11- Sobre el montaje. Por E. Withington
- 2 junio, 2011 -
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Hoy todos pueden lograr una interesante fotografía; en las manos de casi todo el mundo se encuentra una cámara capaz de lograr ese registro, que puede llevarlos a un póstumo reconocimiento, al menos colateralmente.
Abundan teléfonos móviles con óptima definición, o cámaras de alta calidad de imagen equivalentes a una profesional, pero convengamos que allende de toda tecnología ofrecida por la modernidad, ese momento indeleble del que no huye nadie y, se transforma en recuerdo colectivo, parte de la memoria global, es propiedad única (como un don ofrecido al que se encuentra en la intersección perfecta de tiempo y espacio, es decir; «estar en el lugar preciso y, a la hora exacta») del ojo adiestrado en buscar o encontrar esa fortuita instancia.
Esa mirada fotográfica no escapa a juicios ni clasificaciones, es decir; podemos catalogarlas en simples fotografías de carácter familiar o, instantáneas que amplían información, como pruebas verídicas y por lo tanto revestidas de autoridad, también están las que cargan un código visual propio encabalgadas al arte, donde el interés se genera del gusto de quien observa, mientras la fascinación se somete a la conciencia.
Toda imagen parece estar destinada al archivo, todas son elementos de antología pero también pueden ser extraviadas, su valor hace que sean necesarias y no caigan en el olvido (porque recuerdan algo), quizá denuncien una injusticia, prueben un delito, tal vez simulen sensaciones cercanas al amor, a la piedad, al odio, o a la incertidumbre.
En varias ocasiones intercambiamos estas impresiones con mi amigo Sebastián, a quien espero desde hace media hora en mi casa, para proponerle un proyecto. Me siento muy fatigado, aunque haya estado en cama todo el día, esta idea en la que necesito ayuda de mi colega, me deja completamente extenuado.
Por fin llega, con mucho esfuerzo logro abrirle la puerta para recibirlo, escucharle decir lo que vengo recibiendo desde hace unos meses cuando alguien me ve; “estás cada vez más flaco”, luego de asentir fastidiado con la cabeza, me desplomo en el sillón para tomar aire.
Sebastián preparó los dos capuccinos, como él no conocía mi cocina siguió mis indicaciones que desde el sofá le dictaba para agilitar la preparación. Ya ubicados, me disponía a plantearle el motivo que me urgía su atención.
-Sé que el tiempo te escasea y, como me sucede lo mismo -esbocé una leve sonrisa, que no respondió con reciprocidad- no me puedo dar el lujo de realizar un exordio extenso.
Lo que quiero proponerte es que realices un trabajo de curador en una exposición, basadas en unas fotografías tomadas hace dos años -le entregué un sobre con nueve fotos, mi amigo se disponía abrirlo cuando lo detuve-, pero necesito que escuches antes. Esas tomas fueron de una de aquellas excursiones que pretendía sacar a la luz, bajo el título “Naturalezas muertas”, en un libro que pensaba financiar, pero que no llegó a buen puerto, pues así lo decidí. Creo haberte comentado este proyecto -afirmó con la cabeza, mientas continuaba mirando el sobre-, la marginalidad en su imagen distorsionada. Deseaba conseguir instantáneas de rostros risibles, agradables miradas o tiernos movimientos en hombres que sufrían la degradación en las calles, mujeres que ofrecían sus cuerpos, viejos con nauseabundo aspectos que mostraban su desgracia por alguna moneda. Logré unas buenas, por ejemplo esta -le extiendo una foto donde un niño sonriente, de ojos brillantes ofrece a la cámara algo de comer, que encontró hurgando en un basurero-, mira esta otra por ejemplo, esa mujer parece que imitara la sensual mirada de una modelo y la posición de los brazos parecen etéreos -la prostituta ejecutó ese movimiento luego de cerrar la puerta del auto, de su cliente que se alejaba-.
Estaba respirando con dificultad y mi colega se daba cuenta de mi agobiante estado. No quería extenderme con esos registros. Le indiqué que abriera el sobre, miró con asombro, me examinó y volvió a la secuencia de fotografías.
-¿Pero eres tú? -casi me miraba con una obscena incredulidad-.
-Claro que soy yo, hombre. En el peor momento -agregué-, por cierto, estoy seguro que no encontrarás un mejor retrato acerca del miedo.
