Icono del sitio VIII Certamen de Narrativa Breve 2011

187-La función de los sueños. Por Once upon time

Después de unos recíprocos buenos días, le seguí con la mirada.  Se preparaba para el primer trabajo de la mañana, con la misma ceremonia de quien tiene entre sus manos la capacidad de crear nuevos amaneceres.

Se acercó de nuevo a mí y con gesto sonriente se interesó por mi estado. Me sentí bien.

– Extraña… -acerté a decir -esa es la sensación que podría definirme. Tantos años conectada a una máquina que ahora sólo deseo que esta operación me vaya bien, y olvide la diálisis.

-Todo saldrá bien Sofía,  ahora lo único que tienes que hacer es mirar esta luz fijamente, y ocupar tu mente con los momentos  de tu vida que te llevaron a pensar que la dependencia de una máquina terminaría con la llegada de este momento. Te vas a dormir un rato y cuando despiertes, nos contarás lo que has soñado.

El Dr. Romero, anestesista de la clínica, me ofreció su sonrisa, me pareció buena idea y deseé volver a mi infancia aunque fuera en sueños.

Empezaba a notar un ligero adormecimiento, mis ojos se escondían bajo los parpados, la luz cegadora que invadía la estancia, se tornó tenue y fue perdiendo brillo hasta desaparecer entre los murmullos de voces lejanas… como una mariposa batiendo las alas… me dirigí  hacia la luz.

Se abrió el telón de terciopelo rojo, mis ojos se agrandaron ante la sorpresa, noté la sonrisa de triunfo de mis padres y me vi inmersa en un mundo mágico… ¡el mundo del circo!

El primero en aparecer fue el funambulista sobre el alambre.  Y entonces recordé una frase que había escrito hacía tiempo en una de esas interminables sesiones de diálisis.

Mi vida es una tragicomedia, lo trágico se me dio al nacer, lo cómico me lo invento. Nací con una insuficiencia renal, pero me acomodé en la  paciencia para esperar que alguien me dijera “llegó la hora de soñar”.

El funambulista mira a lo lejos, yo no parpadeo, hay tensión en el ambiente y  deseo que ese trayecto lo realice en breves segundos, sin embargo cuando creo que llega  al final, da la vuelta se coloca en el centro del alambre y desde allí realiza sus acrobacias. Siento el vértigo de cuando se cae al vacío, pero me siento segura. Sé que si caigo no llegaré nunca al suelo porque me acompaña el funambulista del circo.

Pero entonces aparece el segundo número en la pista central, se trata del  mago y sus manos mágicas de guantes blancos, siempre rodeado de sus ayudantes. Todo un tropel de profesionales, magos, ilusionistas, malabaristas…

Me vuelve la ilusión, noto que de nuevo la mariposa que soy, alza el vuelo, me alejo de esa luz cegadora. Desaparece la chistera con sus conejos y palomas.  El mago ya no saca monedas detrás de la oreja de un niño que está en la primera fila.

Y llega el malabarista, con su habilidad psicomotriz, con su precisión matemática. No deja nada al azar. Las piezas bailan en sus manos.  Se percibe el respirar acompasado de los presentes y el aire gélido del ambiente se torna cálido, noto las mejillas menos heladas  en el momento de que alguien  susurra detrás de una mascarilla:

-Aunque haya tenido un feliz sueño, se alegrará de despertarse.

* * *

Escucho voces, los párpados, cerrados  como un escaparate en tarde de domingo,  se abren lentamente. Veo la sonrisa de mis padres, abrazos, besos, lágrimas y hasta creo escuchar aplausos.

-Bueno Sofía, me prometiste contarme tu sueño. –Dice alguien cuando se tranquiliza el público.

Busco al que se interesa por mi sueño. Están los cirujanos, los anestesistas, las enfermeras…

“-Cuando me dormí, me vi de niña junto a mis padres, el primer día que fui al circo. La primera función de aquella tarde soleada, pero aún fría de primavera, en el solar de la  vieja carbonería.

Apareció un gran escenario, los niños iban llegando acompañados de sus padres. Nubes de algodón de azúcar, globos de colores cautivos de las manos de los niños. Mi corazón empieza a latir con fuerza cuando escucho el redoble de tambores… ha llegado el momento.

Se abrió el telón y apareció primero el funambulista,  me dio seguridad el verle caminar por ese alambre, yo que tantos años había andado sobre la cuerda floja… ahora se tensaba y me ayudaba a caminar hacia un futuro.

Sin embargo, en un momento dado, noté como mi cuerpo levitaba, pero no sentí miedo porque no veía el suelo, sólo la cuerda, bien tensada para que me agarrara a ella.”

Todos se pusieron de acuerdo en una carcajada. Los médicos me miraban complacidos y  sorprendidos por aquellas comparaciones.

-¿Y porqué pensaste en el circo? Pregunto el Dr.  Rivas, el cirujano, que con sus manos me había devuelto la ilusión de poder vivir de nuevo.

 -Durante los años que he pasado en el hospital de forma intermitente, por alguna razón, he comparado la vida del hospital con el circo, una vida llena de emociones y al mismo tiempo una vida precedida de la lucha constante.  Porque el azar se cuela en los escenarios más inesperados, porque estoy en el lugar el que todo es posible y… porque los más bellos regalos se compran en las mejores tiendas…

El cirujano asintió con agrado. Se fue hacia la puerta seguido de su equipo. Antes de salir, se giraron y me sonrieron. Fue entonces cuando los reconocí sin sus trajes brillantes.

– ¡El funambulista!… ¡el malabarista!… y ¡sus ayudantes!…

– Magnífica función, Sofía- Dijo sonriendo el mago,  cerrando la puerta tras de sí.

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