor, y pasé varias horas abriéndome paso entre la gente para tratar de encontrar la salida, un punto de referencia que me indicara dónde estaba. Cansado de dar vueltas, pregunté a un tipo, que me respondió preguntándome si yo era nuevo y si aún no me había dado cuenta. “¿Darme cuenta de qué?”, respondí. Tras escudriñarme con su mirada, aquel hombre rompió a reír o a llorar (no sabría decir si eran carcajadas o quejidos, con lágrimas de alegría o tristeza), para después decirme que no sería él quien me lo desvelara. Aquel pirado no me sirvió de ayuda, así que recorrí kilómetros en busca de qué sé yo, un portal, un puente, un árbol, cualquier cosa que me protegiera de la intemperie. Pasarían horas, o días, hasta que me di cuenta de que no había nada que encontrar y, lo más asombroso de todo, no sentía cansancio, ni hambre, ni frío, ni se hacía de noche y tampoco lucía el sol. Por más que anduviera, era como si nunca hubiese salido de esa planicie, donde no había nada, más que muertos y más muertos que deambulaban por doquier. Acabé por preguntarle a un niño que jugaba a cabalgar sobre un caballo imaginario. El chaval tiró de las riendas, dijo “soooo…” y, mirándome con asombro, contestó que estábamos en el cielo. “¿Cómo sabes que es el cielo?”, volví a preguntar. “Porque mi mamá dice que cuando te mueres vas al cielo”, respondió con la seguridad de quien sabe de lo que habla. “Pero no hay nubes, ni ángeles, ni esto parece un paraíso”, repliqué. Entonces, el niño se encogió de hombros, arreó su caballo y se marchó al galope.
Lo bueno de la muerte es la sensación de libertad que te inunda. No hay reloj, no tienes que ir a trabajar, nadie te presiona ni espera nada de ti, te mueves sin dar explicaciones; no hay miedo porque no tienes nada que perder. En los años que llevo aquí, he visto al menos una veintena de proyectos de gobierno caídos antes de ejercer su poder. De cuando en cuando, aparece un muerto nuevo que ansía erigirse líder o salvador. Intenta convencernos de que hay que organizarse, que podemos mejorar nuestra situación si formamos un equipo y hacemos valer nuestros derechos. Después, si consigue rodearse de suficientes adeptos, convoca elecciones en las que siempre sale victorioso debido a la falta de oposición. Se proclama presidente legítimo y comienza su mandato. El último gobierno quiso delimitar el espacio, marcar los territorios y asignar la propiedad de los mismos a individuos o grupos, empezando por los que le habían apoyado en su carrera electoral. Lo que parecía una ventaja resultó ser una condena para los premiados, pues sin nada con qué cerrar los terrenos, los propietarios se veían obligados a poner vigías sobre las lindes para que no se traspasaran sin su consentimiento. Aún así, los muertos invadían sus propiedades con la tranquilidad de que nadie se lo impediría, pues ninguna sanción podía quitarles lo que no tenían y, cuando la cosa se ponía tensa y llegaban a las manos, las amenazas de muerte, vestigios de su vida anterior, eran un completo sinsentido. El equipo de gobierno dimitió en pleno a las pocas semanas, lo mismo que sucedió con los anteriores gobiernos que, sin bienes para administrar ni impuestos que recaudar, cayeron en la cuenta de que la muerte es una sociedad ideal, libre por definición y satisfecha en sí misma, tan perfecta que no necesita ser gobernada.
