120- Ávalon. Por H.K.
- 9 julio, 2011 -
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A veces, te encontraban cansado. Te llamaban y cuando no contestabas iban a buscarte. Era la época en que salían a pasear el tedio por la ciudad. Los parques, las calles, los clubes con sus divas colgadas de un tubo; a éstos todavía no te permitían entrar. Ni siquiera cuando te dejabas la barba, esa pelusa que te hacía parecer más un adolescente desarrapado que un mayor de edad; pero, ¿quién era capaz de hacerte entrar en razón? Me voy a dar una vuelta, mamá. ¿A qué hora vuelve, Jorge? Tranquila que voy con Daniel y de pronto me quedo en su casa. ¿Ya comió? La respuesta, casi invariablemente, era el portazo. Afuera resonaban los saludos, el quiubo marica, los comentarios a tu nueva chaqueta bordada con el escudo de armas de alguna banda de rock. No lo sabías, aún, pero cuando salías tu madre se quedaba despierta casi toda la noche, atenta al enorme silencio que dejabas al salir de la casa.
Otras veces, eras tú el que los buscaba. Ibas a espantarles el remanente de la resaca, el bostezo y la falta de ánimo, el me regañaron feo, guevón. Pues mañana los contenta, que hoy es sábado. Y el portazo preocupaba a los papás de Ricardo. ¿Qué vamos a hacer con ese muchacho? Es por la adolescencia, mijo, tranquilo que ya mismo entra a la universidad. Caminaban avenida abajo, copando la acera, mirando las formas, a veces vestidas, a veces desnudas, de los maniquíes femeninos; sus ojos de plástico azul, igual de indiferentes a los ojos de las mujeres con las que se topaban, como si ellas también estuvieran tras el cristal de una vitrina, inalcanzables, pura exhibición de fantasía para almacenar en la memoria y evocar en los ratos solitarios, antes de dormir, antes de la ducha, sin que los padres se enterasen, ¡que te quedas ciego! ¡Que ya no creces más! Y continuaban atravesando la pasarela hasta llegar al bar, después de uno que otro codazo cuando alguien se distraía: ¡Mire qué hembrota!; pero Daniel ya la había visto y la estaba amando de la única forma en que podía: tocándola con los ojos; y todos se le unían, girando el rostro en pos de la mujer, que seguía calle arriba, sin presentir que sobre ella se estaba llevando a cabo una orgía de ensueño, que sus curvas la habían elevado a la categoría de diosa, a amor fugaz y platónico, a ansiedad que calentaba la mano en las noches de insomnio.
Afuera del bar esperaban las malas noticias: show de medianoche, tocaba pagar entrada. Nada qué hacer, esculcarse los bolsillos para sacar los dedos llenos de motas, de papelitos con números telefónicos que nunca te dieron, que nunca pediste, una servilleta garabateada en la barra antes de que los demás se dieran cuenta que te habían mandado a volar. ¿Qué hacemos? Continuar andando, hasta el siguiente bar, el nuevo, ¿cómo es que se llama? Ávalon, creo, dicen que allá van las mejores nenas. La palabra nenas te hacía olvidar, por pocos segundos, que el nuevo bar no era para ti, que ese era un sitio vedado, el feudo donde los príncipes jugaban con las hadas bajo cascadas de cerveza importada, que allí siempre cobraban la entrada, así no hubiese show; la sola mención del lugar te arrancaba suspiros de impotencia. ¿Y entonces? Vamos a La Cochera, decías, aparentemente tranquilo, como para no trasmitirles el desánimo que ralentizaba tus pasos cuando pasaban frente a Ávalon, frente a sus torres enanas circunvaladas por luces de neón y coronadas con sendos reflectores que iluminaban las joyas estacionadas en el parqueadero. ¡Mire qué carrazo! Sí, ya lo vi…
Era de rigor comprar algo antes de entrar, intentar pasarlo o, en el peor de los casos, si los descubrían, beberlo apresuradamente en la calle. ¿Aguardiente aperitivo? Nooo, Whisky, pendejo. Pobre Pablo, desviaba la mirada, amilanado, y es que eras mayor y eso pesaba. Y usted lo entra. ¿Yo?, pero, pero… No hay cabida para la duda cuando las tropas están a punto de asaltar las puertas del paraíso. Bien dicho, Frank. Frank era el escritor de la banda, una banda de aire conformada por músicos inspirados pero sin instrumentos, partituras, o alguna clase de formación musical. El más avezado eras tú, que habías ido a cuatro clases de guitarra en las vacaciones anteriores; clases que terminaron cuando empeñaste la guitarra en otro bar —al que, por supuesto, nunca regresaste— para celebrarle el cumpleaños a Susana, la vecina, a la que su padre por poco matricula en un colegio de monjas cuando te descubrió subiéndole la falda, pero que, al final, dejaste de ver porque la habían mudado muy lejos, al otro extremo de la ciudad, casi tres horas en buseta y veinte minutos más a pie, un gran sacrificio por un beso, incluso en esa época, cuando sólo soñabas con besos.