Tuve que relatar mi contacto con el grupo de jóvenes que paraban en la plaza, el lugar de encuentro por las madrugadas, cercano a una boca de venta de drogas, y como me inserté en su grupo como un observador.
Ellos practicaban algunos actos delictivos; se reducía al robo de electrodomésticos pequeños, móviles, accesorios informáticos y de audio, que posteriormente comercializaban por internet, a través de una página de compra y venta libre. Eran ofrecidos como usados pero en perfecto estado y funcionamiento. Con el dinero vivían sin dilapidar en lujos, ya que eran los ingresos para solventar su adicción a las drogas.
Aquellas que se aplicaban vía intravenosa, eran las recurrentes y el transcurso de dichas sesiones, me era permitido capturar, todo el ritual de su delirio en forma tácita y explícita.
Me habían aceptado con la confianza de un integrante más, pero la tregua caducó. Esa noche se hallaban demasiado eufóricos, violentos, amenazantes. Suponer es una banalidad pero sospecho que se hartaron de mi presencia, y arremetieron su furia innata en mi contra, como un flash de sensatez, habían comenzado a sentirse incómodos ante mi máquina fotográfica, ignorada o tomada con cierta gracia, hasta ese momento.
Me acorralaron y sujetándome de los brazos, sin oponer resistencia, uno de ellos tomó mi cámara, es decir me arrancó del cuello la correa donde pendía en mi pecho y ocultaba bajo una amplia campera, cuando decidía internarme en la noche para abocarme a mi proyecto, era consiente del riesgo desde su inicio. El chico que me la arrebató parecía un simio revisando algo ajeno a su ambiente, mientras el resto reían, insultaban, hasta que llegaron los golpes. Desde el piso, aturdido por la paliza, no esperaba el desenlace que pensaron para mí. Uno de ellos preparó una dosis destinada a compartir conmigo, me desnudaron el brazo, dejaron revelar mis venas ante la presión e introdujeron la dolorosa aplicación.
Las luces me enloquecían, mi cuerpo convulso era de otra persona, en un estado alterado de conciencia y saturado de un miedo histérico, olvidándome del obturador que me observaba y me retrataría en una serie de fotografías.
Sebastián permaneció absorto durante un breve lapso de tiempo, hipnotizado ante las evidencia de mis tomas. Se sacudió en el sillón; mientras colocaba los cigarrillos en la mesa y se percató de mi deseo de poder fumar uno, pero que ya no toleraba desde hace meses, el resultado sería un desagradable trance de tos convulsa que no deseaba ofrecer a mi amigo. De todas formas fue solo un reflejo, no fumó.
– ¿Éste es el resultado por el que estás así? -me miró con cierta piedad-, en qué momento… no sé que decir -podía notar su indignación, su reproche sin sentido y una gran pena-, es que estoy sin palabras-.
Me decidí interrumpir su agobio, estuve tentado en mentir pero no era correcto. -Debo decirte que mi irreversible quebranto de salud, nada tienen que ver con ese episodio. Durante un año me sometí a pruebas periódicas, esperando que arrojaran resultados positivos; en VIH y Hepatitis C, pero absolutamente nada en todos esos estudios. Si se aproxima la etapa más grave de mi afección (así me lo comunicó mi médico) se deben a otras causas, no lo tomo como una desilusión, pero sí es un escollo, para la muestra que te estoy proponiendo realizar.-
Me vino a la memoria aquella popular foto del “The New York Times”, donde figura una niña desnutrida, a punto de ser presa de una amenazante ave carroñera. Si la intervención de Carter (el fotógrafo dueño de dicha fotografía) hubiera salvado a la niña, no hubiéramos tenido ese registro, sin atestiguar las atrocidades en Sudán, pero la cámara justificaba lo que sería un símbolo de tragedia, como escribía Sontag en su lúcido ensayo, que con mi colega trajinamos en varias productivas conversaciones.
Ningún fotógrafo escapa al montaje, cierto es que realizamos instantáneas, pero nada tiene que ver la espontaneidad, cuánto tiempo tuvo que esperar Carter para que el buitre entrara en cuadro y que el obturador lo inmortalice. A posteriori el suicidio del fotoperiodista fue centro de discusiones acerca de las divergencias éticas de la profesión; pero esto es otro montaje, basado en suposiciones. Dieciocho años después se adosó nueva información; Carter sufría una profunda depresión, no exclusiva al remordimiento de su famosa toma, también se supo que la victima sobrevivió al ataque del animal, y que en realidad no era una niña, sino un niño, pero esto es anecdótico.
