157- Compañía de animales. Por Bambarias
- 14 julio, 2011 -
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El café manchó el lienzo casi por completo. Cayó en una inmensa cascada que desató la tragedia, la desesperación de no poder detener el tiempo, la incertidumbre del momento posterior al segundo que lo cambió todo, el punto de no retorno. Y acto seguido, los gritos, la impotencia, las manos atravesando los colores todavía frescos, la pintura por las paredes, en los brazos, en la cara, las lágrimas pintadas, los trozos de la taza amenazando las plantas de sus pies, el caballete como un cuerpo sobre el suelo y la tensión alicatada en cada uno de sus movimientos convulsos y descontrolados.
Cuando todo quedó en silencio, solo se escucharon unos pasos rápidos y sigilosos que subían las escaleras. Aquel era el puente de unión entre dos mundos, el único camino en el que encontrarse cada vez, como si fuera la primera, siempre igual, de una manera invariable y absolutamente verdadera. A veces, él veía aparecer un pie, o una sombra diferente a las que ya conocía en su cabeza, un sonido real, una leve sensación o simplemente su olor. En esa ocasión era precisamente ese olor lo que anticipaba su presencia y la imagen se mostraba tremendamente vívida. Un segundo antes de que apareciera, él ya podía verla, podía casi tocarla siguiendo sólo la estela de esa mezcla de mujer, de piel suave y aire. Ella olía a aire, a una brisa tranquila como de mañana fría.
De pronto, le llegó un viento delicado y él respiró profundamente sabiendo que en esa inspiración estaba su paz. Ella lo encontró como otras veces, tumbado en medio de pinceles y trapos, trozos de periódicos rotos, con la mano tapándole la cara. Acurrucado después de luchar contra los elementos más esenciales y cotidianos, esos que provocan tanta vergüenza, esos que escapan de lo racional y lo esperado, esos que simplemente son y existen para demostrar que lo pequeño es otro relativo más al que acostumbrarse.
Desde la puerta ella pudo ver la inmensa luz del estudio. Entraba por un enorme ventanal y por el techo, desde un ventanuco que él sólo abría cuando sabía que iba a pintar algo hermoso y brillante. Si no era así, decidía cerrar todos los puntos de luz y se quedaba completamente a oscuras, encendía una vela, si conseguía encontrarla, y pintaba trazos oscuros y dolorosos, figuras grotescas, dientes y carne.
Ella se acercó muy despacio. Había aprendido cómo atravesar la frontera de ese mundo secreto sin interrumpir, sin molestar, sin quebrar la quietud inmensa de la creación. Cuando estuvo realmente cerca de él, dudó si debía tocarlo o no, vaciló antes de sentir su piel, antes de llegar al momento sagrado en el que el contacto se producía y él volvía a saber que era real, que todo estaba en su sitio, que ella estaba allí. Alargó su mano muy lentamente, con el cuidado de quien sabe y acarició su cara con el dorso. El cuerpo de él dejó de mostrar esa tensión insana y se relajó hasta parecer solo un niño cansado después de jugar. Las caricias siguieron aplacándole hasta que su respiración volvió a alcanzar un ritmo normal, científico, dilatado. En solo unos minutos ya roncaba.
Dicen que hay muertes vividas por otras vidas y vidas que son muertes en vida. Él era de los segundos; ella, de los primeros.
Eran las doce de la mañana y probablemente él no se despertaría hasta las cinco. Después de sus episodios de derribo emocional, podía dormir durante horas seguidas fuera la hora que fuera. Así que ella bajó a la cocina, que parecía un taller en ruinas, y comenzó a preparar la comida con la lentitud de una montaña. Pasó mucho rato pensando cuál sería el plato que podría agradarle, no quería volver a discutir por la comida, otra vez. Daba igual si era la comida, la bebida o el asunto ese de la irresoluble herencia familiar; es más, podría ser que lloviese o que su vestido fuera demasiado transparente o corto, o desgastado, su pelo muy largo o muy corto, sus…El bol de la ensalada se le ha resbalado de las manos y ha caído en un millar de trozos. Casi se corta la mano mientras los recoge. Casi significa que se ha cortado un poco en un dedo y que está sangrando. Bendito dolor, por ahí se irá todo lo demás, como en un sumidero de bañera: pelos, uñas y barro.