¿Vamos a entrar o qué?
El portero, un monumento a la desidia, ni siquiera los examinaba al pasar. Disimule, Pablito, que se le nota en la cara. Pero ya estaban adentro, la botella contrabandeada también, y Pablo medio azul de contener la respiración, un manojo de nervios, empequeñecido en medio del grupo que ya pedía a gritos la primera tanda de cerveza, eufóricos, cual hueste medieval que asalta la fortaleza. We are the champions, interpretada a viva voz por tu banda, bautizada en un rapto de inspiración como: Capela Dipsómana. Después el despliegue estratégico, las rondas para ubicar a las nenas en la oscura bodega que era el bar. Por allá está Susana y anda con su prima. ¿Qué? ¿De verdad? No se burle, hermano. Pero era cierto. Las posibilidades te daban vueltas en la cabeza, te mareaban más que el licor: Susana, sortilegio de babas; Susana, desnuda en la cama; Susana, el probable nombre de tu primera vez. Necesitabas coraje, necesitabas beber. Y allí, ignorado en un rincón, estaba Pablo, el noble Pablo, el escanciador honorario del grupo, sirviendo aguardiente bajo la mesa, esquivando los ojos del mesero; sólo le faltaba el barrilito colgado del cuello y batir la cola: Pablo vaya traiga cigarros, Pablo vaya pida música, Pablito, hágame un favor, llévele esta cerveza a Susana.
Hola, qué tal; no, muy simple. Hola amor; ¿amor?, por Dios. Ya casi pensabas en voz alta, te temblaba la pierna derecha, te sudaban las manos. Pablo, ¿qué dijo Susana? Que gracias. ¿Nada más? Pues… no. Llévele otra cerveza. Fumabas, intentabas pensar, tu mente en blanco era la primera señal de que tus sueños se desvanecían como el humo que expelías en bocanadas impacientes, se ahogaban en copas apresuradas, en los largos minutos que Pablo se demoraba para retornar con una sonrisa nerviosa y un nada, hombre, nada. Sírvame más. Pero ya se acabó. Pues vaya por otra. Pero, pero… No cabe lags dudas en lags puegtas cuando el parraíso. Cállese, Frank. Siempre fuiste más resistente al licor; te dejaste crecer el cabello antes que los demás, tu madre te daba dinero suficiente para que fueras pieza esencial en el engranaje del grupo. Hasta te proclamaron voz líder de Capela, pese a que Pablo tenía mejor voz. Usted se encarga de los coros. Él ya había regresado con el encargo, pero no se decidía a servir: el mesero estaba ojo avizor. Tranquilo, Pablo, yo sirvo. Usted, mientras tanto, llévele otra cerveza a Susana, pero esta vez, pregúntele por mí, dígale que la he pensado mucho.
Fuiste al baño a mezclar la cerveza con el aguardiente, a lavarte el rostro, a gritarle al espejo: ¡Actitud, man, actitud!; pero no sirvió de nada. Ya basta. Regresaste a la mesa, repartiste copas, hablaron del próximo partido de La Libertadores, acordaron la hora en que, al otro día, se encontrarían en los videojuegos; usaste la reserva de dinero que tenías escondido y pediste una tanda y luego otra, ya qué importaba, ya nada importaba; estaban a punto de cerrar y ese era el comienzo del final, la noche se escurría por el drenaje llevándose consigo todas las posibilidades.
¿Dónde putas está Pablo?, dijiste después de cerciorarte que se habían acabado los cigarrillos. Mientras los demás lo buscaban en el bar, bajaste las escaleras justo a tiempo para verlos: Susana abrazaba a Pablo, le mordía el cuello, le arrancaba los labios; la prima se afanaba por parar un taxi, más aburrida que entusiasmada, mientras ellos seguían lamiéndose las lenguas, sin saber que los espiabas, que te abrían el pecho, que se te acumulaba el amor en la boca y tenías que aguantar las ganas para no vomitarlo en la calle. Susana, maldita Susana… Y ella se fue. Viste su rostro, por última vez, tras la ventanilla del taxi; un rostro imbuido de éxtasis, de deseo, sus ojos acariciando la imagen de Pablo que se despedía, al borde del andén, agitando la mano, enviando besos, usurpando tu lugar.