Siempre he pensado que no se podía morir dos veces, pero estando aquí descubrí que, una vez muertos, volvemos a morir de aburrimiento. Te pasas años viendo el mismo paisaje, con ganas de hacer cosas que no puedes llevar a cabo por imposibilidad material. Lo único que cambia son los muertos, sus caras, su forma de ser, su conversación. Nunca dejas de conocer gente nueva, de todos los colores y condición social. Es curioso que, aun siendo tan variopintos, todos empiecen la conversación con la misma pregunta: “Y tú, ¿de qué moriste?” Los más admirados son aquellos que han tenido una muerte honrosa, por ejemplo, sirviendo a su patria o realizando labores humanitarias. Mi caso no parece atractivo, a nadie le entretiene saber que morí de viejo, que mi corazón dejó de latir agotado por los años. Cansado de ver el gesto de indiferencia en las caras de los que escuchaban mi historia, decidí inventarme una muerte mejor. La primera que elegí fue la muerte de un soldado en combate de guerra, hasta que me di cuenta de que hay tantos soldados muertos que al final resultaba un suceso ordinario. Empeñado en subsanarlo, abrí mi imaginación y conseguí construir unas quince historias de muerte, a cual más interesante, desde el descendiente del jefe de una tribu africana que, para demostrar su valor, debía enfrentarse con un león sin más armas que sus propias manos, hasta el caballero de las cruzadas que dio la vida por la libertad de su pueblo, exhalando el último aliento tras atravesar con su espada al rey invasor. Por supuesto, muchos incrédulos ponen en duda mis relatos, como yo hago con los suyos, de ahí que preguntarnos por la causa de nuestra muerte termine siendo tan sólo una excusa para entablar conversación.
Como no hay cosas que hacer, la mayoría se dedica a pasar el tiempo mirando a los vivos. Lo descubrí el día en que me topé con un chico que, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, parecía mantener su mirada concentrada en algo que tenía frente a sí. Sin alcanzar a distinguir lo que aquél muerto miraba, pues tenía delante lo mismo que había por todas partes, es decir, nada, me senté junto a él y observé cómo procedía. Tenía sus manos abiertas sobre las sienes, impidiendo la visión lateral de sus ojos, y cambiaba el ritmo de su respiración con frecuencia, como si se asfixiara. Cuando por fin se quitó las manos de la cara, le pregunté qué había estado haciendo y me enseñó la visión de los vivos. La cosa tiene su técnica, pero no es nada de lo que cualquier muerto no sea capaz. El problema es que la ventana de los vivos se abre de forma aleatoria, de manera que cada vez divisas un lugar y personas diferentes. No se puede seleccionar a quién ni dónde, es una especie de espionaje descontrolado. En mi caso, como en el de todos, me hubiera gustado seleccionar a los míos, mi familia y amigos, saber qué es de ellos. Sería una forma de entrar en contacto, como si yo estuviera en un país lejano y los viera a través de una cámara web. Por ahí corren leyendas de encuentros con parientes. Es famosa la historia del muerto cornudo que, por destino o casualidad, dio con la ventana que le llevaba a su casa y pudo visualizar la vida cotidiana de su mujer durante horas. Poco le duró la alegría cuando descubrió que otro, muy vivo y coleando, calentaba el sagrado lecho conyugal. Dicen que la escena le causó tal impresión que se arrancó el corazón con la mano y, desde entonces, vaga con un hueco en el pecho preguntando quién se lo ha robado… Hay que reconocerlo, los muertos nos convertimos en mirones, vulneramos la privacidad para nuestro entretenimiento, aunque queremos pensar que no hacemos daño alguno porque no podemos intervenir. Yo disfruto con las ventanas que me llevan a otros países, que me permiten conocer distintas formas de vida, nuevas experiencias. A veces se ven cosas terribles que te hacen cerrar los ojos y te dejan, si cabe, aún más helado.
