(Breve exégesis no autorizada de versión para nada oficial)
Durante mucho tiempo estuve esperando ese momento. Y al fin mi sueño se hizo realidad.
Con el crédito que me dieron pude comprar el terreno ¡y qué terreno! Tenía todo lo que geográficamente se pueda imaginar. Y sobre él coloqué a la primera pareja de aquella especie encantadora.
No tenía necesidad de alimentarlos, ya que ellos mismos se proveían de lo que allí abundaba, así que al principio sólo me dediqué a observarlos.
Durante los primeros tiempos vivieron en las cuevas, como sus antepasados, sólo salían a buscar lo necesario para el día (ya que no almacenaban), y regresaban a copular.
Al cabo de unos meses comenzó la producción. Dos machitos.
A medida que los cachorros crecían y se desarrollaban, me di cuenta que iba a necesitar un par de hembras más. Por lo que recorrí otros criaderos para tratar de comprarlas. Pero, no sé si por envidia o porque realmente escaseaban, nadie quiso venderme. Así que en un descuido logré alzarme con una.
Inmediatamente supe que habría problemas: los hermanos, hasta entonces muy unidos, comenzaron a desafiarse para llamar la atención de la hembra. Hasta que, finalmente, uno mató al otro.
Los padres, que hasta ese momento pensaban que la muerte era un acontecimiento natural que sólo podía acaecerle a los demás animales, comenzaron a mirarla con respeto primero y con temor después.
Y ese temor supremo trajo como consecuencia el temor a las demás posibles causas de muerte, lo que derivó en preocupación y desconfianza que a su vez originaron el debilitamiento de las defensas naturales y la aparición de toda clase de enfermedades hasta ese momento desconocidas.
Entonces se me ocurrió una idea, que a pesar de algunas imperfecciones, funcionaría hasta el día de hoy: les hice creer que si realizaban determinados actos podrían estar seguros de que no les faltaría mi protección. Y cuando algo fallaba, era porque no habían cumplido fielmente con los preceptos estipulados.
En aquel tiempo ya habíamos intercambiado varios especímenes con otros criaderos que también descubrieron el peligro de la endogamia, por lo cual la población aumentó rápidamente. Y la desorganización también.
Fue en ese momento que descubrí la necesidad de un líder. Alguien que me representara ante ellos, que transmitiera mis demandas y comenzara a establecer un orden jerárquico. Lo llamé sacerdote.
El éxito que tuvo este personaje fue notable: no había decisión que la comunidad tomara sin consultarlo a él. Pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que había ciertas cuestiones cotidianas y rutinarias que no sólo demandaban una excesiva atención de parte del sacerdote, sino que ponían en riesgo el concepto de infalibilidad que invariablemente debía acompañarlo para conservar intacta su autoridad (siempre es más fácil parecer sabio hablando de cosas que nadie entiende que en una materia evidente). Por lo tanto creamos la figura del jefe o gobernador, que se ocuparía de los asuntos cotidianos bajo la tutela de mi representante.
Al poco tiempo la población aumentó tanto que el terreno quedó chico. Y al desbordarse sus límites, comenzaron los problemas con los vecinos. Entonces inventamos la guerra.
Se podría decir que la primera resultó un empate virtual, aunque de todas maneras fue útil ya que sirvió para controlar un poco el aumento demográfico.
Mientras esperábamos la oportunidad para atacar de nuevo, se nos ocurrió una nueva forma de conservar el número de habitantes dentro de las posibilidades materiales del terreno: los sacrificios. Gran invento que nos daría múltiples beneficios. Entre ellos el incremento del número de sacerdotes y sacerdotisas que buscaban estar al lado del altar antes que encima, el control sobre aquellos pícaros que pretenden pensar por sí mismos, y los sobornos que cobraba el sumo sacerdote para pasar por alto algunos números del sorteo, lo cual le permitía incrementar su poder y vivir cada vez mejor con un completo agradecimiento hacia mi persona.
Para la guerra siguiente nos organizamos mejor. Preparamos un ejército de “voluntarios” entrenados y dirigidos por un cuerpo de oficiales profesionales, y colocamos a los más débiles, a los pobres, a los defectuosos y a los pícaros en primera fila…
Y comenzamos a extender nuestro territorio, adosando los terrenos de mis colegas que abandonaban el juego o bien se aliaban entre ellos para enfrentarnos.
A los prisioneros los esclavizamos y jamás permitimos que alguno de los nuestros se cruzara genéticamente con ellos so pena de muerte.
Mientras observaba los terrenos que me quedaban por conquistar, me llamó la atención uno que parecía no tener dueño visible, si bien sus habitantes le rendían pleitesía (aunque no sacrificios humanos).
A lo largo de su historia habían sido invadidos por todos los pueblos vecinos, y sin embargo, seguían conservando sus tradiciones invariables.
Iban a resultar un hueso duro de quebrar. A pesar de que compramos a la mayoría de sus líderes, siempre quedaba un remanente que seguía luchando en la clandestinidad. Y eso que clavábamos a los rebeldes sobre palos cruzados y los exhibíamos a la vista de todos.