Jadeaste de lo rápido que subiste las escaleras. Nadie se percató de que habías salido. Te enjuagaste la humillación de la cara y te obligaste a adoptar un aspecto tranquilo, indiferente. Si Pablo no contaba nada, tu honor estaría a salvo; y sabías que él no contaría nada. Vámonos. Pronto las calles estuvieron vacías y sólo se escuchaban las risas, los cumplidos al We are the… cantado por Pablo, esta vez en solitario y de manera inspirada, su voz retumbando en la avenida, como atrayendo las luces hacia él, y a tus amigos, que parecían fanáticos en un concierto de Metallica. La noche era fría, el mundo era frío, un inmenso manicomio, pensabas, mientras caminabas, callado, a la vanguardia del grupo.
Llegaron al puente, igual que otras tantas noches. Quizá fue la canción de Pablo lo que te envalentonó. Quizá fue el recuerdo húmedo de las fantasías con Susana. Te subiste a la baranda, los brazos extendidos para aguantar el equilibrio, y comenzaste a cruzar, un paso a la vez, escuchando los pocos autos que corrían bajo tus pies, la sangre palpitando en tus sienes, el viento en tu cabello, en tus ojos, aún jóvenes y osados, ante la mirada asustada de los demás, a los que ni siquiera el licor animó para protestar. Llegaste a buen recaudo; bajaste al andén y estallaron los gritos de júbilo. Después le propinaste un puño en la nariz a Pablo y seguiste adelante, las manos en los bolsillos de la chaqueta, rumbo a casa.
Esa noche tuvieron que llevar a Pablo a Urgencias para que le atendieran el tabique roto. O, quizá, fue otra noche. Ya no lo recuerdo bien; aquellos tiempos se han amalgamado en mi memoria hasta casi reducirse a una única noche. Me detengo en el semáforo. Contemplo el letrero del bar de la esquina. Me dan ganas de entrar por una cerveza. Pedir un tema clásico. Luego me imagino a los jóvenes bailando a ritmo de una música desconocida, y yo, la sombra de traje y corbata en la barra. Ávalon —pienso—, ya nunca podrás ir… Veo mi reflejo en el espejo retrovisor y casi me desconozco. Siento deseos de un cigarrillo pero recuerdo que hace cinco años dejé de fumar, cuando Ricardo sufrió un infarto. Los bocinazos me devuelven al presente. Acelero y tomo la circunvalar, no hay trancones. Contesto el móvil; es Frank recordándome que el próximo jueves es el lanzamiento de su nuevo libro: Oiga Jorge, no se le vaya olvidar avisarle a Daniel y a Fernando. Cuelgo y me parece curioso el hecho de que últimamente he pensado mucho en qué sería de la vida de Pablo. Que primero lo recordé a él, y después a Susana. Cuando llego a casa, me doy cuenta de que mi hijo me espera en el cobertizo. Me abraza, me trae las pantuflas, me tiene listo el café; me pregunta: ¿Qué tal tu día, pa? Y yo: bien, bien. Hurgo en la billetera y su entusiasmo languidece cuando extraigo el billete de baja denominación. ¿A qué hora vuelve? Fresco, pa, que voy con… Pero el portazo no me deja escuchar el final de la frase.
Escribes muy bien H.K., según mi humilde opinión. Me has metido en esa edad, en los primeros bares, en la pasion que poníamos en todo…Suerte
Muy buen relato H.K. De recuerdos de la juventud perdida. Enhorabuena.
Estupendo relato.
Felicidades
Buen cuento, de difícil factura por el cruce de personajes y los diálogos incrustados en el mismo texto de la voz de ese narrador en segunda persona.
Enhorabuena.
Un olvido que sería una injusticia: enhorabuena también, H.K., por el palizón que te estás dando de leer relatos.
Encomiable, se mire como se mire.
Un estilo muy peculiar el de intercalar los diálogos dentro de los párrafos narrativos.
Resulta muy dinámico. Me ha gustado.
Que tengas mucha suerte.
Gracias a Leonard, Lola, Barba Negra, Rafael y Jara Maga por tomarse un tiempito para leer, no sólo este relato, sino tantos que van apareciendo. De verdad muchas gracias. Les dedico un fragmento de un poema de Bukowski, que encontré por ahí; quizá nos sirva recordarlo en nuestras horas más tristes:
“y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun.
Si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza…
entonces no estás listo”.
Gracias H.K.por tu relato y por todos los buenos comentarios y críticas constructivas a otros relatos.
Suerte.
Un cuento bien trabajado, H,K; es tan preciso en las vivencias, en el reflejo de una época, que siento que su texto es muy afín a mi vida. !Ay, que viejo estoy!
Es un relato demasiado «hetero» para mí, jajaja. En fin como se repite la masturbación en varios relatos, me llama la atención. A pesar de cuestiones temáticas (es una cuestión personal), lo leí con gusto y no me aburrió cosa que logras con tu buen ritmo.
Lo bueno: la estructura combinando presente y pasado y el narrador fautor y protagonista, al menos de la historia del papá narrador, puesto que la de la adolescencia bien podría ser de otro de sus amigos; después de una lectura no me queda claro esto.