Lo de llevarse un secreto a la tumba es una cosa, y que los muertos sepan guardarlos es otra. Yo tengo uno que no he compartido con nadie, por si acaso. Un día, haciendo zapping, descubrí la manera de visualizar la misma ventana de nuevo. Se trata de una combinación numérica, como la de las cajas fuerte. Desde ese momento estoy enganchado a la ventana de Milagros, que así se llama ella, como lo que me llevó a encontrarla. Vive sola en su piso de sesenta metros y regresa a casa sobre las ocho de la tarde. Me deleito observándola cuando prepara la cena, ve la televisión o lee un libro. Tiene el gesto triste y bebe demasiado, pero su cara de ángel y sus movimientos pausados me enamoran. Esta noche la contemplo con su copa de vino inclinada y la mirada perdida en el cristal de la ventana. Las palmas de mis manos se cierran hacia mis ojos para verla mejor, no perderme ni el leve movimiento de su pecho al respirar. Creo que la amo… La amo con remordimientos, me culpo por haber cosechado un deseo inconfesable. Ella se levanta, busca su pitillera, extrae un cigarrillo y lo pone entre sus labios. Con el vino en equilibrio sobre el borde de la copa, recoge un mechero de la mesa y lo enciende. Así permanece, con la llama prendida, leyendo lo que el fuego le transmite, pensando en quién sabe qué. Siempre sigue el mismo guión, predecible como una línea de autobús, un recorrido inalterable en el que la acompaño gustoso, un itinerario sutilmente plagado de deliciosos detalles que no escapan a mis sentidos. Cuando la botella esté medio vacía, irá al baño a tomar su pastilla para dormir. Espero, paciente. Ella busca el frasco y derrama un puñado de píldoras que blanquean su mano. Escogerá una, la sujetará con sus dedos delgados de uñas mordidas. No, no es sólo una, las arroja todas sobre su boca y las mastica haciendo muecas. Me fijo en su cara, me refleja las sensaciones de su lengua impregnada de químico sabor. Milagros se concentra en el interior del frasco y, en un movimiento compulsivo, se traga lo que queda dentro. Una, dos, tres arcadas; brotan lágrimas de sus ojos. La veo desplomarse sobre el suelo. Yo no respiro; ella tampoco. Parece que está muerta… ¿Estará muerta? Qué terrible acontecimiento… ¡Qué ganas tengo de verla!
175- Morir para contarlo. Por Francis Drake,Enviar a un amigo Imprimir
En tus propias pàlabras: la muerte es una sociedad tan perfecta que no necesita ser gobernada. Irónica e inteligente.
Mucha suerte
Muy buen relato. Bueno, bueno, de verdad. Además, de escritura impoluta.
Es como un barco al que te subes y, a los pocos segundos, ya no te importa hacia dónde te lleve de lo bien que te sientes.
Felicidades.
Me ha parecido estupendo. Un relato de los que me dejarán huella.
Ehorabuena
Deliciosa sátira, que más que la muerte, describe la vida.
Siempre es grato recibir críticas y, si son positivas, doblemente.
Gracias por vuestro tiempo y vuestras palabras.
Me alegro que os haya gustado.
Buen relato, bien relatado y con un final bueno. Solamente hay una frase, al principio del relato, que me ha sonado rara: «La muerte es un lugar carente de todo y lleno de muertos»…Pero vamos, como decía mi querido y añorado Michael Jackson, te lo digo desde el cariño…Es por sacar alguna falta, ¡que esto de que todos tus comentarios sean positivos…!, ja ja ja. Te deseo muchísima suerte en el certamen, creo que tienes muchas posibilidades. Un abrazo.
Sinceramente me ha encantado. Me parece genial la linea del relato, la descarnada crítica a la sociedad (de los vivos) y el punto final muy logrado. Enhorabuena!!!
Me ha gustado todo el relato, mantiene el inter´es. Sin embargo, la parte dedicada a la sociedad de los muertos me resulta m´as atractiva y original que los dos ´ultimos p´arrafos.
Enhorabuena
Gracias por vuestros comentarios.
Rosa Azul, no imagino por qué te suena rara esa frase, si es algo más que para, como dices, sacar alguna falta (que no la veo ahí y me la podrías explicar).
Tampoco sabía que «te lo digo desde el cariño» fuera una frase célebre de Michael Jackson.
Croqui, siento que los dos últimos párrafos te hayan resultado menos atractivos, pero son esenciales para unir la sociedad de los muertos con la de los vivos, primero a través de las ventanas y luego con la muerte misma. Esto de los gustos es tan personal que a mí, sin embargo, uno de los párrafos que más me gustan es el último. En cualquier caso, gracias por tu apreciación.
Un relato muy original, que ya es decir mucho, y que está muy bien escrito, creo que puede tener opciones en la final. Enhorabuena y suerte.
“La muerte es un lugar carente de todo y lleno de muertos», me suena rara porque no imagino algo carente de todo y lleno de algo, ¿no sería, en todo caso, carente de todo salvo de muertos?, a no ser que aquí los muertos no sean nada, en cuyo caso no me cuadra con que el relato vaya dedicado a los muertos, si no son nada…
Pero bueno, a lo mejor es un problema matemático, no literario, qué sé yo…
La frase «te lo digo desde el cariño» es una traducción al castellano, claro, de una frase que utilizaba mucho Michael Jackson cuando tenía que corregir a su equipo de músicos y técnicos… ¡Hay que ver cuantas cosas se aprenden en este concurso!
