174-¿Cómo estás? –“Flores para pájaros tontos”. Por Alejandra Pellegrini
- 15 julio, 2011 -
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– ¿Cómo estás?
– ¡Bien!
¡Bien! Contestó.
¡Dios mío! Tenía más de cuarenta años y aún no había aprendido a mentir. En eso no había cambiado nada. Ni en otras cosas.
Su mirada conservaba la misma paz, la misma serenidad, solo que parecía veinte años más vieja y mil veces más triste.
Sus ojos buscaban un incierto refugio en el café, que se le enfriaba sin remedio, mientras daba vueltas y vueltas a la cucharilla sin apenas mirarme. Cuando lo hacía los pájaros grises de sus ojos venían a mí temblorosos y perdidos. Asustados. Y se posaban en los míos fugazmente para, enseguida, volver a sumergirse en un oculto mar lejano.
Si estuviera bien sus ojos no parecerían pájaros ahogados. Si de verdad estuviera bien sus ojos hubieran revoloteado como intrépidas aves aventureras. Como pájaros alocados. Así lo hicieron la primera vez que se cruzaron nuestras miradas, y nuestras vidas.
Al pensar en ello me di cuenta de que no había olvidado ni uno solo de sus gestos. Los recordaba perfectamente. Pequeños gestos delicados, llenos de ternura. Imperceptibles casi siempre, pero protectores y seguros. Igual que sus palabras. Siempre fueron un lugar seguro, un acogedor refugio donde la tristeza nunca podría encontrarnos.
Nunca.
Habían pasado más de dos años desde la última vez que nos vimos.
Ahora estaba allí, frente a mí, hundido y derrotado.
No podía verle así.
Tenía que terminar con todo aquello. Con él, con su amor y con lo que había sido para mí en el pasado.
Por eso accedí a vernos. Para terminar de una vez.
Y allí lo tenía, suplicante y torpe.
¿Cómo podía haber querido tanto a aquel hombre?
¿Cómo podía verlo ahora como a alguien lejano y casi desconocido?
Cuando nos conocimos me encontré con un hombre fascinante, que miraba a los ojos mientras escuchaba. Un hombre sonriente y amable. Confiado. Amante de los libros baratos de autores desconocidos y poeta furtivo que escribía en las servilletas del bar, como lo hacía yo. Y sobre todo, y esto en él era una extraordinaria cualidad, un mentiroso; era capaz de inventar cualquier mentira para hacerme reír. Lo hacía tan mal que lo conseguía siempre. Siempre.
Incomprensiblemente- éramos muy distintos- compartíamos muchos sueños, el principal…escribir.
Escribir un libro.
Él ya había empezado.
“Flores para pájaros tontos”
Aquel era el título y de vez en cuando, en cualquier café, me leía algunos versos aislados que reescribía continuamente, incansablemente, y que nunca daba por terminados.
Solo tenía un defecto, el mismo que yo…estaba casado.
Nos hicimos amigos, muy amigos. Tanto, que corrimos peligro.
Tanto peligro que se enamoró de mí.
Un buen día me lo confesó.
Entonces pude ver cómo sería el final.
Allí estaba, escondido en aquella torpe declaración de amor. Y cuando entre miradas y sonrisas me robó los primeros besos supe que aquello era el comienzo del fin.
Y así fue.
El final, como una fiera al acecho, saltó sobre nosotros y lo hizo de una forma implacable. Llegó con una fuerza arrolladora. Como lo hacen las grandes tragedias. Sin dejar nada en pie.
De un golpe de viento desapareció la fascinación, y el atrevimiento se transformó en un mar de dudas. En miedo.
El final fue una distancia gris que se extendió en el tiempo.
Ahora, más de dos años después, le tenía allí, abrazado a su silencio, frente a frente, para decirle que me olvidase, que no volviera a llamarme ni a escribirme. Ni correos, ni cartas, ni nada.
¡Nunca!