Lo malo: el fuerte olor del característico estilo sudamericano, recargado hasta lo churrigueresco y con un abuso tal de imágenes que desde el primer párrafo se pierde el equilibrio necesario entre escena, descripción y resumen. O sea la propuesta es que veamos lo bien que escribes y tu capacidad de enumerar una imagen tras otra, sin el sano ahorro que aliviaría y dinamizaría una acción que de por si no es gran cosa ni dice nada por si misma, puesto que la historia de fondo (que se contaría en un puñado de líneas) es trivial y manida.
Lo peor: nos manipulas para que sintamos lo que tú quieres que sintamos, en un alarde de puro Kitsch. La languidez, también cansina, tan de allá.
Dictamen: si descargas el 90% en vez de gustarte tanto a ti mismo tienes posibilidades de llegar a escribir cosas buenas. O quizás eres más poeta que cuentista, no se.
Este tipo de escritos tiene, no obstante, su público, que no soy yo.
Apreciado yo.
Creo que en tus comentarios, ademas de ser muy subjetivos, generalizas la literatura «suramericana» de tal forma que la hace parecer flácida y casi innecesaria. Esto demuestra que eres una persona de pocas lecturas y de una visión de mundo muy limitada, por no decir pobre. De «este lado del charco» han salido obras como Cien años de Soledad, y Ficciones, por nombrar solo dos. Así que ese «fuerte olor característico» nos enorgullece y le aporta a la literatura universal un sello característico que todos conocemos. Es una pena que no compartas un buen gusto en literatura.
Sobre el relato, es uno de los mejores del certamen, por lo cual no hay mucho que decir. Felicitaciones al autor.
¡BRAVO! Troyano ¡BRAVO! Imposible que yo pudiera decirlo mejor a como tú lo has hecho. ¡BRAVO! ¡BRAVO! ¡BRAVO! Y desde este mismo lado del charco, te mando un súper sincero abrazo, en cualquier lado que te encuentres del Sur (No creo que estés más al Norte de donde estoy) ¡BRAVO! ¡BRAVO! ¡BRAVO!
¿QUIÉN ES YO? ¿ACASO TÚ MISMO? YA TE LANZARON 10 COMENTARIOS BUENOS, NO ME DEJARON NADA BUENO QUE DECIR, SÓLO QUE ME PARECE UN RELATO SENCILLITO Y CARISMÁTICO, PARECE QUE AL LEERLO PUEDO ESCUCHAR LA VOZ Y LAS CANCIONES DE PALITO ORTEGA.
Escribes con un estilo muy característico, donde la palabra fluye como el pensamiento, sin pautas fijas, a saltos. Me recuerda mucho a algunos textos de Mario Vargas Llosa (el de la primera época) y algo también a Brice Echenique. En resumen, que me ha gustado, especialmente el giro final desde la mirada del adulto.
Un saludo con mis mejores deseos para el certamen.
Me parece el retrato tierno y sabio de una época en la vida de alguien (que, como ya te han dicho, consigue la universalidad que permite al lector identificarse con el narrador). Creo que tienes gusto para la escritura, pero el tono… se me hace monótono. La nostalgia puede tener cierto aroma a monotonía, no te lo niego, pero que impregne hasta tal punto todo el relato, a mí, al menos, no me parece aconsejable. A otros, en cambio, parece haberles gustado.
Suerte en el certamen.
Entretenido y nostálgico. Lo he leido con interés. Suerte.
Me ha parecido muy bueno, a pesar del aroma «suramericano» (lo que considero un elogio). Me encantó lo de «El portero, un momumento a la desidia.» ¡Conozco tanta gente así!
Mucha suerte
Me ha gustado. Creo que es un relato que te habrá sido complicado de escribir por cómo entrecruzas diálogos, descripciones, etc… A veces, por eso, también es difícil de leer en algunos tramos. Pero la buena literatura es lo que tiene: todo lo que vale la pena supone un esfuerzo.
Suerte
En un parpadeo literario pasamos de una generación a otra. Muy bien logrado. Éxitos y mis mejores deseos en el certamen.
Kellroy, Ti Noel, LuchoX, Troyano, Moreda, Charlotte (Robespierre), Sally, Chuss, Ambrose, Babel y Scorpio, muchas gracias por leer y comentar. De verdad, muchas, muchas gracias. Para el sr.Yo también quiero extender mis agradecimientos; espero tener la fortuna de leer más comentarios suyos en otros relatos.
Si cojo el comentario de «yo» y le doy la vuelta, resulta que sale el mío. Para mí, lo literario no se encuentra en el «qué», sino en el «cómo». Las imágenes que usas, H.K., son, para mí, lo mejor del texto. «El portero, un monumento a la desidia», «la época en que salían a pasear el tedio por la ciudad»; eso es literatura.