«Hace cosa de cinco años FALLECÍ». Confuciones estandarizadas sobre los significados de «ningún» y «algún» de origen posiblemente televisivo. Por ejemplo: «…no había ALGO que encontrar…». Y el relato no es malo, que conste, así que a «repasarlo» un poco.
Suerte.
Muy bueno, muy original y muy inteligente. Correctamente escrito. Además invita a la reflexión. Me ha gustado mucho.
Saludos y suerte.
No sé por qué hacen falta mil palabras para decir que uno está muerto. Si quería contarnos esa historia de las ventanas y lo demás, podría haber prescindido de esas mil primeras palabras y empezar presentando a ese joven que mira hacia todas partes con las manos como orejeras. La lectura se habría hecho entretenida, dinámica y atractiva. Si en las bases hubieran dicho que el límite eran 3.000 en lugar de 2.000, ¿nos habría dedicado otros tres párrafos introductorios?
Lo bueno, ya se sabe, mejor breve. Y no es malo lo que ha escrito, desde la mitad hacia el final.
Suerte
Pues sí, estupendo relato. Es que poco más se puede añadir a lo que ya han dicho. Que a mí el final sí que me gusta y el título, casi que aún más.
!Lo aburrida que es la vida en el cielo, casi tanto como tu relato! ¿Es necesario explicar que estás en el cielo? ¿No crees que entre los muertos también puede haber una oposición? Lo de la ventana es igual que la película: «La ventana indiscreta» . O sea que de original, NADA.
¿»La ventana indiscreta», de Hitchcock? Perdona pero lo que dices es un disparate. Nada tiene que ver el relato con esa película. Lógicamente es una ventana, espían, es normal que se parezca a las ventanas y a tipos que espían. Sigue siendo original.
Gracias por tan animados comentarios, de verdad que lo agradezco porque me gusta ver mis relatos desde el punto de vista que a mí me resulta más difícil: el punto de vista del lector.
Rosa Azul:
«carente de todo y lleno de muertos» es en realidad un juego de palabras. Efectivamente, la muerte se relaciona con la nada, por lo que algo lleno de nada sigue estando carente de todo. Después se muestra cómo la sociedad de los muertos (o la sociedad «de la nada») en realidad encierra muchas cosas.
Un relato magnífico, verosímil y con un ritmo trepidante.
Enhorabuena
Antístenes, no comprendo por qué consideras necesario sustituir «morí» por «fallecí», pues son sinónimos.
Tu obsesión por «ninguno/ningún», «alguno/algún» creo que te lleva a confusión. En español (al contrario que en otras lenguas, como el inglés) la doble negación es correcta, a veces necesaria, y en ocasiones incluso enfatiza. Es totalmente correcto decir, por ejemplo, «no hay nada que hacer» o «no hay nada que encontrar». «No has hecho ningún comentario» es la forma correcta, y no lo es «no has hecho algún comentario» (porque hacer algún comentario se contradice con la negación primera). En tu ejemplo, la forma correcta es «no había nada que encontrar» y es más rara la expresión «no había algo que encontrar», pues resulta un tanto ajena a la forma de expresarse en castellano, caracterizada por el refuerzo de la doble negación, que en este caso es además obligatoria (más bien se diría «ni siquiera había algo que encontrar»).
Te invito a que repases esto (se puede encontrar en libros de gramática) y, para abrir boca, te pego un párrafo del diccionario panhispánico de dudas que es bastante ilustrativo:
«No: Precede necesariamente al verbo cuando este va seguido de adverbios o pronombres de sentido negativo: No llamas nunca (pero Nunca llamas); No lo haré jamás (pero Jamás lo haré); No quiero nada (pero Nada quiero); No lo sabe ninguno (pero Ninguno lo sabe)».
Francis Drake, muy bueno. Me gusta el ritmo, las palabras que escoges y ese final que con una simple exclamación haces que sea ¡redondo! Buen trabajo. ¡Un saludo y suerte!
