premio especial 2010

 

May 31

Dilata el tiempo, no quiere que llegue el momento. Enciende un cigarro y desea que la ceniza no se cosuma. Arroja la colilla por la ventana de la cocina con la sensación de terminar con todo desafiando al poyete de excrementos de palomas. Después de varios días de calor, el tiempo ha cambiado. Las personas que suenan más convincentes que los hombres y las mujeres del tiempo, comentan que van a bajar las temperaturas. El viento presagia su destino agitando los viejos hierros que accionan con manivela el toldo roto y descolorido de la terraza. Es el sonido de las velas de un barco a la deriva. Truenos en el horizonte de un barrio inundado por las partículas causantes de las alergias en la gente con cara de alergia. Las primeras gotas de lluvia son rojas y el aire resulta ser la metralla de los días venideros. La tos resuena en la casa oscura y vacía de luces de bajo consumo, programas de televisión para matar los domingos, sonidos de vecinos que desplazan muebles para que suenen a muebles despalzadados  y alaridos propios de la vejez de algún electrodoméstico.

Se siente preparado para escuchar la canción. Un tema musical que desconoce y que por su título y autor, será su triunfo y también su derrota. Un remitente, casi desconocido, le ha enviado la soga de una invitación musical. Amará de nuevo durante unos días y perderá el trabajo de lo amado durante años. Las letras serán cuchilladas que respetarán al corazón para que vaya dejando de latir lentamente. No tiene espacio en los pulmones, ni boca para volver a fumar. El ruido de los hierros  busca el sonido del frigorífico y así hermanarse en un mar de lobos que no dudarán en despedazarse en su encuentro. Asume su perdición, conecta el ordenador, activa el correo electrónico, rebusca entre la basura de los mensajes entrantes, evitar leer un texto y a tientas  encuentra la canción.Pulsa la detonación del play. El triángulo le señala la dirección de su abandono. La página tarda un tiempo en cargarse y ve pasar todos los momentos y sensaciones de la tarde… si fue tarde, mañana o día. No se encuentra el servidor y respira aliviado. Podría llegar a creer en Dios y en los enanitos que se esconden en las máquinas. No volverá a intentarlo. Apaga el ordenador. Se dirige a la cocina, se siente con fuerza para enfrentarse al viento y deja que le golpee la cara durantes unos minutos. Cierra la ventana y llega hasta la terraza, consigue alcanzar el hierro y sube el toldo que pese a los años aún resiste con dignidad. Acaricia a los lobos y deja que se marchen. Se tumba en el sofá y sueña con la canción que nunca llegará  a escuchar.

243- La Canción. Por Palustre, 6.5 out of 10 based on 11 ratings

Enviar a un amigo Enviar a un amigo Imprimir Imprimir


4 Responses to “243- La Canción. Por Palustre”

  1. HÓSKAR WILD dice:

    Me pregunto de qué era el cigarrilo que encendió al principio del relato…
    Mucha suerte.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  2. la ciudad dice:

    ¿De cuál fumaste mi querido Palustre?

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  3. Antístenes dice:

    Intente escribir algo legible de aquí al año próximo.
    Suerte… Aunque, pensándolo bien, ¿para qué deseársela, no?

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  4. Yucatán dice:

    El relato llevaba buenos hilos, pero no he sido tan hábil como Teseo y me he perdido. Vamos a ver: el protagonista espera y teme el momento de escuchar una canción. ¿Por qué?
    Creo que no está lo suficientemente claro. No digo yo que haya que explicarlo todo «ce por be», pero tampoco dejar al lector con la incómoda sensación de que es él quien no se entera de la copla. 🙂

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)

 

 

 

 

 

 

 

Pagelines