Me gusta el estilo sudamericano, su lenguaje vivo y descriptivo, sugerente y tan adecuado a su forma de ser…en el fondo tan nuestra también.
Admiro a los que son capaces de poner etiqueta «literatura», yo no sabría, ni tampoco sabría bailar un tango, pero algo me emociona de este particular lenguaje y de esa música que te taladra el alma y conmueve sin resquicios hasta el tuétano.
En cierto modo H.K., en mi relato también hago un pequeño viaje entre etapas de la vida, por eso me he enfrascado en tu historia, la he bailado como un tango «apretao» al que uno se entrega sin reservas, sorbo a sorbo o paso a paso.
Aún así coincido con algunos comentaristas que el formato no es de fácil lectura y a diferencia de otros comentaristas para mi, esto es algo que le resta, no le suma.
Aunque un relato sea muy elaborado, lo atractivo para el que lo quiere disfrutar es que no requiera del receptor un esfuerzo excesivo. Haciendo el mismo paralelismo anterior,no es necesario que yo aprenda a bailar tango para sentir la pasión de una pareja que lo baila y lo disfruta, aunque ellos ensayen 8 horas al día y yo sólo los admire unos minutos. No sé si me explico bien.
Mucha suerte en el certamen y saludos afectuosos de este lado del charco.
Retratos de tiempos ya casi relegados al olvido. Primer amor, primer dolor, aunque lo resolviste bien. Pareces no saber mucho de la vida de Pablo, pero imagino que él si sabrá de tí por haber acabado en Urgencias. Es broma. Me ha gustado el final, que sin ser sorpresivo, está trabajado en el sentido de poner, a mi juicio, lo justo. Muchas veces queriendo darle un tono muy melancólico acaba volviéndose lacrimógeno y pesado. La idea de intercalar narración y diálogos pues no sé…, a mí, a veces me lia un poco. También es verdad que los diálogos soy en general cortitos y eso ayuda a mantener el ritmo. ¿Y si los pusieras con otro tipo de letra que los diferenciase? Tal vez eso ayudaría. Por último (espero que no te moleste tanto comentario) el tema de las comas. Esto es algo que me ha ocurrido a mí hasta hace muy poco. Yo no llevo más de un par de años escribiendo y al principio me forraba a poner comas. Probablemente la gran mayoría estarían pien puestas gramaticalmente. Un buen día, un escritor conocido, me lo hizo notar. La lectura pierda ritmo con tanta coma. Es un incordio para el lector aunque gramaticalmente estén bién. Incluso a veces, quizá valga la pena unir dos frases con alguna conjunción. Solo dos ejemplos de eliminar comas: «Llegaron al puente, igual que otras tantas noches». Qué tal..»Llegaron al puente igual que otras tantas noches». Y esta otra: «Esa noche tuvieron que llevarle a Urgencias. O, quiza, fue otra noche. Ya no lo recuerdo bien». Qué tal..»Esa noche tuvieron que llevarle a Urgencias. O quizá fue otra noche. Ya no lo recuerdo bien». Bueno la decisión es tuya H.K.
De cualquier manera mucha suerte en el concurso.
Qué pena tan grande tengo contigo H.K. Por casualidad, hoy 26 de Julio me percaté que cuando leí tu relato (hace ya muchos, muchos días) no dejé ningún comentario. No vayas a pensar que fue porque me llamaste anciano (que dicho sea de paso, te equivocaste) De seguro sabrás que después de los cuarenta, ya no se pueden alargar más los brazos. A lo mejor alguien me llamó por teléfono y se me olvidó por completo dejar mi comentario. Nota aclaratoria: No tengo Alzheimer. Ahora tu relato. Como lector no tengo ojo crítico. Mientras entienda la palabra u oración, lo que transmiten ellas hacen que la fantasía gane y haga a un lado a mis conocimientos tan reducidos de la gramática, para enfocarme exclusivamente en la riqueza que el relato encierra en sus palabras. Esto lo aclaro, porque creo que con que te diga que tu relato lo disfruté, con eso es suficiente. Como escritor, y sabiendo de qué lado cojeo, simplemente busco la ayuda necesaria. Por algún comentario me enteré que estamos del mismo lado del charco. Desde muy al Norte (no en gringolandia) hasta muy al Sur, te mando un cálido abrazo; como se irá rodando, y es de bajada, sé que te llegará muy rápido.
P.D. ¡Híjole! Ya se me estaba olvidando algo. Por tu participación en este certamen, sé que eres un buen lector… ¿o lectora? bueno… lo que seas, pero te recomiendo que vayas a mi relato, porque al final, en un comentario (Cecilia) colocó un link o enlace para leer el cuento “Macario” de Juan Rulfo. Estoy seguro que lo vas a disfrutar.