Hank:
Siento que los primeros párrafos te resulten que están de más (o introductorios, aunque a veces la introducción es necesaria). La intención no era contar que un tío mira por las «ventanas», y en realidad eso es casi anecdótico, porque el fondo o el tema no es ese. Pero bien, cada lector lo percibe como lo percibe, y si usted se ha quedado sólo con eso, no voy a ser yo quien le convenza de lo contrario (ante todo, libertad para el lector).
Hay algún comentario que dice justo lo contrario, que le han gustado más los párrafos primeros y menos los del final. Para gustos… ya se sabe.
Si el límite del certamen hubieran sido 3.000 palabras, hubiera enviado otro relato, que también los tengo de 4.000 y de 6.000, y a lo mejor se le antojaría que si el límite hubieran sido 10.000 palabras, hubiera alargado el de 6.000 con párrafos aburridos.
Y que conste que no le quito la razón. Si a usted le parecen aburridos, amén. Ya me conformo con que le haya gustado la segunda mitad.
Por cierto, acabo de darme cuenta de que hay dos Hank: el del 31/05 a las 19:57h y el de las 23:55h. ¿Con cuál me quedo?
Minerva:
En el relato no se explica que el tipo está en el cielo, sino que un niño dice que están en el cielo. De hecho, el protagonista lo duda desde el primer instante y nunca habla del cielo, sino de la muerte.
Que no hay oposición entre los muertos creía que quedaba evidenciado al final del párrafo. No hay oposición porque los que ya están allí saben lo que va a pasar cuando se forme un gobierno. El líder del último gobierno, que también tuvo que dimitir, no se opondrá cuando otro muerto nuevo quiera convocar elecciones.
Las «ventanas» no es un recurso exclusivo de esa película, «La ventana indiscreta», sino que ha sido usado antes y posteriormente, aunque en esa película era una ventana de verdad, material y física, y aquí es virtual. Recientemente, se ha usado de forma también virtual en películas como Dejà Vi o Minority Report. Sin embargo, en estos casos, lo importante no es el instrumento, que no es original, de nueva invención, sino cómo se usa para contar una historia.
Al margen de estas apreciaciones, no voy a defender que el relato no sea aburrido para ti, porque eso ya entra en los gustos, y a mí también me aburren a veces escritores «best-seller», por buenos que sean, y me entretienen otros del montón.
Por cierto, perdón si me he pasado de comentarios. Me creo que estoy en una tertulia, con un café sobre la mesa, debatiendo entre colegas. Un placer compartir mesa con ustedes.
Francis Drake, la historia me gustó, pero si me permitís una observación, y esto es absolutamente personal, creo que este cuento pide aire. Al leerlo me encuentro con tres bloques que parecen ser tres párrafos. No encuentro puntos y aparte, que a mi juicio, dejan respirar al texto. Pero te repito, es una cuestión personal y para nada una crítica.
Fuera de eso, me gustó.
Suerte.
El primero sin duda, amigo Drake. Lo otro son cosas mías.
Creo que en la tercera línea del segundo párrafo la tilde del «aquel» sobra. Si es así, me llevo el gallifante de la extendida búsqueda, no sé por qué está motivada, para encontrar algún error en este cuento que, sin duda, destaca. Sólo es un error tipográfico, pero algo es algo.
Hay dos partes diferenciadas, una es una sátira social y la segunda una historia de chico y chica, ambas muy originales. Personalmente prefiero la primera, pero el relato en conjunto funciona bien.
…Y ni siquiera he acertado con el párrafo, es el penúltimo.
Excelente relato, muy bien escrito, para mi gusto un tanto extenso. curiosamente en este certamen abundan los textos con bloques enormes, sin punto y aparte, pero en fin, tú lo escribiste, no yo. te felicito
Francis Drake: te voy a felicitar por dos motivos. El primero por el relato. Me ha gustado mucho, pero mucho. Mi otra felicitación viene por el ambiente que has logrado en tu espacio. Se respira camaradería y eso es buenísimo.
Un abrazo: Abeja.
Emily, te permito esa observación y todas las que quieras.
Estoy de acuerdo contigo en que un texto con más puntos y a parte queda más «vistoso» y desahogado, pero cuando lo escribí, y después con el repaso, no encontré que tuviera que ponerlos, salvo los que separan los párrafos, pues el punto y a parte es eso, pasar a otra cosa, romper con lo dicho anteriormente.