Mi secuencia de imágenes eran reales, técnicamente a pesar de haber sido realizadas por un inexperto, cada cuadro era bastante bueno, mi rostro evidenciaba un auténtico terror, el entorno de brazos que me amortajaban, la aguja invadiendo mi vena, esas fotos demasiado reales sobresalía del papel y, la última que le estaba pidiendo a mi colega de mi estado actual, sería parte del montaje. Cuando alguien observé la muestra, las murmuraciones surgirían de inmediato, el resto formaría parte del misticismo propio del rumor, sobre la verdad a descubrir o sospechar.
A mi amigo le invadió la duda, pero tenía la convicción que esta provocación daría resultado.
– Sabes que me juego mi reputación en esto -me miró severamente -.
– Sabes que no tenemos reputación que apostar –lo aguijoné con malicia-. Tú sales corriendo buscando actrices de turno que escandalizan viejas con sus romances, y yo apenas sobreviviría con mis escasos trabajos de “freelance”, sino no fuera por mi situación económica. Mi amigo, lejos quedó nuestro sueño de imitar a Robert Capa*.
De todas las cámaras que tenía a disposición en mi estudio; Sebastián decidió firmar el contrato que le ofrecía con la peor de ellas, tomó una polaroid. Sentado frente a mi, comencé a sentir puntadas en mis pulmones y con el rictus de estar atravesando las agonías de la muerte (que sentiría apenas unos meses más tarde), sin maquillaje y con tan solo una potente luz, aparece mi demacrado aspecto violáceo retratado en un disparo certero.
*Robert Capa (1913-1954): Primer fotoperiodista reconocido, entre sus trabajos destacados se encuentran los realizados sobre la guerra civil española, el desembarco en Normandía y la II Guerra mundial.
Quizá un inicio demasiado explicativo para mi gusto; pero es una idea interesante el retrato de la pasión de este profesional.
Me ha parecido un relato interesante. Me gusta que toque un tema delicado del que se habló mucho, ya que hace que nos situemos aún más en la historia.
Mucha suerte Withington.
Es un escrito lleno de emociones, en el cual pasas desde auto criticarte, criticar a la sociedad y terminas en criticar a la historia.
Lo siento, soy incapaz de continuar leyendo un relato en el que durante dos párrafos su autor me va a explicar lo que piensa de la fotografía (y he aguantado, ¡dos, nada menos!)… Empiece por entender que a nadie le interesa saber lo que piensa de cualquier cosa como autor, y confío que no todo el mundo piense como yo para que le sigan leyendo.
Suerte.
Interesante relato. He tardado un poco en centrarme en la historia que pretende contar, pues el principio es muy explicativo.
Un saludo
Un principio demasiado explicativo para un relato corto. Suerte.
Después de una reflexión que me han hecho sobre mi comentario en otro relato, decidí volver al tuyo y terminar de leerlo. Me ha sorprendido la intensidad de la historia y su originalidad, sigo pensando que el inicio es muy largo, pero me ha gustado lo que he leído después. Saludos
Interesante. Me ha gustado la idea y la la manera de plasmarla en el relato. Suerte
INTERESANTE E INTENSA HISTORIA, PERO CON UN PRINCIPIO QUE PARECE QUE A NADIE LE GUSTÓ, INCLUYÉNDOME A MÍ- SUERTE
No sé si es correcto lo que voy hacer; aclarar.
Primero agradecer la lectura y los comentarios a todos y obviamente que me ayudan a crecer y a entender.
Luego comentarles que mi seudónimo (Eliza Withington; Artista fotográfica)lo extraje de la novela «En América» (cap cinco, pág 245) de la maravillosa Susan Sontag, de la misma autora me inspiró el comienzo, su ensayo llamado «Sobre la fotogafía» y mis impresiones, con la intención de crear un clima, que se contrapone con la urgencia del personaje («…no me puedo dar el lujo de realizar un extenso exordio».
Cuando fui corrigiendo me daba cuenta de la extensión y lo que provocaría, pero lo dejé así, es como me gustaba (capricho), en fin las impresiones que me dejan es una lección que agradezco sinceramente, sin intención de que este comentario afecte la lectura inicial.