Hasta que apareció aquel. Tipo raro, si los hay…Arrastraba multitudes, pero no aceptaba honores. Obraba maravillas, pero no recibía dinero a cambio. Dormía donde lo encontraba la noche y comía lo que había a su paso. Un auténtico guerrero sin armas.
¡Qué útil me sería! –Pensé- Si estuviera de mi lado…
Envié a mis mensajeros para ofrecerle lo que quisiera con tal que pase a nuestras filas, pero los rechazó uno por uno. Entonces decidí entrar personalmente al juego.
Nos encontramos cara a cara en la soledad del desierto.
-¿Sabés quién soy? –Le pregunté.
-Te conozco desde mucho antes de lo que vos pensás.
-¿Ah, sí?
-Yo te di el crédito para comprar el primer terreno.
-Me parece que se te subieron los humos a la cabeza…
-Para que guiaras la evolución de la especie, no para que la esclavizaras.
-¡Pero quién te creés que sos…!
-El inventor del juego.
-Si en serio fueras el inventor, te habrías reservado un papel mejor que este que estás actuando…
-¿Mejor que compartir con los amigos?
-¿Amigos? ¿Cómo puede el autor ser amigo de los personajes?
-Porque esa es la finalidad de este libro.
-¡Ningún poderoso puede ser amigo de los débiles!
El señaló a los pordioseros que descansaban a lo lejos, tirados sobre el suelo, de cara al sol.
-Estos no son débiles. –Y comenzó a marcharse.
-¡Esperá! Podemos aliarnos y el mundo será nuestro.
-Lo que me interesa del mundo ya lo tengo.
-¡Hay mujeres, hay oro, hay poder!
Apenas si volvió la cabeza, pero entre los largos pelos de su barba me pareció observar una sonrisa.
Después, no sé si por envidia o por quedar bien conmigo, sus propios paisanos lo entregaron a mi gente. Y el pobre tonto murió entre los palos, como un delincuente cualquiera. La falta de ambición acabó con su vida. Aunque no me lo crean, sentí pena por él…Hubiera sido un gran líder.
Pasaron los días y yo seguí abocado a la tarea de conquistar los terrenos que aún me quedaban, pero no perdí de vista a los pordioseros aquellos que durante su vida anduvieran junto al flaco de la barba. A pesar del temor inicial, no dejaron de reunirse. Y ya no eran sólo los pobres vagabundos, sino que se les sumaron maestros, estudiantes, trabajadores, patrones, soldados y generales…
Empecé a preocuparme en serio. Normalmente, “muerto el perro se acabó la rabia”, algo que ya habían experimentado otros rebeldes que al perder a su líder se dispersaban en la masa obediente. Pero estos decían que el suyo estaba vivo. ¡Vivo! Si todos lo vimos desangrado primero y sepultado después.
Entonces ordené una persecución tan grande como nunca se había visto hasta ese momento. Pero los tipos iban al cadalso como quien va a la feria…Y eso sí que era raro. El temor a la muerte fue siempre mi arma principal para dominar a la chusma. Todos se rendían ante la presencia de la guadaña, menos éstos.
¡Qué pedazo de soldados serían…! Aunque nunca iban a tomar un arma ni para defender sus vidas…Pero ¡claro! Ahí tenía la solución: si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él. Si no podía hacer que los rebeldes fueran soldados, debía conseguir que los soldados fueran rebeldes (controlados).
Comencé haciendo desaparecer todas las imágenes que me representaban entre el pueblo, eliminé a los sacerdotes antiguos y ordené a mis representantes que saquen un decreto para obligar a todos a convertirse a la nueva religión.
Así terminé con el problema y conquisté los terrenos que aún me quedaban.
Hoy todo el tablero es mío y el juego ya me aburrió. Y eso que inventé el Sida, el cáncer, la contaminación ambiental, el terrorismo, la depredación de los recursos naturales, las armas atómicas, la pornografía, las drogas…Concentré las riquezas en unos pocos para que los muchos se mueran de hambre…Ya ni los pícaros que pretendían pensar por sí mismos me divierten. A todos los controlo mediante la estimulación de los instintos. En fin, creo que apago la luz y me dedico a otra cosa…Tal vez haga desaparecer a estos energúmenos y en su lugar coloque a una especie nueva que me presente un desafío mayor que el que estos previsibles seres me pudo ofrecer.
¿Y ese que viene ahí? ¿No es…?
-Es la hora.
-¿La hora de qué?
-Que me devuelvas los terrenos.
-¿Y vos quien sos?
-Ya te lo dije antes, cuando nos encontramos en el desierto: soy el dueño de todos los tableros, aún del que estás pisando.
-Pero ¿no estabas muerto?
-¿Te parece?
Game over.
238- El Criadero. Por Veinte Puntas,Enviar a un amigo Imprimir
Inteligente, e irónico. Divertido y políticamente incorrecto. Como debe ser.
Mucha suerte.
Inteligente e irónico, políticamente incorrecto, SÍ. pero lo de divertido???
Simplemente malo, sin extenderme en «florituras» explicativas de los «porqué»…
Resumir en una exégesis de un par de páginas un tocho del grosor de la Biblia tiene su aquél, se mire como se mire. Y presentarlo a un certamen, ni te cuento.
Felicidades.