Pienso en ponerte lo clásico… Suerte en el certamen; pero ¿sabes? no la necesitas; tu buen relato te ampara.
A H. K. y a tu amigo, escritor desconocido (para mí, al menos):
Agradezco sinceramente el tiempo que habéis dedicado a leer mi relato y a comentarlo posteriormente (espero que rodeados de unas buenas cervezas u otra bebida de vuestro agrado). No voy a negar que, como casi todos, soy un poco vanidoso y no me disgustaría recibir el premio del público o algúna mención del jurado, pero sinceramente os digo que vuestros comentarios han colmado toda la vanidad que mi cuerpo es capaz de albergar. Sinceramente, repito. Y con esto, de veras, me doy por satisfecho (aunque mañana llegara el fin del mundo y este certámen no tuviese desenlace alguno). No necesito más.
Espero no dar la sensación de intentar justificarme, pero debo continuar respondiendo aunque sea sólo por deferencia a vuestro interés. Coincido contigo, H.K. en tu valoración sobre el epígrafe inicial (aunque en este caso no soy objetivo porque mi parcialidad en favor tuyo me favorece también a mi, valga la redund….). El epígrafe está en alemán muy a propósito, con la intención que tú sabiamente has interpretado de mantener el misterio. Sin embargo, debo decir que yo mismo me he traicionado al incluir a pie de página la traducción al castellano, en parte apiadándome de aquellos que no dominamos ese idioma centroeuropeo. Un arrebato de piedad estúpido, si debo ser sincero, porque la traducción al castellano puede descubrir a las mentes más perspicaces que el cuento habla de Cenicienta, pero con esto no descubro nada en realidad pues, aun así, hasta el final del cuento no conocemos de que «Cenicienta» realmente estamos hablando, ¿verdad?
Respecto al final al estilo hollywoodiense, me rindo ante vuestra argumentación, porque tenéis toda la razón del mundo. Que le vamos a hacer: un desliz propio de escritores noveles, que han visto demasiadas películas y han dejado volar su imaginación menos libremente de lo que lectores críticos como vosotros os mereceis. Ahora que me lo haceis notar, veo que ha sido un desperdicio sacrificar a un personaje como el de Mademoiselle Javotte. Cierto. Me debéis de disculpar, porque la proximidad inevitable del límite de 2000 palabras me presionó de tal manera que quizás me precipité acortando innecesariamente una experiencia vital que podría haber dado mucho más de sí. Por otro lado, debo reconocer otra parte adicional de culpa en este desenlace al querer aprovechar el recurso literario del deseo, ya inasequible, de la implantación de ese par de alas redentoras. Me pareció una travesura póstuma (del escritor, no de la protagonista) que no habría sido posible sin mediar la muerte prematura de la malvada Mademoiselle.
Decís que Mademoiselle recibe su merecido, lo que por mi parte es un recurso muy manido (de nuevo acertáis en vuestra apreciación). Aquí todo el mundo recibe su merecido. Bueno, todo el mundo, menos el perro, quizás el más inocente de los personajes, y el príncipe. Aprovecho esta disgresión para compartir con vosotros una intimidad que siempre me ha reconcomido, desde muy pequeño, cuando he leído el cuento original de Cenicienta. Y es que siempre he pensado que este príncipe necesitaba urgentemente, como poco, una reprimenda. ¿Qué clase de sentimiento imperecedero se puede esperar de alguien que confía el hallazgo del amor de su vida en la coincidencia de las tallas de unos zapatos cualesquiera? ¿Tan poco sincero fue su enamoramiento que ni siquiera era capaz de reconocer el hermoso rostro de la persona con la que compartió aquella velada tan repetida en las películas de Disney y en los cuentos de nuestra infancia? Como poco, creo que el príncipe se merecía una traición como la de mi relato, si se me permite la osadía.
Para terminar, y como muestra de agradecimiento, os revelaré dos cosas que no queda del todo claras en mi cuento. Una de ellas probablemente ya la conoceís, y es que la tal Mademoiselle Javotte no es más que una de las hermanastras de la verdadera Cenicienta (al menos así la llama Perrault en su versión original del cuento). La otra es que quizás no os habéis percatado del mayor mérito de mi cuento, y es que de las últimas ocho vocales del relato, siete son «Oes».