Sí, demasiado tiempo sin arrancar con la historia, pero la verdad es que cuando arranca, lo hace con fuerza.
Genial la forma de mostrar la vida a través de las imágenes
Suerte
En mi opinión, el relato pierde precisamente cuando desvela cómo se hicieron las fotos. Quizá hubiera sido más creíble que el mismo fotógrafo se hubiera prestado voluntariamente a ello. Lo de su enfermedad misteriosa, creo que no viene a cuento.
Tampoco le digo que sea malo, son detalles que hacen o no una historia redonda.
Interesante comentario Ojo de halcón, le voy a dar un tiempo para volver a escribirlo con la óptica que me propones, gracias de nuevo por sus comentarios
Me sumo a los aciertos y a los fallos. De cualquier modo, hay que considerar que ésta no es la forma habitual en que leemos literatura, cuyo hogar sigue siendo, a mi modo de ver, el libro. Me refiero a que, leído en un blog, al relato le cuesta arrancar también por la precipitación que el propio medio parece imponer.
Suerte, compañero.
Gretel gracias por tu comentario, muy interesante el enfoque sobre la lectura y el medio. Con respecto al relato no me interesa defenderlo o justificarlo, más allá de aclarar alguna cosa puntual, creo que aquí no termina esta idea, por el momento inédita pero pienso publicarla en mi blog cuando todo esto termine y voy a seguir modificándo y trabajando en ella, porque así debe se; el ensayo y el error. Gracias Gretel por leerlo, por cierto, eso es un premio para mi.
Un relato interesante en el que como ya te han indicado y tú mismo admites necesitas pulir tiempos verbales y redacción en general. Nada insalvable. Aquí, todos aprendiendo. Yo la primera.
Saludo y Suerte!
Suerte
Quiero señalar que un texto no es mejor o peor, más lento o más rápido por leerse en un formato u otro.La precipitación no esta en una hoja o en una pantalla, sino en la disposición del lector.
Puede que el formato descriptivo y explicativo que utilizas no sea el más adecuado a la narrativa breve que debe ser concisa y dar los datos precisos con valor para la historia que se cuenta y prescindir de todo lo demás, eso si que me llama la atención.
Como dice Jara Maga, todos estamos aprendiendo.
Saludos y suerte 🙂
He echado en falta algunas comas que dificultan la lectura. Yo lo corregiría así:
«Por fin llega. Con mucho esfuerzo logro abrirle la puerta para recibirlo»
«Sebastián preparó los dos capuccinos. Como él no conocía mi cocina siguió…»
«le entregué un sobre con nueve fotos. Mi amigo se disponía abrirlo cuando lo detuve».
Por citar sólo algunas. Con un poco más de revisión habrías redondeado el relato, que pierde un poco de calidad por despistes como éstos. El argumento me pareció interesante.
Suerte
Ambrose Bierce muchas gracias por los apuntes y agradezco lo acertado de las correciones. Es cuestión de revisar, leer una y otra vez, me alegro que el argumento te haya gustado. También a Lupe por su deseos de suerte
Muchas gracias por tu voto, E. Withington. Acabo de releer tu relato y sigo pensando que tiene mucho potencial, a pesar de lo que algunos opinen, y a pesar de lo que algunos ni siquiera se molesten en opinar.
Mucha suerte para el día 15
…alguien ha comentado sobre la pasión del personaje, creo que sin el principio no se percibiría tanto esa pasión… esa es mi opinión. Al fin y al cabo ¿que son? ¿unas quince líneas?, creo que no hay que tener prisa por leerse un relato. Y lo siento por la persona que comenzó y no lo terminó, se perdió algo que merece la pena leer!.
Suerte!
(ah! no sabía cómo había terminado la historia de la famosa foto de Carter!, gracias!)
Quiero agradecer a todos los que leyeron el relato. En particular a A. Bierce y Catch-22 por sus palabras que me dejaron muy contento. Espero que sigamos en contacto, por lo que quiero aprovechar y dejarles mi espacios de comunicación http://www.letradigitaluruguay.blogspot.com
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No quiero abusar de la generosidad de este espacio, y agradecer a los organizadores por esta idea y dejarme ser parte de ella. Quizás, el año que viene nos encontremos…