A las siete viene una modelo para que la pinte. Dice que la pinta, pero en realidad no hay nada de las modelos en los cuadros, ni siquiera dibuja cuerpos. Él dice que son su inspiración absoluta, que ella no entiende nada. Y lo único que ella entiende es que no ser la musa del hombre al que amas duele más que el dedo, la quemadura y el golpe en el codo juntos. Tendrá que ir a comprar pastas, o bombones, y mirar a ver si queda té. Esas chicas casi siempre toman té. Es diurético y no mancha los dientes. La última chica estuvo casi seis horas en el estudio, las mismas que estuvo ella sin parar de tocar el piano. Sus manos ya no respondían a ninguna coherencia, solo se deslizaban tratando de llegar a abrirse como abanicos .En algunas ocasiones, cuando vienen las modelos, se duerme y aprieta el corazón contra el pecho para que no se le salga. En otras, simplemente vomita.
Ensalada y huevos cocidos. No había mucho más. Hoy ni siquiera se queja. Comen en silencio dilatando los minutos y sorbiendo el aire. Tu madre llamó, quiere saber si vas a firmar ese papel, si estás de acuerdo, si cuentan contigo. No voy a llamar, díselo de una vez, no voy a llamar más, ¿entiendes que no voy a llamar más? ¿entiendes eso? ¿entiendes que hace mucho tiempo que no quiero saber nada de nadie? ¿entiendes que ya no hay posibilidades, que se acabó, que se ha cerrado? ¿sabes que últimamente sueño con jirafas? ¿te lo he dicho? ¿sabes que las jirafas son tan altas que si te subes a una de ellas y te caes te matas? ¿sabes lo que duele morirse? ¿lo sabes? Me voy al estudio, tengo que preparar el lienzo de por la tarde porque no me entiendes, no lo haces y lo sabes.
A las seis suena el timbre. A ella la sorprende leyendo un libro. La chica de hoy es preciosa, enfermizamente atractiva. Ya siente que empieza a tener náuseas. Disimula el malestar y la agonía y le indica desde abajo dónde están las escaleras que suben al estudio. Se queda ahí escuchando cada paso, el sonido de las voces, las primeras risas. Terminado el ritual, prepara la tetera, coloca con precisión cada bombón en el plato y dispone la bandeja con una mezcla de cariño y asco. Sube las escaleras tambaleándose, le tiemblan las piernas, le gustaría ser en ese momento un pedazo de yeso o un corcho. Deja la bandeja en la puerta, en el suelo. Golpea un par de veces y vuelve a bajar las escaleras. La bajada es casi peor, siente un enorme mareo, los parpadeos son largos y pesados y por un momento cree que hoy sí va a desmayarse, que va a darse un golpe terrible. Pero no, no ocurre nada. Vuelve a sentarse en el sillón y sigue leyendo durante un par de horas más en las que ni siquiera suena el teléfono.
Ojalá termine de leer el libro antes de que cierren el mercado, no hay absolutamente nada en la nevera y no quiere discutir de nuevo. Tal vez podría intentar esa receta de sopa que recortó la semana pasada de una revista. No se acuerda de dónde la puso, pero si busca durante un rato y va realizando el camino inverso de su cabeza, seguro que la encuentra y puede hacerla para cenar. Malditas jirafas. Vuelven constantemente a su mente.
A los artistas no hay quien les entienda. Y quien los soporta es un héroe, o una heroína.
Lo veo como un relato que toca muchos palos diferentes, con más silencios que palabras. Pero, también en silencio, se lee bien.
Suerte.
PUES SÍ, BIEN ESCRITO, como señala rafael, PERO NO ALCANZO A COMPRENDER BIEN A BIEN LA PROPUESTA DE ESTE TEMA.
Creo que un buen/a escritor/a, como el de este relato, cuando se sienta a escribir lo último que le cruza por la mente es proponer algo. Como lector, aprecio la manera en que dispuso de las palabras para transmitirnos la personalidad tan complicada y controversial que puede ser la de un artista. Una buena obra de arte, no se analiza, se cuestiona o interroga, simplemente se deleita, y eso es lo que me ha ocurrido con este relato. Felicidades sinceras para el autor/a.
Me gusta la forma en la que está escrito, mezclando diálogos, sin señalarlos.
Me da rabia la postura de la mujer, pero el personaje manda sobre el narrador y el lector, hace lo que quiere.
Suerte
He leído ya unos cuantos relatos en este certámen y he encontrado varios ejemplos de buena escritura que más que un relato me parecen fragmentos de algo más amplio: una reflexión, un ensayo, un germen de novela. Falta aguello tan conocido de «introducción, nudo y desenlace». Esta aportación, Bambarias, la incluyo entre ellas. Me parece bien escrita, con bastante posibilidades, pero no me encaja en la definición de narrativa corta. Es una opinión nada más, por supuesto. En cualquier caso, te deseo mucha suerte
Bien escrito, aunque faltan ideas por desarrollar.
Suerte.