Y que conste que me encantan los punto y a parte. Mira, aquí he puesto dos.
Croqui, ¡te llevas el gallifante!
Creo que tienes razón, pero no se lo digas a nadie…
Hank, qué pena, me gustaba más tu personalidad nocturna, jeje.
Abeja, muchas gracias. En realidad, el buen ambiente lo lográis los que dejáis vuestros comentarios.
Me ha gustado mucho, siempre hay desgracias de las que alegrarse…
Suerte!
Un claro ejemplo, el tuyo Pirata, de que se puede ser un buen crítico siendo un buen escritor, y viceversa. Tus aportaciones, a parte de estar escritas con tacto, siempre aportan algo y no caen en la adulación gratuita. Felicidades por eso. Y también por el relato, que, por supuesto (no se podía esperar otra cosa) técnicamente es incuestionable, con un planteamiento de la idea de partida que, sin ser original, la aleja del tratamiento manido, y con unas imágenes realmente sugerentes.
Únicamente le pongo un pero; y es que, como alguién ya ha apuntado por aquí, veo un poco forzada la conexión entre tres historias distintas. Corrígeme si me equivoco, ua presentación, un replanteamiento de la presentación y un desenlace que, aunque esté justficado por los das dos partes anteriores, tiene entidad propia, demasiada, y a lo mejor por eso se «distancia» de las primeras.
De todas formas, ojalá firmase yo esta historia.
Felicidades y suerte.
?????????????
Arponero, me alegro de que veas el sentido de mis comentarios y la intención con la que los escribo. Gracias también por tu observación sobre mi relato, todos los comentarios que aportan algo me ayudan a reflexionar.
En realidad, yo no veo que haya tres historias ensambladas, sino sólo una, con unidad de espacio y tiempo. Digamos que se desciende de lo general a lo particular: primero dónde está y cómo es ese lugar, interecalando reflexiones y anécdotas; después una experiencia más personal, íntima, cuyo desenlace nos remite a la observación del primer párrafo «cada nacimiento será, antes o después, uno de nosotros». Este es uno de los mensajes del texto: la muerte no es una tragedia, sino simplemente algo indefectible. No sé si ahora ves la conexión…
Por cierto, agudo amigo, ¿tienes barco? Tengo la terrible inclinación de asaltar navíos, especialmente si son españoles, jajaja.
Estoy de acuerdo con lo que dices si vuelve a leerse el relato partiendo de esas premisas… Ya se sabe que a mal entendedor pocas palabras no bastan y, en este caso, sin duda, puedes considerarme «amigo» (me sigue gustando tu relato tras una segunda lectura) pero no «agudo».
Y sí, compañera Francis, claro que tengo un barco, pero muy distinto a tu navío; el mío es un modesto esquife al borde del naufragio. Puedes abordarlo si quieres en el puerto 250.
Francis, buen relato. una observacion, considero que cualquier autor que este tranquilo consigo mismo no defiende tanto su posicion y esta mas abierto a recibir comentarios y criticas de sus lectores. Creo que nadie lo haria con mala intension.
¿Por qué veo tanto «a parte» cuando se quiere decir «aparte»?
Lo siento pero al leer la primera frase, lo he dejado, es que es igual que la de Alice Sebold, «Desde mi cielo», y ese ya lo he leído.
Viola, tú misma… Yo no he leído ese libro, ni siquiera sé quién es Alice Sebold (perdona mi ignorancia), así que las posibilidades de que mi relato sea igual que la historia de ese libro son del todo imposibles, salvo que al escribirlo haya sido abducida por el espíritu de la tal Sebold, si es que está muerta.
Hace siete años que leí «Desde mi cielo» y realmente me encantó la novela. El único paralelismo que podía recordar con respecto a este relato es que se trata de una narración desde el más allá procedente de una niña asesinada. Como el libro sigue en mi poder os escribo las primeras frases de la misma: «Me llamo Salmon, como el pez; de nombre Susie. Tenía catorce años cuando me asesinaron, el 6 de Diciembre de 1973…» No veo similitudes con el inicio del relato. Quizás la frase se ajuste a los trailers de la película «The lovely bones» basada en dicha novela.