Un abrazo sincero, a la misma distancia que nos separaba anoche. Ardo en deseos de conocer desde que pequeña ciudad
conversábais ayer sobre mi cuento. Mi Google Earth está ya echando humo. Para vuestros cálculos, os adelanto que yo os contesto desde La Alcayna, sita en Molina de Segura, provinci de Murcia, del Reino de España, «cuya situación se explica en el croquis al pie dibujado. Todo lo cual firmo a 17 de septiembre de 17…”
Hola de nuevo, H.K y compañía:
Revisando los comentarios recibidos, he visto que otros lectores ya coincidían con vosotros en lo superfluo de la cita inicial en alemán. Por si os sirve para resolver vuestras situación de «tablas», os copio a continuación mi justifiación a J. Trescuadras:
«En cuanto a la cita inicial en alemán, es un extracto literal del texto original de la versión del cuento de los Hermanos Grimm (perdón por la sucesión de preposiciones). En ese fragmento, los autores confirman por fin, de forma bastante poética, que el principe ha encontrado a la verdadera Cenicienta. En mi caso, se trata de otro guiño irónico, que me sirve para cuestionarme si, a tenor de lo que se explica en el relato, el príncipe se llevó a casa realmente a la verdadera cenicienta».
Un saludo.
Por cierto, ahí va mi voto
Suerte
Gracias
Para mí, la estructura del relato me ha resultado muy natural… es así como se recuerdan las cosas… a mi ver, has escogido la mejor manera para que el lector pueda tener la sensación de estar buceando entre los recuerdos nostálgicos del protagonista, ver lo que él, sentir lo que sintió… (no he entendido porque alguien te ha dicho que eso es manipulación, yo creo que siempre se escribe con la intención de que el lector sienta determinadas cosas, claro que cada lector es un mundo…)
me ha gustado mucho! suerte!
No sé qué ha pasado, esta mañana te he dejado un mensaje pero se ve que no lo habré enviado bien o que no se habrá grabado.
Estoy «releyendo» todo lo que puedo y «recomentando» algunos textos.
En esencia, venía a decir que me ha gustado la mezcla que por ahí se decía de narración y diálogo indirecto sin necesidad de señales ortográficas o tipográficas (en el mío también hay algo así), porque creo que le da soltura al texto ya que expresa lo que la mente crea.
También me gusta que dentro de un tema un tanto socorrido, del joven que hace sufrir a los padres, para pasado el tiempo ser él el padre y sufrir lo mismo con su hijo, sin embargo esté bien planteado y bien redactado, sin resultar repetitivo.
La utilización de términos «sudamericanos» en un principio dificulta si no te concentras, pero una vez que lees el texto con ganas, le da frescura y agilidad.
Suerte
Buenas, aquí estoy de nuevo. Como ya leí todos los relatos y comenté muchos de ellos, empezaba a aburrirme, asi que estoy releyendo algunos de los que guardo mejor recuerdo.
Si no la has visto todavía, te recomiendo que veas la peli «Historias del Kronen» de Montxo Armendariz. Creo que encontrarás bastantes similitudes con las situaciones que desarrollas en tu relato, aunque me temo que los protagonistas de la peli acaban bastante peor que los tuyos. Hay incluso una escena descabellada en un puente donde los protagonistas se juegan la vida sólo por experimentar nuevas sensaciones. Aunque tu narración destila un cierto poso de amargura y decepción, tiene sin embargo un desenlace mucho más optimista que «Historias…», que no es más que el relato del proceso de autodestrucción de unos adolescentes que, teniéndolo todo en la vida, no son capaces de disfrutarla porque nada tiene mucho sentido para ellos.
Seguiremos en contacto, H. K.
Al hilo de mi último comentario, acabo de darme cuenta: H. K. ==> Historias del Kronen. A ver si al final he hecho el pardillo¡? Si es así, me siento como un estúpido
jejeje despreocupate que fue una coincidencia. Voy a seguir tu recomendación y ver la peli.
Te adelanto las felicitaciones por ser finalista del público. Un abrazo.
H.K,
irrumpo de nuevo en tu relato pero para hablarte de tu comentario en el relato «La conversación» de Nerea, que acabo de leer. Es que tengo aún tengo poca cultura literaria y me ha fascinado el micro de Arreola que has puesto en el comentario! muchas muchas gracias!,de verdad. La contestacion de Aval ha sido alucinante tambien.
Bueno, y de nuevo suerte con tu relato!
Catch-22 y H.K.