Sabía que él estaba mal, pero no lo suficiente; quería que estuviera tan mal que dijese se acabó, que me odiase con todas sus fuerzas y, sobre todo, que pudiera olvidarse de mí para siempre.
Por eso le hice daño. Le dije que nunca había sido nada importante, que entre nosotros todo había sido un error, que nunca me hubiera enamorado de él y que no quería cargar con su tristeza el resto de mi vida.
Mi vida…
Mi vida era mi profesión y por fin, después de años de esfuerzo, comenzaba a destacar en la empresa, a ser alguien importante. No podía cometer errores, no los había cometido nunca y no iba a hacerlo ahora. También le dije esto.
Y más cosas, todas crueles y dolorosas. Sabía que estaba cavando un pozo profundo y negro en su alma, donde la tristeza podría morar miles de años porque ya nunca sería un lugar seguro.
Esto es lo que hay
Esa fue mi última y demoledora frase.
Sus ojos volvieron a mí. Lentos. Cautelosos, como pájaros tontos. Cargados de añoranzas.
Y como si no hubiera escuchado nada de lo que le dije, preguntó…
– ¿Y tú? ¿Cómo estás?
– Bien. Muy bien.
Y también mentí.
Pero había una diferencia.
Yo sí sabía mentir.
Un relato escalonado a base de una sucesión de puntos y aparte. Un juego de pensamientos bajo un desencuentro afectivo, conducido por quien sabe mentir mejor.
Hay, creo, una errata al inicio que despista: le dice que parece veinte años más «vieja» cuando todo parece indicar que es el hombre. ¿Es una errata o me equivoqué?
El cuento está bien redactado y posee un ritmo uniforme. Precioso el juego de analogías pájaros-ojos.
Suerte.
» Su mirada conservaba la misma paz…solo que parecía veinte años más vieja»
Más vieja la mirada.
Creo que está bien ¿no? Siento que se interprete mal. Por lo demás gracias, de verdad, gracias.
A.
QUE DIFICIL RESULTAN EN OCASIONES LAS RELACIONES HUMANAS.SOBRE TODO ENTRE DOS PERSONAS QUE HAN TENIDO UNA EN CUESTIONES AMOROSAS- BIEN ESCRITO TU RELATO FELICIDADES
Un relato que destila mucha poesía.
Suerte para el certámen
Precioso y maduro. Y, desgraciadamente, real como la vida misma. Enhorabuena.
Suerte en el certamen.
Me gustó mucho tu relato. Es hermoso, emociona cómo expresas este amor de dos iguales, la decadencia desde la fragilidad con que ya había comenzado desde un principio la relación.
¡Mucha suerte Alejandra!
Pues me ha gustado tu relato, agradablemente contaminado de lirismo. Ya he visto un pájaro de ojos tontos volar muy lejos, en su pico llevaba un fragmento de mi historia. Entonces supe que la vida era un aleteo de colibrí.
Felicidades.
Qué interesante reflexión plantea tu relato (por cierto, yo también me confundí con lo de los 20 años, gracias por aclararlo).
En realidad (en la que yo conozco), sobre estos temas no se puede mentir. Mentir bien, quiero decir. Cuanto más frontal es la negativa de un amor que fue, más falsa es la premisa. Lo cierto es que quien así lo afirma, se está intentando convencer a sí mismo/a porque teme (algo, lo que sea, su propia inseguridad).
Cuango alguien se instala en un desamor real, lo hace saber de manera más sutil: con sus maneras, sus gestos, sus miradas… y nunca, nunca, tan frontalmente, pues no tiene miedo de sentirse herido/a por algo que no siente, y procura no hacer más daño del necesario).
Me ha gustado mucho.
Un saludo con mis mejores deseos para el certamen.
Me sugiere que «siempre» junto a «nunca» y de forma tan tajante es un binomio que, como tu relatas, puede terminar de cualquier lado de la combinación sin dar respiro.
Interesante sin duda.
Saludos y suerte en el certamen Alejandra Pellegrini 🙂
Me gusta mucho más el estilo que la historia.
Suerte
Es un relato lleno de poesía.
Suerte