Catch-22: Me sorprende tu interés por mi comentario sobre Juan José Arreola y pretendo con estas líneas decirte un poco más al respecto. Al hacerse famoso Arreola, mi tía Chelo (Consuelo) nos platicaba de su relación con él cuando ellos eran jóvenes. Los dos fueron los personajes principales de las obras de teatro que se presentaban por aquellos tiempos en Ciudad Guzmán Jalisco (Zapotlàn el Grande) Él fue su galán en escena y también en la vida real. ¿Por qué no se casó con Arreola? Porque estaba muy feo (palabras textuales de ella) Cuando le conocí a Arreola en el primer taller literario, al terminar la primera clase le pregunté: Maestro, ¿recuerda usted a Consuelo… (le dije el apellido) y me contestó; Cómo no la voy a recordar, si fue el gran amor de mi vida… ¿Tú eres su hijo? – preguntó – No – le contesté – ella es mi tía. ¿Tú eres hijo de Bertha? (también recordaba a mi madre) Sí, le afirmé. Desde ese día, después de cada clase, me platicaba muchas anécdotas de aquellos tiempos que vivió junto con mi tía. Lo curioso (quizá por su edad) muchas veces no recordaba lo que habíamos visto en la clase anterior. En esos talleres literarios con el gran maestro conocedor erudito de nuestra lengua, éramos puros jóvenes greñudos de la época, disfrazados muy mal de escritores, y que le presentábamos al maestro escritos con palabras como hacer sin “h” y con “s”. Me regañó varias veces (y no por mi mala ortografía) y me aplaudió alguno que otro escrito. Él me confirmó, lo que un par de años antes, una gran señora con maestría y doctorado de nuestra lengua me dijo: Yo tengo muchos libros publicados sobre el correcto uso de nuestro idioma, pero no puedo escribir lo que tú estás haciendo. No te detengas ni te avergüences por tu mala ortografía y puntuación, para eso existen gentes como yo, que nos dedicamos a hacer ese tipo de correcciones. Ella me lo dijo y Arreola me lo confirmó… “Lo más importante es lo que la palabra transmite”. Coincide este ejemplo con los muchos compañeros que tuve cuando estudié arquitectura. Algunos eran unos excelentes dibujantes que dominaban la tinta y el color como unos grandes maestros, pero sus diseños eran “Espantosos” No niego que me gustaría aprender más de las reglas gramaticales, pero al mismo tiempo prefiero escribir, escribir y escribir, aunque tenga que seguir pagando por los servicios de corrección de lo que escribo. No es el caso del relato “MATT” porque no me di el tiempo para hacerlo.
H.K. Te contesto tu comentario donde me dices sobre esos libros y escritores. Hoy 20 de Agosto, cumplo 13 años es este país Maple. Cada vez que bajo al Sur, me regreso cargado con varios libros. Ya tomé nota de los autores que me sugieres; en mi próxima visita (que de seguro será durante el invierno) tendré oportunidad de adquirirlos. Muchas gracias H.K. Tanto tú como Catch-22 y muchos otros participantes de este certamen, estaré encantado de poderles contactar de forma directa, en el momento oportuno. Mi mejor premio de estos certámenes ha sido encontrar personas muy valiosas como ustedes. Abrazo sincero y muy cálido para los dos. AVAL
Buenas, buenas, veo que esto está muy animado hoy. Saludos a todas y a todos. Dejo una lista de libros que me gustaría leer (por si alguien lo tiene en digital y me pasa el archivo más adelante) o, al menos, escuchar comentarios si alguien ya leyó alguno:
«El tiempo mientras tanto» (Amoraga)
«El baile» (Nemirovsky)
«El desencuentro» (Schwartz)
«La elegancia del erizo» (Barvery).
«Las máscaras del héroe», Prada.
«Ceremonias de interior:», de I. Ferrando.
«Las interioridades», de F.J. Palma.
«Reconstrucción», de A. Orejudo.
«La Poetisa», De Jesús Tíscar.
Para Aval:
Gracias por la anécdota. Pobre Arreola, snif…
Bueno, a ti también te adelanto las felicitaciones por ser finalista del público. La verdad va a estar muy difícil votar ya que varios de los candidatos (independiente a los relatos) son carismáticos y pues, en esa fase sólo se puede votar por uno. Mmm difícil cuestión.
Hola H.K!
¿Sabes? Me han regalado por mi cumpleaños una antología de cuentos hiperbreves que se titula «Por favor, sea breve» ¡me está gustando mucho este tipo de literatura!.
Ya te agradecí en mi relato los micros que me escrbiste pero nuevamente te los agradezco aquí ¡muchas gracias!, un saludo!
Perdon por repetirme, pero creo que este era el lugar más adecuado para este comentario:
Hola de nuevo H. K.:
Ya estamos en la recta final del certamen y no me olvidé de tu deseo. Puedes solicitar mi mail a los administradores, pues ya he autorizado que lo comuniquen a quien esté interesado. No deseches tampoco la idea del taller virtual. Yo hace años estuve apuntado en un foro de escritura creativa y me pareció una experiencia muy enriquecedora, aunque andaba tan liado que tuve que desvincularmen al poco de empezar. Cualquier de nosotros puede crear un foro nuevo, en Yahoo o similar, para utilizarlos como medio de intercambio de relatos, comentarios, opiniones, etc…
¿Alguien se anima? ¿Alguno de los 193 participantes? Yo siento no poder comprometerme a administrarlo porque ya llevo para adelante un foro, un blog, una página web, mi trabajo y dos hijas adolescentes… Buf, qué fatiga.
Ahí queda lanzada la idea
También estoy deseando saber el nombre del lugar donde vives. Recuerda que me lo prometiste.
Un abrazo